¿A cuántos sitios pertenecemos? ¿De cuántos escapamos? ¿Por qué regresamos cuando todavía estamos heridos?
Dejé una huella de sangre en todos esos lugares donde lloré y me perdí. El telón se bajó una infinidad de veces pero vencí. ¿Vencí?
Todavía duelen las verdades y las miradas que en el pasado me persiguieron, condenando mis debilidades, juzgando capacidades hasta que creí que no era capaz de nada. Pensé que nada valía y por eso intenté huir.
Lloró la vida ante mis ojos. ¡Niña tonta! Levanta la cabeza, lucha, persigue tus sueños imposibles... No intentes hacerlos realidad, ahorra las decepciones, sólo haz lo que te hace feliz.
Así entendí que estaba sola y la idea comenzó a gustarme. Fue así como, sin esperar nada de nadie, comencé a pensar en mí.