Tenebris

Un mensaje de paz.

Un mensaje de paz.

 

 

El primer año de haberlo conocido resultó probablemente el más complicado, para ambos en realidad.

Solía pasar la mayor parte de mi tiempo en la biblioteca, sumergida en libros de historia y literatura de la superficie que iba desde los siglos pasados hacia las últimas décadas antes de que las plumas y las letras dejaron de formar palabras para el entretenimiento de los demás. Era una verdadera lástima que todo esto –la guerra– hubiera erradicado no solo la idea de la paz o la unión entre humanos y seres del Inframundo. A mi parecer, era más doloroso saber que algún día terminaría los libros de esa biblioteca y después, simplemente no habría nada más. Claro que, esa idea tal vez demoraría un poco más. Entre las misiones y él, ya no tenía el tiempo para leer tanto como antes y, además, no disfrutaba de compartir mi espacio y mi tiempo completo con él.

Darío le mostraba afecto debido a que era la única persona que pasaba tiempo con él. Lo escuchaba atento, y Darío trabajaba con él de una manera devota a pesar de que antes solía ser un verdadero conflicto entre ambos por las enseñanzas de Darío y la negación por parte de aquel azabache. Sin embargo, cuando aquel bibliotecario le tomó tanto cariño, la idea de compartir la biblioteca resultó en algo impensable para mí.

Cuando papá dijo que la vida e depararía algo mejor para toda nuestra familia, solía creer que hablaba en serio, pero él de verdad era insufrible. Tan individualista, tan frío y superior al resto de nosotros.

Solía sobresaltar en los entrenamientos, ni siquiera Henry, quien hasta antes de su llegada estaba entre los mejores para el puesto de inquisidor, conoció la derrota frente a otra persona además del Gran Maestro, lo que no solo nos llevaba a verlo como alguien distinto a nosotros. Prácticamente, lo hacía notar por encima de cualquier inquisidor que, hasta donde sabíamos, era lo más fuerte de la Elite por debajo de los Cazadores, quienes trabajaban de manera independiente, pero siempre en defensa de los demás. Para Laureen se trataba de alguien lindo, aunque su “atractivo” solo era la manera más alegante de llamar al interés por un héroe de guerra y único superviviente de la rebelión de la superficie. 

El resto de mi equipo, bueno, quizá miraban de él lo mismo que Henry y muchos otros dentro del castillo de los Ventrue. Solo era alguien que vino para regocijarse en gloria. Sin embargo ¿Cuántos otros no habían hecho hazañas similares? ¿Dónde estaban ellos? Darío era un sobreviviente del infierno mismo y lo único que obtuvo fue la biblioteca, pero nadie parecía mostrar el respeto ni el reconocimiento que este desconocido recibió por regresar a un hogar donde nadie lo recordaba. Y Ethan, quien fue durante mucho tiempo uno de los protegidos del Gran Maestro, solo recibió un homenaje por su caída en el campo de batalla. Era inaceptable. Era una estupidez en toda la extensión de la palabra. 

 

-¿Ves algo? –Preguntaría Aline, nuestra Inquisidora especializada en pociones– Henry comienza a volverse insoportable. No ha dejado de fastidiar con respecto a, ya sabes.

Su cabellera rubia apenas y se mecía debido a la suave brisa del viento. Observaba con un lente de francotirador la zona de las fronteras lejanas de Livena, mientras Henry limpiaba su Destroyah y compartía palabras con su compañera más cercana Rebecca.

-Me temo que no –mentí. Ni siquiera me había concentrado en vigilar por divagar en mis pensamientos– ¿Qué hay de ti?

-Nada nuevo. Los drider solo vigilan las entradas a su fortaleza, pero esos malditos bastardos no han dejado ni una sola brecha de oportunidad.

-Deberías pedirle a Henry que se ofrezca como carnada –mencioné antes de esbozar una sonrisa a la que Aline izo segunda– ¿alguna de tus pociones ayudaría a hacerlo sacrificarse por el bien del equipo.

-La hay, pero no aceptará nada de mí. Si fueras tú, estoy segura de que todo sería diferente.

-Él no es mi tipo.

-¿Y quién si lo es? ¿Ah?

Su mirada se desvió de la lente solo para observar detrás nuestro, en donde además de Henry y Rebecca, se encontraba Laureen adulando a él. Su mirada estaba vacía, con orbes que no parecían tener diferencia con su iris grisácea. El nuevo favorito del Gran Maestro y de Darío, y un elemento importante para nuestro escuadrón no solo por su habilidad con su Crinos, sino por ser el único que prácticamente no utilizaba un arma de fuego. A pesar de no

poseer sentido de la vista, aquel sujeto poseía una extraña capacidad para dar en el blanco al momento de disparar sus flechas de fuego purpura y negro. Era sumamente extraño, tanto que quizá su talento era la única razón por la que muchos lo odiaban, pues su talento respondía a esa incertidumbre sobre porque era de los pocos a los que se le reconocía luego de la guerra.

algunos protectores de antebrazos y hombros, pero el resto solo era su traje de cuero y mezclilla, con maya sobre su pecho para protegerlo mientras su cintura se veía adornada por dos dagas de hoja negra. Laureen no dejaba de mirarlo con incredulidad, y Aline solo sonreía con ironía al verlo, pero más por el hecho de que su sonrisa era una burla hacia mi persona por creer que él y yo teníamos una relación, cuando la única realidad estaba en que mi misión era monitorearlo y la suya, el protegerme a mí.




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