Teorema De Amor

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Los primeros conceptos de la clase comenzaron a caldear el ambiente. A esto le siguió una propuesta nueva a las proposiciones que se desencadenó en el preciso instante en que yo me encaminaba a la zona de los recursantes del año anterior. Cuando vi a Sofía sentada en el mismo grupo. Carpeta en mano me di cuenta a mitad de camino, que no estaba preparada, pero ya era tarde para mentalizarse.

 

Quise rodear lo máximo posible a Sofía, de forma que pudiera evitar cualquier contacto con ella, así que aparecí por detrás de Federico y comencé resolver sus dudas, bajo la mirada distraída de los alumnos, que alternaban su atención del profesor a sus apuntes. Me fije en la mirada de Sofía que era la más distraída de todas, pero a la vez la más tensa, como si algo le obligara a mirar al profesor pero este mismo fuera la única cosa de la que no se estaba enterando. Me fije también en que me temblaban las manos y procure terminar rápido de despejar las dudas en ese grupo. Pero algo me empujaba a observar a Sofía. Supongo que quería reconocer en ella algún signo del tiempo que había pasado, alguna cosa que me ayudara a entender que el cordel que nos unía se cortó, tal vez apreciar un resquicio de incomodidad, pero el tiempo que había transcurrido me pareció apenas un suspiro cuando la tuve delante.

Por otro lado, su indiferencia despertó en mí una rabia olvidada, y no por ser indiferencia sino por no serlo en realidad. Era una indiferencia falsa, fingida, escondida en el rabillo del ojo mientras me tenía a su alrededor. Fui a darle a Federico el bolígrafo que sin darme cuenta me había llevado de su pupitre y ella se apartó más de lo necesario para que lo hiciera.

Volví rápidamente donde Leo porque no quería enfrentarme a lo que su presencia empezaba a sentir. La vi de lejos. Bebió de un mate que le pasaron desde atrás, más bien se mojó los labios, con la delicadeza de quien sabe que está siendo observado, y mantuvo su atención en Leo. Decidí hacer lo mismo. Pero interiormente, repase la historia de principio a fin, me conté con detalle selectivo el cuento que me había estado contando a mí misma en los últimos meses, y así conseguí que la sensación de falta de control que me dominaba se viera sustituida de nuevo por el rencor, por la ira contenida. Y me sentí más a gusto en mi autocompasión, repitiéndome una y otra vez que me dejo sola cuándo más la necesitaba, que tuve que cargar con ese frío insoportable, que no me valoró en absoluto.

No tardaron en llamarme. Sofía se ocupó de llamar a Leo por su cuenta, y por una parte me alivió, pero por otra avivo más el fuego que me consumía. Sin embargo, para mi desgracia, Leo me pidió que les asistiera yo mientras él se ocupaba de otro de los grupos. Es lo que pasa siempre, cuando menos ganas tienes de hacer algo más factores se juntan para que lo hagas. Odié un poco a Leo.

Ella tenía las piernas cruzadas y los dedos le descansaban en una pierna. Había girado ligeramente la silla para poder ver mejor la demostración que se estaba haciendo en la pizarra. Y tal vez por eso no me vio llegar a mi hasta que estuve suficientemente cerca. No sé si hice algún movimiento brusco, desde luego no fui consciente, pero creo que perturbe su tranquilidad, porque cuando casi había llegado a su pupitre a ella le dominó el súbito amago de levantarse, pero no llego a hacerlo, solo se removió en la silla como si estuviera incomoda. Ocurrió rápido, pero a mí me pareció que todo pasaba a cámara lenta. Su reacción fue demasiado confusa para mí como para reaccionar de otra forma; quise apartarme creyendo que iba a levantarse (huir), y cuando entendí que no lo haría, que simplemente actuaba como si la postura le hubiera resultado repentinamente incomoda, fue tarde para esquivar una silla de la mesa de al lado, con la cual tropecé a una distancia de Sofía demasiado inoportuna. En mi mente se desarrolló lo que creí que sería la escena que estaba por ocurrir, casi vi la gravedad actuando, mi cuerpo doblándose patéticamente para acudir a su hermosa unión con el suelo, la carpeta que traía volaba por los aires con una birome y unos lápices que tenía encajados en el rulito del cuadernillo, todos con vida propia para poder ir a parar cada uno a una persona distinta, probablemente el mate que estaba tomándome acabaría sobre la ropa de alguien, probablemente la de Sofía, probablemente la tierra no me tragaría por mucho que lo suplicara (y suplicaría), probablemente todo se convertiría en unos segundos en un caos de papeles y mate derramado que atraerá las miradas ajenas hacia la ayudante de calculo que ya la había fastidiado en su primer día.

Pero nada de eso ocurrió. Aun que mis pies amenazaron con dejarme caer, logré recuperar el equilibrio enseguida, el mate se inclinó peligrosamente hacia uno de los lados, pero también pude recobrar el control a tiempo, aunque hacerlo me supuso derramar parte de este sobre mí misma. También odie la física, (no por Sofía) por permitirme estropear mi propio vestuario en un intento de no estropear el de otra persona.

-No voy a cebarte mas mates si los vas a derramar- bromeaba Fede mientras yo dejaba el cuaderno en la mesa notando el líquido caliente calarme la camisa.



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En el texto hay: lgtb

Editado: 29.03.2018

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