Tekualnesi

Epístola

9 de octubre de 1536

Estimado Sr. Apodaca:

Mi tierra natal es apenas la sombra de lo que alguna vez fue, los habitantes son más sombríos que una oscura noche de invierno y sólo unos pocos son lo suficientemente agradables para dirigirme la palabra. Me temo que la mayoría de mis conocidos no se encuentran presentes.

El amigo del que le escribí en la pasada carta ha salido de viaje, dicen que volverá en unos pocos días, esperaré pacientemente su llegada y rezaré porque se encuentre bien. Espero que él responda mis cuestiones, ya que, al parecer, es el único que aún recuerda todo lo que hice por mi tierra.

Todo es bastante extraño en realidad, recuerdo lo feliz que era cuando jugaba entre los árboles en el bosque o cuando nos bañábamos en el lago durante los calurosos días de verano, claro que el trabajo duro nunca faltaba, pero era feliz y la pasaba de maravilla con mi familia. Ahora la situación dista de aquellos inocentes días de mi infancia; todo ha cambiado, ya no soy más una niña ni una adolescente ingenua, he soportado varios golpes de la vida y ahora sé que no todas las historias tienen final feliz.

Lamento tanto la demora, su carta la recibí una semana atrás, pero mis labores de investigadora me mantuvieron demasiado ocupada esta semana así que me vi obligada a postergar la lectura y la respuesta. De verdad lamento haberlos dejado de lado en este asunto, pero sobre todo lamento haber ocultado parte de mi pasado. Prometo volver y entonces, si ustedes me aceptan de regreso, les compartiré cada detalle de mi vida.

El clima es bastante agradable, aunque el verde verano ha dejado paso libre al dorado otoño. Mi casa es exactamente como la recuerdo, más vacía tal vez y unos cuantos tristes recuerdos recorren los pasillos, pero me hace sentir familiarizada. He estado pensando en que podrían tal vez acompañarme. Si ustedes lo desean, podemos mudarnos a mí no legítima vivienda y olvidarnos de una vez de todos los problemas que la ciudad nos ha deparado este último año.

Deseo de todo corazón que consideren y acepten mi oferta, quiero demasiado a mi señor marido y usted es como un padre para mí, no podría soportar que no me perdonaran. Mis mejores deseos.

Atentamente: Citlali Cortés de Tablada.   




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