Te SueÑo Y No Estas

CAPÍTULO 13

Estuve rondando por la ciudad, sintiendo la brisa contra mi cuerpo meditando si de verdad consideraba asistir con aquella vidente de la que me hablo el cantinero. Saco el pedazo de papel, de mi bolsillo mirando la dirección y estoy a tan solo dos manzanas del lugar.

–Veamos que sucede –digo emprendiendo el camino hasta el lugar.

Llego y veo un cartel grande rojo con un ojo azul, en una esquina el cartel tiene unos tres metros de largo por uno de ancho. El edificio es algo viejo, parece que necesita una pasada de pintura mejor dicho una remodelación completa, camino hasta la puerta de madera que está abierta atravieso unas persianas de cuentas, ingreso y el lugar es algo sombrío esta, alumbrado solo por velas lo que le da un ambiente tenebroso por así decirlo.

–Buenas tardes –saludo. No tengo respuesta y vuelvo a llamar.

–Entre por la entrada de la derecha –escucho una voz femenina proveniente de ese lugar.

Camino hasta allí –permiso –digo encontrando una habitación más oscura.

En el centro se encuentra una mesa redonda, cubierta por una tela azul oscura alumbrada por las velas en su centro.

–Lo estaba esperando –dice la mujer que se deja ver.

Cuando ingrese no pude verla, pero ahora si tiene una larga melena rizada cubierta con un pañuelo rojo. Lleva un vestido del mismo color del pañuelo con arreglos flores muy coloridos, y montón de collares colgando de su cuello. Toma asiento y acomoda sus manos sobre la mesa sus uñas son largas y del mismo color, la miro bien y parece alguien de mediana edad no, no lo parece a lo mucho tendrá unos treinta y cinco años, pero admito que luce muy bien. Me encanta su melena.

–Dígame ¿Qué desea saber? –pregunta.

Soplo suave y esbozo una leve risita –creí que ya lo sabía –digo tomando asiento.

–No puedo saber algo que no siento –contesta –necesito sentirlo, para darle mi interpretación.

La miro confundido. No entiendo realmente lo que quiere decir –Eduardo… me envió aquí dijo que podría ayudarme.

–¿Eduardo? Siempre comprometiéndome. En fin, como puedo ayudarte. ¿Qué servicio desea? –lo dice en tono coqueto.

La verdad comienzo a dudar de esta mujer, la verdad desconfió de cualquier persona que se dedica a esto. Estoy aquí ciegamente y ella lo sabe por lo que me tiene en la palma de su mano aprovechándose de la situación, lo que hasta ahora no ha sucedido y es me desconcierta un poco. Necesito estar seguro de esto.

–No debería estar aquí. Prácticamente no creo en estas cosas y…

–Está aquí. Vino porqué está desesperado por respuestas, que no puede encontrar lógicamente –me interrumpe.

–¿Cómo lo sabe? –digo siguiendo la corriente de la conversación.

–No lo sé. Es lo que todos los que asisten a sitios como estos buscan. Respuestas a algo ilógico.

–Entonces no puede ayudarme. Si solo me dirá lo que quiero escuchar. Esto es una pérdida de tiempo –me levanto para irme.

–Si quiere irse hágalo, pero si lo hace no tendrá las respuestas que tanto anhela –la escucho decir.

–¿Y para qué? Si solo me dirá lo que quiero escuchar –respondo.

–No lo diré lo que quiere escuchar. Eso sería darle esperanza de algo incierto y en ocasiones es precisamente lo que las personas necesitan. Una esperanza para poder seguir adelante. El don que tengo no sirve para darle esperanza, si fuera así le hubiera dicho que fuera a buscarla o lo sacaría de aquí para seguir aferrándose a esa esperanza de lo incierto.

Sus palabras están llenas de seguridad, como si supiera de lo que realmente habla. Todo su pequeño discurso tiene una pisca de verdad. Yo busco una esperanza, una esperanza vive en mí y estoy aquí para fomentar todavía más esa esperanza. Incluso sino tengo o escucho lo que quiero seguiré aferrándome aquella esperanza.

Tomo asiento nuevamente frente a ella y la miro a lo profundo de sus ojos –bien la escucho. Sacará su juego de cartas, una bola de cristal –hablo con burla mientras sonrió.

–Eso es anticuado y poco emocionante. Cualquiera puede leer cartas del destino, cualquiera puede comprar una bola de cristal y simular un acto paranormal. Mi don es más preciso de que eso, pues me conecto directamente con la esencia de la persona. Descubriendo sus mayores miedos, sus mayores temores, su mayor amor, su mayor dolor, su mayor anhelo –explica ella.

La miro confundido, la verdad no entiendo de que habla –¿Cómo piensa hacerlo?

–Primero que nada. Está seguro de hacer esto, me da permiso para indagar en su mente –no entiendo de lo que habla, pero al sentir su seguridad asiento dando ese acceso a mi mente –muy bien.

Se levanta y camina hasta una esquina oscura, pero alcanzo a ver su silueta y la veo servir algo volviendo de nuevo hacia. Veo dos tazas llenas, su aroma es de manzanilla. ¿Por qué manzanilla? Deja las tazas en la mesa enciende una vela y va enciendo algunas esencias, reconozco el aroma es palo santo. Mi cabeza empieza a formular ideas talvez estos aromas causen algún efecto alucinatorio en mi cabeza, haciéndome algo completamente irreal.

–¿Para qué todo esto? –pregunto.




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