Teoria de la Generación Espontánea

Capítulo IV

Ethan le había enviado el boleto por correo hace unas horas.

Sus planes de irse el jueves se habían descartado cuando averiguó que el vuelo a Londres más próximo en la aerolínea que patrocinaba el boleto era al día siguiente.

Eso había ocurrido ayer.

Sasha se lamento, pero comprendía que en esas situaciones no podía disponer de nada a su preferencia.

Por suerte había averiguado, investigando en internet y con unas llamadas a la embajada, que su nacionalidad le permitía entrar en Reino Unido solo con el pasaporte.

Reviso una vez más su maleta, buscando algo que no fuera completamente útil para sacar y hacer espacio a uno de sus libros de Brandon Sanderson. Sabía que su amigo no compartía su afición por la lectura y no podía permitirse arriesgarse a quedarse sin algo que leer.

Pateo la maleta al no poder encontrar nada prescindible y la cerro. El aliento de los dioses tendría que permanecer en su repisa.

El vuelo partiría en unas horas, por lo que Sasha tomo sus cosas. Se repetía mentalmente que estaba tomando la decisión correcta, aunque no habían razones lógicas para que no lo fuera.

Cuando pagó al taxi que lo llevo hasta el aeropuerto, Sasha pensó que estaba gastando los últimos centavos que le quedaban y que cuando regresara no encontraría nada en lo que caer muerto.

El aeropuerto no estaba tan lleno, teniendo en cuenta que estaba en Nueva York, por lo que Sasha lo tomó como una señal divina de era la mejor decisión. Se dispuso a realizar el papeleo de su maleta y después prosiguió a ir a la ventanilla donde notificaría su salida del país.

Habían al menos cuarenta personas antes que él, por lo que todo fue relativamente rápido. Una vez estuvo en la ventanilla, una mujer rubia de migración lo atendió. Sacha le extendió su pasaporte rojo. La mujer abrió el documento con una expresión aburrida cuando la esperada expresión por parte de Sasha inundó su rostro. Pero no era sorpresa, si no fastidio.

Él sabía exactamente por que se trataba y puso su mejor sonrisa cuando la mujer trató de pronunciar su nombre, fracasando en el intentó. Trató de ser amable, pero sin poder evitarlo su voz adquirió un toque agrió cuando la corrigió y él mismo dijo su nombre.

Sabía por experiencia que Sasha era mucho más sencillo, pero para su desgracia ese no era el nombre que circulaba en su identificación.

Sonrió una vez más tratando de superar su fastidio hacia aquel hombre que le había dado su nombre cuando la mujer le devolvió su pasaporte.

Se dirigía a la zona de abordaje cuando Ethan le envió un mensaje. Lo ignoró de momento hasta que estuvo sentado en el nada cómodo, y mucho menos practico, asiento de avión. No le agradaba el asiento de la ventanilla, por lo que iba en el que da al pasillo. Ese tampoco le agradaba, pues las azafatas, cualquier persona que decidiera ir al baño o simplemente levantarse y estirar las piernas lo rozaría, pero aún así era mejor opción que el asiento intermedio.

Iba releyendo Las mentiras de Locke Lamora en epub cuando recordó el texto de Ethan.

Era una excusa barata del por que no podía ir a buscarlo al aeropuerto como habían acordado, adjuntando una dirección y diciendo que era la segunda puerta del quinto piso, que está estaría abierta.

Las horas pasaron, Sasha casi había llegado al final del primer libro, que durante todo el viaje no paraba de recordar por que era de sus favoritos, puesto que era como tomar las mejores partes de Juego de Tronos y El nombre del viento, juntarlas y agregarle humor, cuando sintió que el avión comenzaba a descender.

Miro la hora, tres y cinco de la tarde.

Su vista por la ventana le limito a nubes cargadas de agua. Seguramente en la noche caería una gran tormenta.

Termino saliendo del aeropuerto a las cinco y cuarto. Se estaba aferrando a su maleta casi con desespero, pues había estado a nada de perderla.

El aeropuerto de Londres estaba considerablemente más vació que el de Nueva York, por lo que no le fue difícil encontrar un taxi. Trato de decir la dirección con la mayor seguridad posible, pero cuando notó la mirada de confusión del conductor, termino cediendo y le entrego su móvil, donde se podía ver la ubicación del lugar. Después de todo, salía del aeropuerto, dudaba que existiera una manera posible de evitar ser estafado con el precio.

Media hora después, Sacha solo tenía once libras en su billetera, que calculo serían unos quince dólares.

El edificio era sencillo, de unos ocho pisos, aproximadamente. La primera planta estaba dividida en una panadería y una floristería, por lo que Ethan supuso que tendría que subir por una puerta de madera verde opaco que parecía dar a un pasillo.

Pero no tenía la llave.

Estuvo a punto de entrar a la panadería a preguntar si lo dejarían subir, cosa que dudaba, cuando recordó lo que dijo Ethan.

Él no podía ser tan idiota como para...

De igual forma se acerco a la puerta, no se molestó en parecer un ladrón o algo por el estilo, pues las personas que transcurrían la calle ni siquiera se molestaban en mirarlo dos veces.

Tanteo la puerta, y esta se abrió con extrema facilidad para él.

Ethan era un idiota.

Tal como había supuesto, frente a el no había más que un pasillo que llevaba a unas escaleras extremadamente angostas.

Se dispuso a subir hasta el quinto piso, y cuando estuvo en este no se molesto en releer el mensaje y verificar que puerta era.

Sasha probo en dos de cuatro, hasta que la tercera se abrió para él.

—¿Ethan?

Pero nadie respondió.

Sasha paso adelante, era un pasillo con una mesa de centro y un espejo a un lado, las paredes eran gris claro y lo único que había en la mesa eran monedas y una retratera. Al fondo había una luz encendida, por lo que supuso que sería la sala.



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En el texto hay: tristeza, juventud, amor

Editado: 21.07.2020

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