Tekualnesi

Capítulo 4

El fin de semana fue tranquilo, su padre volvió a hablar con ella como si nada pasara y le dio un teléfono nuevo. Definitivamente todo había quedado olvidado, o al menos eso parecía. No salió de casa por ningún motivo y se dedicó a fingir que estudiaba y hacía tarea de Metodología de la Investigación. Fue una buena idea, pues sus progenitores creían que verdaderamente estaba poniendo todo su esfuerzo en pasar la materia, cuando en realidad no le presentaba problema alguno.

El lunes por la mañana llegó a la universidad con un aire tranquilo, no había sufrido las alucinaciones que durante el viernes la habían hostigado ni los ataques de calor que tanto odiaba, aquel suceso en el bosque le comenzó a resultar lejano; ajeno, pensó que había sido producto de su imaginación y no tenía nada de qué preocuparse. Se sintió idiota por asustarse tanto.

Se dirigió al aula en donde tomaba Biología de Protistas y Algas, estaba preparada para cualquier reto que le pusieran, si había examen sorpresa estaba lista para sacar una buena calificación. Ese día en específico prometía ser lindo...hasta que recibió un mensaje de un número desconocido. "Seguí tu consejo y le pedí tu número a tu padre, no pareció importarle." Bueno, al menos Teodoro no la molestó en todo el fin de semana. Ignoró el mensaje y decidió contestar pasadas unas cuantas horas.

Las dos horas de clase se pasaron volando, como amaba su carrera y la hacía feliz, sentía que no le alcanzaba el tiempo. Podría su padre correrla de la casa si quisiera y, aun así, jamás se arrepentiría de haber tomado la decisión que la llevó hasta ese momento.

Salió de clase dispuesta a llegar a la siguiente clase cuando alguien a quien no quería enfrentar aún, la acorraló.

– Tenemos que hablar.

Tania tenía ojeras bajo los bellos ojos verdes y lucía como si no hubiera dormido en todo el fin de semana. El suéter azul marino que llevaba la hacía ver muy pálida.

– Tal vez tengamos, pero no en este momento, debo llegar a Química Orgánica.

– Bien, te acompaño y sirve que nos topamos con Fernando, va en el salón contiguo ¿cierto?

Asintió y a regañadientes continuó su camino con Tania a su lado. Caminaron en absoluto silencio, fue bastante incómodo, por lo general siempre tenían tema de conversación, pero eso fue antes del desastre del viernes. Le pareció ilógico qué de todos, Tania fuera la más afectada, ella misma fue la que dijo que lo olvidaran y que lo dejaran pasar.

La doctora no llegaba aún, todo el mundo estaba fuera del aula y charlaban distraídos, excepto Fernando. Con un cigarro en la boca, lo encontraron sentado junto a la puerta, su mirada perdida en algún punto del horizonte. No lucía tan demacrado como Tania, parecía más bien ausente. No sabía si eso era mejor o peor.

– Fernando –llamó Tania –. Sé que me escuchas, levántate de una buena vez y síguenos, tenemos que hablar.

No hizo caso ni la primera ni la segunda vez, fue hasta la tercera (cuando Tania perdió la paciencia) que accedió a dirigirles una mirada.

– ¡Mueve tu jodido culo y ven con nosotras!

– ¿Qué te hace pensar que quiero hablar con ustedes? –preguntó en tono enfadado –. No quiero saber nada, no quiero verlas de nuevo. ¡Déjenme solo!

La gente comenzaba a murmurar con las miradas clavadas en ellos tres, ya habían conseguido llamar la atención. Cinthia odiaba hacerse notar y justo ahora varios compañeros la observaban extrañados.

– Si no quiere hablar no podemos obligarlo –sólo quería largarse hacia su aula unos metros más allá lo más rápido posible –. Parece estar bien, pues que siga así.

– ¿Bien? –la mirada de su compañero estaba enrojecida y se preguntó si había fumado mota durante el fin de semana. –. ¿Crees que estoy bien? No pude quitarme de la cabeza la imagen de esa cosa y el dolor que sentí cuando la mancha me atacó, jamás podré olvidarlo.

– Nadie podrá hacerlo, pero debemos hablar para ver qué haremos

– Olvídalo, ya pasó –encendió otro cigarro –. Lo mejor es fingir que nada ocurrió.

Tania parecía a punto de explotar, pero logró contenerse, sólo le lanzó una última mirada desesperada y resopló fuertemente.

– Bien, pero cuando las sombras te comienzan a acosar no vengas a mí en busca de ayuda.

¿Las sombras? Cinthia pensaba escabullirse a su clase, pero su compañera acababa de admitir que algo también la estaba acosando. Las sombras. Aquellas que no le permitieron decir la verdad a sus padres. Había pensado en dejar el tema de lado, la convicción de las teorías formuladas el viernes se había evaporado, pero Tania acababa de cambiar el juego.

No lo pensó un segundo más, salió disparada detrás de Tania. Una parte de ella se sintió aliviada, pero otra se decepcionó. Si ella también veía cosas significaba que nada había sido inventado, todo ocurrió, había sido real. Su estómago se revolvió y un nudo apareció en su garganta, ¿qué es lo que seguía?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.