Te SueÑo Y No Estas

CAPÍTULO 15

Vuelvo a casa. Estoy cansado de tanto caminar, aunque lo disfruto también me cansa. Abro la puerta con gran pereza, girando la perilla como si la vida se me fuera en esta mísera acción, al entrar veo todo sombrío apenas leves destellos y uno más grande alumbra la sala de mi casa.

Con suma pereza camino hasta uno de mis muebles tomando asiento, reclinándome sobre el espaldar con mis brazos sobre los extremos y mi vista al techo. Recordando mis palabras para Lisbeth, si en algún momento podré cumplir aquello o si en verdad podré hacerlo, todo depende de lo que suceda de aquí en adelante, pero… ¿Cuánto tiempo estaré así? ¿Cuándo ocurrirá ese encuentro con ella?

Todo esto es un chiste. Un chiste de mal gusto de la vida, un maldito capricho de la vida. Que le gusta jugar con mi vida y precisamente con la mía, talvez suene vanidoso de mi parte afirmar esto. De solo yo. Hay cientos de personas, con mayores problemas que los míos, y talvez no se quejen como yo.

La diferencia radica en un aspecto entre esas personas y yo. Sus problemas son reales y sencillos de solucionar, algo real tiene solución, el mío radica en que no sé si es real o falso. Aunque esa vidente me dijo que ella era real, la verdad no sé nada. solo me mantiene esta ilusión, esta esperanza de que sea real. Real como yo, como Mónica, como Lisbeth, pero no es así.

–Una señal. Solo una señal –digo con la mirada en lo alto –vamos. Sé que puedes darme una señal. Ya me disté la esperanza ciega, que te cuesta una señal –empiezo a perder los estribos –¡maldición! ¿Qué te ocurre? ¿Dónde está tu benevolencia? –termino por explotar levantándome del mueble.

Respiro profundo y vuelvo a tomar asiento –lo siento. Lo siento mucho. Yo… estoy desesperado. Obsesionado sería lo más concreto, y esto es lo que me ha hecho hacer cosas, que no debí hacer o decir nunca.

Vuelvo mi vista al techo. Nunca prometí nada, a nadie sencillamente porque las promesas no se cumplen, yo nunca he prometido mucho menos cumplido alguna promesa. Siempre he dejado que todo fluya naturalmente, al igual que las aguas del rio. Siempre lo he hecho así y siempre ha funcionado y hoy no sé cómo fluir. No tengo una señal, no tengo nada tan solo una esperanza ciega. Algo llamado Fe.

No quiero ponerme a tratar acerca de ese tema, solo quiero que esto termine de una vez por todas. Resoplo y unos golpes en mi puerta se escuchan con mayor pereza me levanto caminando, con lentitud abro la puerta para llevarme una sorpresa.

–Mónica –digo sorprendido al verla aquí.

–Puedo pasar –dice con suavidad.

–Claro –respondo.

Ella ingresa. Esta vestida con un largo abrigo negro, su cabello esta suelto y un bolso de carrea delgada larga colgando de su hombro derecho. Se queda parada en el centro de la sala y observa el lugar.

–Está un poco oscuro este lugar. Deberías encender las luces –dice con la voz suave.

–Este ambiente es el más adecuado para mí en este momento –contesto avanzando tres pasos hasta ella.

–Necesito algo de iluminación –su voz es cohibida siento nerviosismo en ella. –Enciendo una de las luces, alumbrando la sala –mucho mejor –dice.

–¿A que debo tu visita? –digo tomando asiento en mismo mueble donde estaba.

Permanece de pie –Creí que tu primera pregunta sería ¿Cómo sabia tu casa?

–Billy y Fernando –contesto. Ella ríe –no me has contestado, creí que no me querías volver a ver desde la otra vez.

–Y es cierto –contesta arrojando su bolso sobre uno de los muebles.

–¿Entonces qué haces aquí? –cuestiono.

Sus manos suben hasta el cinturón de su abrigo deshaciéndolo abriéndolo dejándome verla en una sexy lencería blanca y con esos tacones finos resalta todavía más esas fuertes, tonificada y largas piernas. La miro atentamente y trago algo de saliva, al verla así. Sus manos están reposadas sobre sus pechos y camina sensualmente hacia mí.

–Me salió una oferta única, que no puedo rechazar –se reclina frente.

–No recuerdo haberte propuesto algo –digo coqueto.

Esboza una sonrisa y toma asiento en mis muslos con sus brazos sombre mis hombros y sus piernas a los extremos de mí. Por inercia llevo mis manos sobre sus glúteos y recorro por su fina silueta.

Ríe –jamás aceptaría una oferta tuya –me besa.

–¿Entonces? –la sujeto de la cabellera y la jalo suavemente hacia atrás dejando su cuello estirado. Lo recorro.

–Quiero una última noche, con el idiota que alucina con alguien ficticia –recobra su posición hundiéndose en mi cuello.

Gruño sus labios se siente jodidamente genial. Me besa y atrapo su rostro –es verdad –acepto eso –pero eres una mentirosa –me levanto con ella sobre mis brazos y la cargo hasta empotrarla contra la pared –estas aquí porque quieres convencerme. –recorro su cuello y pechos.

Ella ríe –si quieres pensarlo así adelante. No me molesta –nos besamos.

–Entonces. Que sea la última –digo y la llevo hasta mi habitación.

Ahí la arrojo sobre la cama desprendiéndome de mi prenda superior y ella me llama con su dedo. Paso una noche increíble, donde volví a explorar nuevamente su cuerpo donde la volví hacer mía, donde me libero de esta tensión y puedo olvidarme del mundo de sus problemas y de los míos.




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