Los días siguientes transcurrieron entre prácticas y ensayos. Liam regresaba a casa más tarde de lo habitual, y sus hermanos a menudo lo esperaban con mil preguntas; se notaba que estaban incluso más emocionados que él.
Entre Liam y Olivia, las cosas parecían fluir sin presiones. Disfrutaban cada momento que pasaban juntos. Olivia sentía un Déjà vu al ver a Liam disfrutar de cada pequeño logro. Liam, por su parte, era más consciente de sus sentimientos. No podría llamarlo amor aún, pero sí una fuerte atracción y cariño, más allá de la devoción como admirador.
Descubrieron que tenían más en común de lo que esperaban. Aunque irónico, disfrutaban más de la primavera que del invierno; sus gustos musicales eran muy similares, casi podrían asegurar que eran los mismos, aunque variaban en el idioma. Compartían la preferencia por películas con finales realistas en lugar de felices; la idea de un príncipe azul que viene a rescatarte sonaba estúpida para ambos.
Durante sus largas charlas y salidas como amigos, Liam descubrió muchas cosas sobre Olivia. Notó una manía peculiar cuando estaba concentrada: sacaba ligeramente la lengua. Esto le parecía tierno y gracioso al mismo tiempo, recordándole la manera peculiar en que sus hermanitos solían recortar con las tijeras.
Olivia, por su parte, logró sacar el lado juguetón y algo infantil de Liam, aquel que disfrutaba de las bromas y las cosas dulces. Se dio cuenta de que, en el fondo, seguía siendo un niño, cuyas circunstancias lo obligaron a madurar a una edad temprana. Un extraño sentimiento, que no lograba identificar, se formaba en su interior cada vez que lo veía sonreír o escuchaba su risa. Quería cuidar ese corazón puro e inocente que tenía frente a ella, quería darle todo lo que le había sido negado hasta entonces.
— ¿Seguro que llevas todo? — preguntó Oliver por sexta vez.
En un abrir y cerrar de ojos, Liam estaba haciendo su maleta para la primera fase de la competencia. Tenía la rutina memorizada, los patines dominados y un atuendo hecho a medida por el mismo Dimitri; todo estaba listo, excepto una cosa: estaba más nervioso de lo que jamás había estado. Podría jurar que, si buscabas la palabra "nervioso" en el diccionario, encontrarías la definición de Liam Ortiz Moreno.
— Creo que estoy enfermo — dijo Liam a sus hermanos, quienes organizaban su maleta. Ambos dirigieron sus miradas a un Liam sentado con la cabeza entre las manos.
— No hablas en serio — acusó Alexander.
— Hablo en serio — dijo Liam, tomando su teléfono —. Será mejor que llame a Brandon, no iré. — Oliver le arrebató el teléfono antes de que pudiera marcar.
— Oh, claro que irás — ordenó Oliver —. Te has estado matando un mes entero por esto, no te vas a echar atrás ahora.
— ¡No puedo! — dijo Liam alterado, al borde de un colapso nervioso —. ¿Qué pasa si alguien me ve? ¿Y si papá se entera? ¿Qué pasa si solo hago el ridículo? — preguntaba alterado dando vueltas por toda su habitación.
— ¡Por favor, Liam! — gritó Alexander —. ¡Jamás hemos salido de la ciudad y tú irás a otro estado! ¡Es imposible que alguien te conozca!
— Pero eso no quita que haré el ridículo — se excusó Liam.
De repente, el sonido de un claxon se escuchó fuera de la casa. Los dos gemelos no tardaron en entrar corriendo a la habitación para indicar que los hombres elegantes, según ellos, habían llegado por Liam.
— ¿En ridículo nos vas a dejar si no tomas tus cosas y bajas ahora mismo? — ordenó Oliver empujando a Liam escaleras abajo.
Fuera de su casa, estaba estacionada una camioneta blanca. Al volante iba Brandon y Dimitri de copiloto; ambos saludaron gustosos a los hermanos. La puerta fue abierta, revelando a Olivia con una sonrisa. Solo eso bastó para calmar a Liam. Alexander llegó tras sus hermanos, con la maleta que había conseguido prestada para Liam, y la subió a la parte trasera.
— ¿Listo? — preguntó Olivia a Liam bajando de la camioneta.
— No mucho, la verdad — dijo con sinceridad —. ¿Es muy tarde para arrepentirse, cierto? —
— Cierto, no te dejé correr antes, no te dejaré correr ahora —
Sus miradas se cruzaron y, por un momento, todo desapareció para Liam. Ese era el efecto que tenía Olivia sobre él, aun desde antes de conocerse.
— ¿Van a seguir ahí parados o piensan subir? — preguntó Dimitri divertido.
— Hay tiempo, fosforito — se burló Olivia. La cara de Dimitri se puso roja de enojo en una milésima de segundo.
Mientras los hermanos García se burlaban de su pobre amigo, Liam aprovechó el momento para despedirse. A los únicos que abrazó fue a los diablillos; ellos no sabían a dónde iba su hermano, los mayores decidieron mantenerlo oculto para evitar cualquier accidente. Con Oliver y Alexander fue distinto, ninguno encontraba las palabras adecuadas para la ocasión. Un choque de puños fue lo único que se les vino a la mente, y eso fue suficiente para mostrar apoyo.
La camioneta avanzaba por la carretera, atravesando paisajes cambiantes y ciudades desconocidas. Liam miraba por la ventana con ojos llenos de asombro y emoción, incapaz de contener la sonrisa que se dibujaba en su rostro. El viaje estaba lleno de risas, bromas y la energía vibrante y única de Dimitri.
Brandon manejaba con confianza, guiándose por las indicaciones del GPS y compartiendo anécdotas de competiciones anteriores en las que había participado su hermana, todo con la intención de calmar los nervios de Liam, aunque estos habían desaparecidos algunos kilómetros atrás.
Olivia y Liam compartían la parte trasera de la camioneta. Olivia le contaba a Liam detalles sobre la rutina y le daba algunos consejos de último minuto.
Después de horas en la carretera, finalmente llegaron al lugar donde se llevaría a cabo la competencia. Un impresionante estadio se alzaba ante ellos, con luces brillantes y un bullicio de actividad que indicaba la cercanía del evento. El corazón de Liam latía con fuerza; esto era mucho más grande de lo que había imaginado.
Editado: 12.02.2024