La tenue luz de la habitación del hotel se reflejaba en las facciones adoloridas de Liam mientras Olivia, con manos cuidadosas, trataba de curar las heridas en su rostro. En un rincón mas alejado, Dimitri y Brandon observaban con expresiones serias, sintiendo una la rabia profunda hacia ese sujeto que se decía llamar padre.
— Tal vez tengas que usar maquillaje en la competencia. Serás toda una diva — bromeó Olivia, intentando aliviar la tensión.
Liam esbozó una sonrisa forzada, agradecido por el intento de humor. A pesar del dolor físico, sentía una extraña sensación de liberación, como si finalmente hubiera quebrado las cadenas que lo ataban a la crueldad de su padre.
Dimitri, con sus brazos cruzados sobre el pecho, mantuvo la mirada fija en Liam, como si quisiera asegurarse de que estuviera verdaderamente bien. Brandon, más callado, se mantenía pensativo. La situación no debía tomarse a la ligera.
— Deberíamos informar a la policía sobre lo sucedido — sugirió Dimitri a Brandon.
— No sé, Dimitri. No creo que sea tan fácil; de serlo, dudo que Liam no haya intentado antes — dudó Brandon, mirando como su hermana curaba las heridas del chico.
— Sabes que esto no puede quedar impune. Nadie merece ser tratado de esa manera, especialmente por su propia familia — respondió Dimitri.
Olivia terminó de curar las heridas visibles de Liam y lo miró con preocupación.
— Necesitarás descansar y tal vez consultar a un médico mañana. Podemos ayudarte a buscar ayuda legal, Liam —
— Gracias, pero no creo sirva de algo — dijo Liam, sintiendo un nudo en la garganta — Mi padre… el jamás a lastimado a mi hermanos —
— Eso no garantiza que nunca lo haga — intervino Dimitri, acercándose a ellos.
— Lo sé — respondió mirando el suelo mientras jugaba con sus manos — Pero ya intenté, y mis hermanos son los que terminaran perdiendo. No hay forma que yo obtenga la custodia. Oliver es mayor de edad, él puede elegir quedarse conmigo, pero los otros no. Ellos serán enviados con familiares, pero de no ser recibidos, los mandarán a un orfanato. —
Liam sintió cómo todo se acumulaba; un nudo en su garganta le impedía seguir hablando, sus ojos comenzaban a arder y su vista se volvía borrosa. Estaba al borde del colapso; necesitaba sacar todo eso; quería hacerlo, realmente quería hacerlo. Sin embargo, aún no era capaz. Necesitaba estar solo y calmarse.
— Disculpen. Yo… necesito estar solo un momento — dijo conteniendo el llanto.
Liam, sintiendo la necesidad de alejarse y encontrar un escape, se encaminó fuera de la habitación sin un rumbo fijo; camino perdido por los pasillos hasta que llego a un pequeño bar dentro del hotel. A pesar de ser un atleta disciplinado y consciente de los riesgos del alcohol, tomó la decisión de pedir una botella.
Los primeros sorbos hicieron arder su garganta, y Liam, quien odiaba el alcohol por haber vivido en carne propia sus efectos, recordó la faceta más oscura de su padre. Aunque no era alcohólico, cuando tomaba en exceso, se volvía más violento de lo normal.
…….
El día era soleado, un alegre Liam se 8 años regresaba contento de la escuela. Su maestra le había dicho que tenia talento para dibujar, todos en la clase lo felicitaron por su dibujo.
Ese día las clases terminaron temprano y su madre no podía recogerlo. Conocía el camino a la perfección, tampoco era la primera vez que regresaba solo.
— ¡Llegue a casa! — exclamo con alegría abriendo la puerta.
¡Crag! Un botella se estrello contra la pared a centímetros de Liam. Su cuerpo quedo petrificado ante el fuerte sonido; sus ojos se encontraron con los de su padre mientras los cristales se esparcían por el suelo.
— Guarda silencio, maldita sea — murmuro su padre —
El corazón de Liam latía con fuerza mientras su padre, con la mirada cargada de furia, se tambaleaba hacia él. El alcohol impregnaba el aire, creando un ambiente tenso y asfixiante. La madre de Liam, temerosa, observaba desde la distancia, incapaz de intervenir.
— ¿Qué diablos crees que estás haciendo aquí, mocoso? — gruñó su padre, con la voz alterada.
Liam, tratando de contener el miedo, tartamudeó una respuesta insegura.
— Solo llegué a casa de la escuela, papá. La maestra dijo que mi dibujo era bueno —
Su padre, en un arrebato de ira, lo agarró bruscamente del brazo, dejando a Liam sintiendo el dolor punzante.
— ¡No me importa tu maldito dibujo! — espetó su padre. — ¡Deberías haber traído algo útil, algo que valga la pena! ¡Crees que un estúpido dibujo pagara las cuentas? —
Esa tarde su padre fue despedido del trabajo, se desahogó en el licor y vertió toda su ira sobre su hijo. Fue la primera vez que Liam conoció los efectos del alcohol.
Finalmente, llegó a la terraza, donde el frío chocaba contra su cuerpo, sumándose al peso de la situación familiar y las marcas físicas de la violencia paterna que resonaban en su mente. La botella en sus manos reflejaba su rostro maltratado por los golpes. Su mente jugaba en su contra trayendo de regreso doloroso recuerdos.
El sonido de las botellas chocando resonaba en la casa, indicando que su padre estaba nuevamente bajo los efectos del alcohol. Esta vez, sus hermanos pequeños, apenas unos niños, jugaban despreocupados en la sala, ajenos al tormento que se avecinaba. Oliver y Alexander estaban en la escuela.
Con resignación, Liam se acercó a su padre, quien, ya tambaleándose, tenía una expresión perdida en el rostro.
— Papá, los niños están aquí. Deberías dejarlos dormir antes de que... —
— ¡Cállate! — interrumpió su padre, mirándolo con ojos vidriosos. — No me des órdenes, maldito mocoso —
Liam suspiró, impotente. Conocía el ritual demasiado bien. Tomó a sus hermanos, los llevó a la habitación y los arropó con cuidado, intentando que el sonido de las malas palabras y gritos de su padre no los despertaran.
Editado: 12.02.2024