Tekualnesi

Capítulo 8

La lluvia caía con fuerza, el goteo hacía eco en algún lugar de su casa y eso fue lo que la despertó. Por un momento sintió que estaba de regreso en la cueva y abrió los ojos asustada. El techo de su habitación la tranquilizó, todo estaba bien. Tomó tres profundas respiraciones y decidió dormir de nuevo; al otro día tenía clase temprano, debía descansar.

Durante unos minutos se removió incómoda entre las sábanas, algo la molestaba, le daba la sensación de que alguien la estaba... observando. Se incorporó en su cama, lo primero que vio fue la silueta de alguien parado junto a su ventana. Un relámpago iluminó la habitación lo suficiente como para reconocer el rostro blanquecino. Gritó justo cuando el cielo tronó, no esperó a que la asesinaran en su propia cama, se levantó de un salto, tomó unas tijeras de su mesita de noche y encendió la luz.

Sólo estaba ella. Se arrodilló, necesitaba recuperar la respiración. Sin darse cuenta, había comenzado a sudar a chorros, su playera estaba empapada, se la quitó de un tirón y dejó que su piel refrescara. Miraba hacia el suelo con el cabello cayendo sobre su rostro cuando una corriente de calor la rodeó.

Las sombras.

Aspiró una bocanada de aire, le haría falta dentro de poco. Se levantó con dificultad justo cuando la sensación desapareció, de reojo alcanzó a ver como la sombra asomaba por su ventana. Le pareció oír una risa femenina, era casi una burla. Supo inmediatamente que se trataba de la sombra que tomó prestado el cuerpo de Mamá Catrina, no sabía qué hacía ahí, pero agradeció que no le provocara alucinaciones. Hacía tiempo comprobó que el rostro blanco no era provocado por las sombras.

No durmió de nuevo, permaneció con los ojos abiertos hasta que la ruidosa alarma de su teléfono indicó que era hora de empezar un nuevo día.

– Cinthia –su madre saludó cuando entró a la cocina –. Sé que hemos sido muy estrictos contigo últimamente, pero es peligroso estar fuera. Nunca habíamos presenciado un asesinato en esta colonia y nos preocupamos. Tu seguridad es primero.

No sabía a dónde quería llegar con eso, pero le pareció lógica su forma de pensar. Algo estaba matando gente y era peligroso.

– Lo sé mamá –dijo cabizbaja –. Entiendo que te preocupes.

– Bien, entonces entenderás que no te dejaremos salir sola, tu padre te llevará por las mañanas a la escuela y te irá a recoger. El resto del tiempo la pasarás en casa. Apúrate, tu padre está afuera.

¿Irla a dejar y recogerla? Bueno, eso estaba bien, de esa forma no gastaría dinero en pasaje ni energía en irse caminando, pero encerrarla en casa no era una opción. No salía muy a menudo a plazas o fiestas, pero pasaba el tiempo en el bosque... antes. Ahora que lo pensaba, esas medidas de seguridad no le afectaban en nada.

– De acuerdo –dijo, era extraño no discutir por las reglas –. No hay problema.

Incluso su madre se notó impresionada al no recibir excusas de su parte, pero no dijo palabra alguna.

Tal y como su madre dijo, su padre estaba en el jardín junto a su automóvil, fumaba un cigarrillo mientras esperaba. Cinthia frunció el ceño, hacía mucho tiempo que no veía a su padre fumar. Se acercó a paso lento, era extraño volver al viejo hábito en que su padre la llevaba a la escuela, desde la preparatoria eso no ocurría.

– Buenos días –saludó Cinthia –. Estoy lista para irme.

Su padre tiró el cigarrillo al cemento y lo apagó de un pisotón.

– Buenos días.

Se subió al automóvil y lo encendió, ella no perdió tiempo y lo siguió. El trayecto transcurrió en un silencio incómodo. Aunque su padre ya comenzaba a tratarla mejor y no parecía enojado cada vez que la veía, la relación padre-hija jamás volvió a ser como antes.

– Lamento la pérdida de tu compañero, no te lo había dicho, pero lo siento.

– Gracias, yo también lo siento.

No quiso sacar más del tema, la incomodaba y le provocaba enojo hacia sí misma. Se enfadaba porque no se sentía tan desolada como debería, porque el sábado había disfrutado de la alegría mientras Fernando estaba enterrado, porque ella pudo haber evitado toda esa situación.

Antes de llegar a su facultad, su padre se aclaró la garganta, Cinthia comenzó a preocuparse, eso significaba que estaba por dar un aviso muy importante.

– El 14 de abril se llevará a cabo una cena de gala importante. La organiza mi empresa, así que seremos los anfitriones, vendrá gente importante de muchas partes del país e incluso extranjeros –su padre hizo una pausa, al ver que ella callaba, continuó –. Es muy importante para mí que tu madre y tú asistan. Te estoy avisando casi con tres semanas de antelación, así que organízate.

Quiso rezongar, pero sabía que no ganaría más que una reprimenda, no importaba lo que hiciera o dijera, de una cena de gala como esa no podría liberarse. Asintió animadamente, tal vez si fingía, su padre se mostraría satisfecho... y vaya que lo hizo. El ambiente se relajó por completo.




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