Tensión Textual

2. Holly en la cima

Tres años más tarde…

Estoy parada frente al espejo, lista para enfrentar mi primer día de trabajo en la empresa de mis sueños. Mi atuendo impecable refleja la elegancia que intento proyectar y una sonrisa ilumina mi rostro: una falda elegante, zapatos livianos y una camisa blanca metida dentro de la falda de tiro alto que también sostiene algunas partes de mi pancita que queda disimulada detrás de la tela.

La satisfacción de la graduación y la superación de los desafíos me han llevado a este momento. Apenas me he graduado y he conseguido trabajo, eso me parece un logro asombroso que probablemente no me lo haya dado el alto promedio de mi clase sino que mantuve un perfil laboral en mis redes sociales a la altura de este momento.

El sol ilumina la ciudad mientras salgo de mi apartamento, inhalando profundamente el aire fresco de la mañana. Cierro la puerta con determinación, lista para abrazar el nuevo capítulo que se abre ante mí. El peso de la experiencia universitaria ha quedado atrás y ahora estoy lista para aplicar todo lo que he aprendido.

Inicio la rutina de la vida neoyorkina que siempre he deseado y finalmente puedo creer que sea totalmente sí. Sí, claro que lo puedo creer porque he soñado por este momento, he luchado hasta el agotamiento hasta conseguirlo. Mediante LinkedIn me enteré de un empleo que era soñado, pues estudié Marketing y quedé en una empresa cuya misión es el análisis de historias y mercado adaptables a una plataforma de series y películas enfocadas en historias románticas. ¡Libros, creatividad y romance, dime si no es lo que cualquiera esperaba! Además hay café gratis en la oficina con elementos de trabajo de primer nivel, estoy que estallo de la alegría y el orgullo. ¡Yo me lo merezco, yo me lo merezco, yo me lo merezco!

El ruido de la ciudad y del subte terminan siendo pasados a llevar una vez que llego al edificio.

Suspiro con devoción.

Sí… Es tan bonito como esperaba. Me encuentro ante un impresionante rascacielos en pleno corazón de Manhattan. El edificio se eleva majestuosamente hacia el cielo, reflejando la luz del sol de la mañana en sus cristalinas fachadas. La arquitectura moderna y elegante habla de la prominencia de la compañía y siento una mezcla de asombro y emoción al contemplar mi nuevo entorno laboral.

Las puertas de vidrio se abren automáticamente cuando entro y el vestíbulo se extiende ante mí, una obra maestra de diseño interior. Las paredes de mármol pulido, combinadas con detalles en acero y vidrio, crean un ambiente de lujo y sofisticación. El sonido sutil de la música ambiental agrega un toque armonioso al ambiente.

Una vez dentro, la emoción se mezcla con un toque de nerviosismo. Pido indicaciones a la gente de recepción quienes me indican por dónde ir: camino por los pasillos, admirando la elegancia de las oficinas y sintiéndome agradecida por haber alcanzado este punto. Recuerdo cómo, en la universidad, luché por la justicia y la integridad y esa misma ética me ha guiado hasta aquí.

El bullicio de profesionales ocupados llena el aire mientras cruzo el vestíbulo hacia los ascensores. La gente se mueve con determinación, cada uno inmerso en su propia misión. Observo con admiración a los empleados, todos ellos inspirando profesionalismo y dedicación.

Al llegar a mi piso, la puerta de los ascensores se desliza abriéndome paso a un espacio de trabajo moderno y luminoso. Las vistas panorámicas de la ciudad desde las ventanas de piso a techo son simplemente impresionantes. El brillo del sol acaricia los rascacielos, y el bullicio de Manhattan se desvanece en el trasfondo.

La empleada que me recibe, Sarah, me saluda con una sonrisa cálida y contagiosa. Su entusiasmo es evidente mientras me guía a través del espléndido espacio de la empresa, además que podría ser mi madre por la edad que aparenta, es muy bonita y cálida en su manera de dirigirse a mí.

–Te enseñaré tu oficina y luego de que la apretada agenda del jefe encuentre en recoveco intentaré de conseguir que te conozca–me dice ella–, te va a encantar, es tan divertido, genuino y generoso. Me dio trabajo cuando creí que ya nadie más me tomaría por mi edad. Estoy sumamente agradecida y contenta con él.

Parpadeo, sorprendida. Vaya, en verdad quiero conocerlo, suena como una gran persona ese hombre enigmático.

Caminamos por pasillos impecablemente diseñados, con paredes de cristal que permiten vistas asombrosas de la ciudad. Sarah me señala los diversos departamentos, cada uno vibrante y lleno de actividad, incluso salas de reuniones, baños, espacios de grabación y la bendita cocina con una cafetera tan bonita como la había imaginado. ¡Hasta capuccino hace, esto es genial! La energía positiva fluye en el aire y la sensación de colaboración y dinamismo es palpable.

Llegamos a mi área de trabajo y no puedo evitar sentirme impresionada. Mi escritorio está estratégicamente ubicado con una vista panorámica de Manhattan. La ergonomía y el diseño moderno se combinan para crear un espacio de trabajo cómodo y funcional. Una computadora de última generación y demás herramientas tecnológicas están listas para utilizarse.

Sarah señala las comodidades adicionales, como una cafetería completamente equipada con una variedad de opciones gourmet, desde café recién hecho hasta refrigerios saludables. La sala de descanso es un oasis de relajación, con sillones cómodos y plantas verdes que crean un ambiente acogedor.

Sarah destaca la importancia de la colaboración y la innovación en la empresa cuando andamos frente a la enorme oficina vidriada de mi jefe quien está de espaldas hablando por el móvil, mirando al otro vidrio enorme que tiene de las mejores vistas que podría haber en la ciudad. Un hombre que todos los días puede contemplarlo todo cual Dios con sus humanos realmente ha de sentirse poderoso.

–Tenemos que darnos un poco de prisa porque hay una reunión que debo organizarle de inmediato–me dice Sarah y eso hacemos.




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