Tekùn Umán

Capitulo 1 ceremonia

CAPÍTULO 1
Ceremonia

Un cielo nublado de diciembre deja pasar unos rayos de sol.

Una suave brisa hace caer las gotas que han quedado atrapadas por las hojas de los árboles, mientras en un claro un evento ceremonial comienza.

El olor a incienso cubre el lugar, rodeando a la multitud de gente que se ha reunido vistiendo ropa típica en el corazón de Guatemala.

Hay silencio, que es adornado por la danza de las hojas de los árboles que bailan con el viento, mientras los presentes observan cómo un nuevo líder toma el liderazgo de su aldea.

Un hombre con vestimentas ceremoniales y con el título de Ajq’ij comienza a dar oraciones en k’iche’, mientras un joven de veinte años camina hacia él.

El joven camina un tanto nervioso, pero decidido. Su padre, a su derecha, camina junto a él mientras rodea la espalda de su hijo con el brazo. La madre hace lo mismo desde el lado izquierdo.

Ambos padres se notan felices mientras caminan con su hijo en medio de la multitud, que observa con ánimo a su nuevo líder.

El Ajq’ij comienza a hablar en español, mientras con un tono elevado y ceremonial exclama:
—El día de hoy, el joven Carlos tomará el lugar de su padre como nuestro líder. Será el responsable de cuidar de nuestra aldea y nuestras tradiciones.

Carlos da un paso al frente y, alzando el pecho, recibe un bastón de madera.

El Ajq’ij continúa hablando:
—Este es el Patam, y al entregártelo te estoy dando la autoridad de nuestra aldea y su gente. Además...

El Ajq’ij es atravesado por una lanza metálica negra de punta roja, cayendo al suelo y muriendo al instante.

Los presentes huyen para ponerse a salvo. Todo se torna en un caos de gritos, pero Carlos y sus padres, aunque atónitos, se quedan en el lugar.

La madre, con enojo, le grita al agresor:
—Cristopher, por favor no lo hagas.

Este se acerca lentamente, portando una armadura metálica negra futurista que emana una energía roja palpitante en las muñecas.

Camina hacia ellos y, al estirar su mano derecha, en esta se materializa una lanza similar a la que ha lanzado antes.

Carlos queda paralizado del miedo.

El padre, con determinación, se pone entre Cristopher y su familia.
—Hijo, no te dejaré dañarlos —exclama con enojo.

Cristopher corre hacia ellos con furia.

—¡Martín, no! —grita la madre de Carlos, preocupada.

Este grita:
—Transformar.
Y, envuelto en una luz blanca azulada, se le materializa una armadura grisácea, con varias protuberancias en la cabeza similares a plumas. Todo su cuerpo queda cubierto por metal, dejando ver una armadura fuera de este mundo.

Martín corre hacia Cristopher mientras materializa una espada en su mano derecha. Esta aparece rodeada de unos destellos celestes y brilla, reluciendo un hierro blanco y gris.

Cristopher y Martín chocan sus armas en una coreografía casi perfecta, donde Martín bloquea los golpes de Cristopher y viceversa.

Martín parte en dos la lanza de Cristopher, pero este rápidamente materializa una espada tan cerca de Martín que le atraviesa el pecho.

Carlos y su madre caen de rodillas gritando de dolor, mientras ven el cuerpo de Martín caer al suelo y la armadura que lo protegía desaparecer en un haz de luz.

—Eres un maldito —grita Carlos con todas sus fuerzas. Toma la primera lanza que Cristopher ha lanzado, y corre hacia él con sed de sangre.

Cristopher esquiva los ataques de este fácilmente, casi como una burla, y sin más lo decapita.

La madre queda horrorizada y llora casi desgarrando su garganta.

Él se acerca a ella, tira su espada y se arrodilla, quitándose el casco para exclamar con serenidad:
—Madre, vete a casa y entiérralos.

De un dispositivo en la cintura de Martín sale un dron pequeño, blanco, con detalles en celeste, flotando sin necesidad de hélices ni nada por el estilo.

Este comienza a dispararle unos láseres celestes a Cristopher, que parecen irritarlo, mas no dañarlo.

Él intenta capturar al dron, pero este lo esquiva.

La mujer grita a todo pulmón:
—¡Teki, huye!

El dron la mira directamente, su exterior inexpresivo, pero ella lo ve directamente a la cámara que este tiene en el centro.

Le hace caso y se va volando lejos.

Ella respira de forma errática y, con odio en su voz, le dice a Cristopher:
—Ella no volverá, sin importar a cuántos mates.

A lo que él le responde con seriedad:
—Lo hago por justicia, no por venganza.

Él se aleja caminando sin decir más.

Ella abraza el cuerpo de su hijo mientras su llanto se convierte en agonía.

Al otro lado del país, en una montaña donde abunda la cosecha, un joven de veinticinco años está por terminar su jornada.

Al ritmo de “Bohemian Rhapsody”, lleva uno a uno quince sacos de frijol hasta la calle.

Lleno de sudor y de cansancio, sube el quinto saco al auto y se acuesta en el suelo, viendo al cielo mientras recupera el aliento.

Cuando ya ha subido los quince, enciende el auto y conduce hacia el pueblo.

Con algo de música de Kiss, relaja su mente mientras conduce, y después de un rato llega a una casa un tanto lujosa. Deja la cosecha, recibe su pago y se va a casa en su bicicleta mientras el sol se oculta.

Las luces de los postes comienzan a iluminar mientras el sol no para de esconderse entre las montañas, pintando el cielo de un naranja rojizo y dándole a las nubes un color casi rosa.

Las calles están llenas de gente que va de regreso a sus casas después de un largo día de estudios y trabajo.

Cuando el joven va llegando a su cuadra, mira una cara conocida y se baja para ir a saludar.

Una joven de piel blanca que brilla junto al atardecer y cabello dorado como los rayos del sol corre hacia él gritando con alegría:
—¡Leoncito, Leoncito!

Él, extendiendo su mano, la detiene exclamando con una sonrisa:
—Perdón, Chloe, estoy sucio, no quiero ensuciarte.



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En el texto hay: magia, guerra, aliengenas

Editado: 30.06.2025

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