El sol de la tarde pintaba los edificios de la ciudad con tonos dorados mientras Liam se dirigía a su día de trabajo en la pista de hielo. La rutina lo llevaba con paso firme hacia la entrada del lugar, pero algo en el aire le sugería que este día sería diferente.
Al llegar, encontró a Sebastián, el encargado de la pista, con una expresión más amigable de lo habitual.
— ¡Liam! — lo llamó Sebastián, saludándolo con una sonrisa.
— ¿Qué pasa, Sebastián? ¿Por qué tanta alegría hoy? — preguntó Liam, sorprendido por la actitud del siempre serio encargado.
— Bueno, tengo una noticia — dijo Sebastián, bajando la voz como si compartiera un secreto —. A partir de hoy, la pista cerrará una hora antes. Pero, claro, eso no significa que debas irte a casa...
Liam frunció el ceño, intrigado.
— ¿Cómo es eso? —
— Resulta que el dueño decidió reducir el horario de cierre, pero también el sueldo. Pero no te preocupes, aquí entre nosotros, no voy a reducir tu paga —
— ¿Cuál es la condición? — preguntó Liam, conociendo a la perfección que nada que Sebastián ofrecía podía ser gratis.
— Tendrás que encargarte de cerrar el lugar y abrirlo todos los días a partir de hoy. ¿Qué te parece? —
Liam contempló la propuesta, sus pensamientos tejiendo una telaraña de pros y contras. Sabía que abrir la pista era responsabilidad de Sebastián, en cuanto a cerrar era un trabajo que se dividía entre los empleados. Sin embargo, podía ver esto como una oportunidad; sería más trabajo, pero conservaría su sueldo, aunque de manera injusta. Más importante aún, podría usar la pista sin que nadie lo supiera toda la semana y no solo de vez en cuando. Además, esa hora extra podría significar más práctica.
— Está bien. Acepto la condición. — dijo Liam, sonriendo con astucia.
El rostro de Sebastián se iluminó con satisfacción, como si hubiera logrado una victoria personal. Comenzaba a sospechar que la reducción de sueldo era mentira y solo haría trabajo extra.
— Perfecto, Liam. Siempre supe que eras un chico inteligente. A partir de hoy, el cierre y apertura están en tus manos. — Liam asintió, ocultando sus verdaderas intenciones detrás de una expresión agradecida — una cosa más, debes cerrar exactamente a las siete, tienes cuarenta minutos para arreglar todo e irte, a las ocho no debe haber nadie en la pista, ¿quedo claro? —
— Como el agua — respondió Liam, sin darle mucha importancia.
Mientras Sebastián se retiraba, contento por haber encontrado una nueva oportunidad para beneficiarse de la situación, Liam por su parte no tenía la mínima intención de hacer caso a las indicaciones de Sebastián. No entendía por qué tan repentino cambio, pero tampoco pensó mucho en ello. Esta vez, las cartas estaban en su favor, y debía jugarlas de manera astuta. Con cada paso hacia el cierre del lugar, también se acercaba a la libertad que anhelaba en la pista de hielo, donde sus secretos permanecían a salvo. Tanta era su alegría que olvido un pequeño detalle, algo que el sabia y cuadra perfectamente con las nuevas reglas. Olivia usaría la pista para entrenar, Liam lo había olvidado.
֎
En algún lugar de la ciudad, Olivia y Brandon se preparaban para salir. Ambos se encontraban descansados después de una buena noche de sueño, listos para comenzar con todo lo que los había traído a este país en primer lugar. Olivia, aunque había logrado mantener un semblante fuerte frente al mundo exterior, sabía que la ansiedad bullía bajo su piel. La idea de regresar al hielo, aunque fuera para una práctica privada, despertaba recuerdos que preferiría dejar enterrados.
Brandon, notando la tensión en la habitación, se acercó a Olivia con una mirada tranquilizadora.
— Todo estará bien, Liv. Será genial. Solo relájate y haz lo que sabes hacer mejor que nadie — le aseguró, colocando una mano reconfortante en su hombro.
Olivia asintió con una sonrisa forzada, agradeciendo el apoyo de su hermano. Sin embargo, su mente seguía lidiando con los fantasmas del pasado, con cada recuerdo oscuro amenazando con salir a la superficie. Mientras se vestía con ropa adecuada, trató de concentrarse en el presente y en la oportunidad de regresar a lo que amaba.
Por otro lado, Brandon revisó los detalles del acuerdo que había hecho para rentar la pista. Aunque normalmente no le preocupaban las formalidades, sabía que esta vez debía ser cauteloso. La última vez que Olivia estuvo en el ojo público, las cosas no salieron como esperaban. Esta vez, quería proteger a su hermana y asegurarse de que pudiera practicar sin presiones externas.
— Deja de leer esos papeles, aunque haya un error ya están firmados — dijo Dimitri a sus espaldas.
— Ya lo sé, pero no puedo evitar estar nervioso, ¿Qué pasa si violan el contrato de confidencialidad? ¿Y si hay reporteros esperándonos? ¿Qué pasa si graban a Liv en sus prácticas y las difunden por internet? —
— Se supone que el dramático del grupo soy yo — dijo Dimitri en un intento fallido de calmar a su amigo — Todo estará bien, Brand, Ne govori gop, poka ne pereskochish (No digas 'hop' hasta que hayas saltado) —
Brandon sonrió un poco aliviado ante ese proverbio ruso; Dimitri siempre tenía las palabras indicadas para cada situación. No siempre las más decentes, pero sí las indicadas.
Editado: 12.02.2024