Tekualnesi

Capítulo 1

El ocaso nunca fue tan bello para Cinthia como en ese momento. Los rayos del sol ardían intensamente detrás de la colina verde mientras luchaban por permanecer un segundo más sobre la faz de ese hemisferio del planeta. Poco a poco, la luz del sol desapareció detrás de aquella colina para sumir el paisaje en una profunda y creciente oscuridad.

El aullido del viento adoptó un tono de agónica melancolía, resultaba casi molesto para Cinthia, si no supiera que aquel lamento era provocado por el aire entre los árboles, pensaría que un animal herido suplicaba a la muerte un final piadoso. La temperatura disminuyó considerablemente desde que tomó asiento en aquella saliente cuyo precipicio daba a un conglomerado de rocas unos metros por debajo; olvidó salir de casa con una chamarra y su cuerpo ahora le reclamaba. Decidió darse un minuto para juntar la fuerza de voluntad suficiente para ponerse de pie y caminar de vuelta a casa.

Amaba la soledad, estar únicamente con sus pensamientos y reflexiones le daba un ápice de sentido a sus interminables días repletos de gente a la que difícilmente soportaba, sabía que debía ser tolerante, sobre todo por el hecho de que la convivencia era parte de la naturaleza humana. Y ella era humana.

Su teléfono móvil vibró en el bolsillo trasero de su ajustado pantalón de mezclilla y se sobresaltó. Generalmente, aquel recóndito lugar no contaba con buena señal, si alguien quisiera contactarla tendría que ir en su busca y encontrar un camino en medio de la maleza no era cosa fácil. Incluso ella, quien iba y venía de ahí desde los diez años, le tenía respeto al espesor del imponente bosque.

Se trataba de un mensaje de texto, una de sus compañeras de primer semestre; Tania, preguntaba qué plan tenían para el día siguiente. Soltó un audible suspiro, aquella chica le agradaba, poco más de seis meses habían transcurrido desde que la vida decidió juntarlas y podía decir que estaba desarrollando una especie de aprecio hacia ella, aunque le resultaba un tanto irritante que quisiera ir a beber cada fin de semana con ella como acompañante.

Cinthia disfrutaba de una buena noche de baile y un par de copas, únicamente si la pasaba con gente de confianza, los cuales, escaseaban. Salir con Tania significaba salir con otros chicos de la universidad y eso apenas lo soportaba, era hora de poner un alto.

"No sé si pueda este viernes, quiero hacer algo natural, no ir a beber."

No era mentira, aunque admitía que la idea de salir era tentadora. Reconsideró la oferta, pero entonces aparecieron los rostros de sus compañeros del semestre pasado frente a ella y decidió evitarlos a toda costa.

El crujido de las hojas secas bajo sus pies la acompañó durante el camino de regreso a casa, le pareció reconfortante saber que no estaba en silencio, un ambiente sin sonido era anormal. Al llegar a una pendiente sumamente empinada, una ardilla se cruzó en su camino provocando un sobresalto y un grito. Retrocedió de un brinco y su tobillo golpeó con una roca, el dolor fue intenso pero soportable, sin embargo, la distrajo lo suficiente como para hacerla caer cuesta abajo.

Rodó hasta que su espalda golpeó un tronco, el cual le cortó la respiración por un instante. Estuvo tirada en el piso durante un par de minutos en lo que se reponía y el dolor en su hombro aminoraba, cuando sintió que las fuerzas regresaban a ella, se puso de pie y recargó su mano en el árbol más cercano. Inmediatamente supo que algo extraño ocurría.

El suelo no tenía hojas, estaba liso; carente de marcas de pisadas o irregularidades. Un silencio aplastante cayó sobre aquel lugar y le provocó escalofríos; ni siquiera el viento soplaba.

Pronto la invadió una terrible sensación de comezón; en los brazos, en los muslos, en la espalda y en el cuello. Su pulso se disparó y sus respiraciones aumentaron de frecuencia. El calor era excesivo. Corrió porque fue lo único que se le ocurrió, ignoró el dolor en el tobillo y en el hombro, lo único que deseaba era deshacerse de aquel sofocante calor que le arrebataba la respiración.

Llegó a una especie de cueva, la roca estaba húmeda, eso significaba que podía haber un cuerpo de agua cerca. Entró sin dudarlo y se sumió en la oscuridad. Unos segundos después, la comezón cedió y su piel refrescó; poco a poco recuperó la cordura. Se recargó en la piedra helada y dejó que la sensación fresca recorriera su cuerpo. Tomó un par de respiraciones profundas antes de adentrarse en la cueva.

Nunca antes había visto ese lugar, a pesar de haberse adentrado a recónditos rincones del bosque. El interior era tétrico; oscuro y sin vegetación, supo inmediatamente que nadie se adentraría ahí por voluntad propia. Conforme más bajaba, más frío hacía, estaba consciente de que debía salir de ahí, pero sentía una vehemente necesidad de llegar hasta el final.

Algo duro cayó sobre su hombro sano y gritó, era un ciempiés y se dirigía hacia su cuello. Con dos golpes de la mano logró tirarlo, pero la sensación de sus patas cosquilleando en la piel de su brazo persistía. Una parte de ella añoraba irse de ahí, ya era tarde y su madre se estaría preguntando por su paradero, aparte, algo en esa cueva le inquietaba. Era silenciosa y perfecta, parecía artificial.




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