Tensión Textual

17. Hasta abajo, jefe

Narrado por Jordan

¿Realmente la gente se divierte con eso? Hace tiempo me parecía divertida la música, salir de fiesta, consumir cuanta cosa horrible se me cruzara por los ojos, pero esta situación se terminó hace tiempo. No entiendo cómo podía parecerme eso sinónimo de diversión.

La noche sigue su curso entre cantos, tragos y risas conmigo contando los minutos en que considero prudente que ya debería irme. La música retumba en mis oídos mientras observo a la multitud disfrutar de la velada de manera animosa. La cena no fue muy rica que digamos, le faltó clase, los tragos fluían demasiado para mi gusto y me guardo todos los comentarios que se me cruzan por la cabeza al notar que Holly se la está pasando de maravilla con su copa en mano. Pero apenas toca el vino, pasa solo con un agua fresca con limón y no entiendo cómo puede ser que ande tan risueña si no ha bebido, eso evidencia la clase de persona que es al elegir las fiestas para pasársela bien, me parece tan grotesca esa mujer sin clase alguna. Es como si su felicidad desbordante destacara entre la multitud y no es que sea receloso de la alegría ajena sino que en su lugar estaría preocupándome por tratar de hacer un mejor trabajo, mejorar como persona o simplemente si le gusta la fiesta es porque se trata de alguien poco sensato.

Una vez que deciden dar rienda suelta al baile, uno de mis empleados de la oficina, específicamente de la parte de legales se toma el atrevimiento de bailar con ella y se la pasan de maravilla. Decido que no voy a marcharme, pero tengo que volver a ubicarla a Holly y que se dé cuenta que no quiero que una de mis empleadas ande pareciendo una auténtica mujerzuela moviéndose de esa manera y riendo a carcajadas como si la clase fuese lo último que aprendió en la vida.

Decido quedarme un poco más, en silencio y una parte de mí sugiere que se la ve muy atractiva mientras disfruta y baila con gusto. 

—¡Qué pasa, jefecito! ¡Baile, baile, baile!—me dice Christine apareciendo con un trago que me ofrece, pero me niego.

—Estoy con soda de cola, pero gracias—le digo.

Ella se encoge de hombros y se sigue moviendo mientras una música del asco sale por los parlantes hasta que sucede lo más temido y es que comienza a sonar reggaetón provocando que todos se sacudan como batidoras encendidas. Por todos los cielos, tan bajo es esto.

—¡Wooooow, eso es nena, sacúdelo!

Christine perrea con Holly y… Un momento. ¡¿Qué rayos hace Holly perreando?! Siento pena ajena de ella mientras se mueve, pero mis sentidos entran en alerta al momento que mi cuerpo da señales de que me estoy disfrutando verla así. Cielo santo, qué sexy se la ve. Aunque no debería hacer eso, no deja de estar en un contexto laboral, Christine puede hacer lo que le plazca porque laboralmente no me responde a mí sino a la oficina que la coloca como nexo con mi empresa, pero Holly, cielo santo, cómo se atreve. Cómo se atreve a tener esas pompas tan redondas y atractivas, además de regodearse de ello como una cualquiera.

—Okay, suficiente—le digo, devolviéndola arriba para que el idiota de Fred, de Legales, deje de mirarla como a un bistec jugoso.

—¿Eh? ¿Qué sucede?—pregunta Holly al verme devolverla arriba.

—Céntrate un poco, ¿quieres?—le digo al oído e intento disimular mi molestia ante los demás, pero ella habla a los gritos:

—¡Todo el mundo se está divirtiendo!

—¿Estás ebria o qué? —¿Acaso se cree que la hemos traído a un viaje de esparcimiento o qué? No debería estar disfrutando, lo que sea que esté sucediendo ahora mismo está mal y me estoy equivocando a permitirle a Holly disfrutar, debo de pensar bien cuál ha de ser mi próximo movimiento.

—¡Hasta abajo, nena, hasta abajo! —Un pelirrojo se aparece y la toma de la cintura por delante mientras otro de rulos negros hace lo mismo con ella por detrás. Mi gesto es de horror puro y estoy a punto de ponerme a repartir un montón de golpes en el lugar, pero debo llamarme a mis cinco sentidos para contenerme.

Espero que sean gays y no se estén aprovechando de ella. En efecto una vez que se levantan los muchachos se besan y luego sacan a Sarah a bailar.

—¿Qué pasa, jefe? ¿No baila?—me dice Ashley, una de las chicas de marketing. Intento contenerme de no hacer nada hasta que capto que en verdad está intentando bailar conmigo.

Y Holly nos mira.

Sí, he conseguido captar su atención.

Ashley baila conmigo y me cuesta seguirle el ritmo en medio de esa música de porquería.

Trato de mantener la compostura, pero por dentro arde una mezcla de celos y deseo mientras mis ojos no salen de encima de Holly. Me pregunto qué puedo hacer para destacar entre la multitud y demostrarle que soy yo quien realmente merece su atención para torturarla y mostrarle quién baila acá.

Hasta que mi mente entra en cortocircuito al descubrir que Fred vuelve a acercarse a ella. Bailan de manera muy animosa, muy juntos.

Yo dejo de bailar.

Ashley lo nota y se va, dejándome solo, pero no me importa en absoluto.

Fred se acerca a Holly mientras le habla al oído y la sangre en mi interior hierve como en ebullición al ver esa escena.

Me acerco a ellos y él se aparta.

No son necesarias las palabras para que mi empleado descubra que estoy reclamando a su pareja de baile por lo que termina por sonreír de manera forzosa y se va.

—¿Qué te crees que haces?—me pregunta Holly, desafiante. ¿Cómo se atreve a tutearme?

—Ven conmigo—le digo, sujetándola de un brazo. Decido confrontar a Holly en medio del bullicio del baile, incapaz de contener mi curiosidad y el creciente malestar que me causa verla tan alegre entre la multitud. 

—¿Qué? Suéltame, yo quiero bailar—se queja.

—No. Vamos por un trago. —Me acerco a ella con determinación, y cuando nuestros ojos se encuentran.

Ella me mira sorprendida y sacude la cabeza con una sonrisa.




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