—Todo empieza contigo.
Sí, contigo. Con ese chico que me hizo creer que el amor era perfecto, que siempre me decía que me amaba y que yo era la única en su vida. Y yo le creí.
Tenía apenas quince años y pensaba que el mundo se resumía en tus palabras y en tu sonrisa. Recuerdo las tardes en las que todo parecía tan fácil: caminar de la mano, reírnos por cualquier tontería, sentir que nada más importaba. Yo era una niña ingenua, y tú, el chico que me hizo soñar con un “para siempre” que creí real.
Eran días simples, pero para mí eran todo. Un mensaje tuyo me cambiaba la vida, una llamada tuya me hacía olvidar cualquier tristeza. Me gustaba pensar que, aunque éramos tan jóvenes, habíamos encontrado lo que muchos buscaban por años: un amor verdadero.
Nuestra relación fue corta, sí, pero intensa. Demasiado para una chica de mi edad. Aun así, nunca me arrepentí de haberte conocido. Tal vez lo único que me pesa hoy es no haberme dado mi lugar cuando lo necesitaba, no haber visto las señales que estaban frente a mí.
Pero en ese momento no pensaba en nada de eso. Solo quería estar contigo. Porque, aunque el amor a veces es ciego, yo cerraba los ojos sin miedo, con tal de no perderte.
Y todo seguía igual, lleno de ilusión y promesas… hasta que llegó ese viaje, y con él, todo cambio.