10:40 pm.
Han pasado treinta minutos desde que hablé con mi mamá por celular y la verdad es qué ya estoy que me como las uñas de la impaciencia, pues dijo que venía de camino y nada de que llega. Salió de casa a las 7:30 pm. con destino al departamento de policías y no es que esté muy familiarizada con el protocolo, pero no creo que tomar la declaración de un atentado que gracias a Dios fue insignificante, tarde tres horas.
He estado muy nerviosa por todo lo que ocurrió hoy, y no he podido evitar pensar en qué el sujeto que pincho la llanta al auto de mamá y el qué me observaba fuera del instituto estén relacionados, debe ser porqué los dos hechos ocurrieron el mismo día, porque la verdad es casi imposible que se tratara de la misma persona en los dos casos, además ya sabemos qué el hombre que pincho la llanta se dedicaba a eso, no es como que eligiera a mi madre con anticipación, solo fue una víctima a la zar. Pero por otro lado, para mí sigue siendo sospechoso y misterioso el otro hombre, el que me miraba minuciosamente y con escrutinio ésta tarde, quiero no pensar en aquello. Tampoco pienso hablarlo con alguien, está descartado contárselo a mi madre o a Carrie, que son las únicas con las que hablo de cualquier cosa. No puedo decirles esto por qué no sé como explicarles el escalofrío que su mirada provocó en mi, me causó muy mala espina su rostro duro, pero tal vez solo exagero y no quiero ponerlas con los nervios de punta con mi suceso extraño.
Me encuentro en la cama de mi madre, con los audífonos puestos pero decido quitarmelos para así escuchar cuando llegue. En verdad ya tiene tiempo de haber llegado a casa. Se que puedo estar exagerando, pues debo admitir que no me gustan las esperas pero estoy nerviosa y solo me calmaré cuando la vea entrar por la puerta. Amo su cama, siempre e tenido la sensación de que es más como da que la mía, quisiera hasta dormir aquí pero no me deja, siempre termina echandome y reclamando por el desorden que hago, por qué hasta con comida vengo y me pongo cómoda aquí, lo que me hace pensar que debo recoger todo esto antes de que llegue porque le daría el patatus si encuatra las almohadas y sábanas alborotadas, migajas de comida y una jarra sobre una de sus mesitas de noche. Esta vez no tiraré las migajas sobre la alfombra, he sido muy bruta todas las veces que lo e hecho, intentando que no se entere que estuve comiendo aquí y dejo las pruebas sobre la alfombra, nada inteligente Carrie. Decido recogerlas y ponerlas en el plato donde estaba la cena para luego sacudir las sábanas y colocar bien las almohadas, después de terminar parce qué todo está como lo encontré. Recojo los utensilios de la cocina para ponerlos en su lugar y el sonido de un coche en la entrada provoca que agilice mis movimientos, quisiera bajar corriendo las escaleras pero no es lo más recomendable, tomando en cuenta que todo lo que llevo en las manos es de vidrio, pero igual bajo lo más rápido que puedo en estas circunstancias y el temor de que mi madre me encontrara haciendo algo que numerosas veces me ha dicho qué no haga, pasa a segundo lugar cuándo lo qué más quiero es ver que está bien, con ella cerca sé que mis nervios se irán.
Al terminar de bajar las escaleras ella ya está en el recibidor.
-Ya era hora, estaba preocupada - digo con mi corazón y mente calmados ahora que ya está aquí. Soy apegada a mi madre, muy apegada de hecho. Nunca fui de vacaciones donde ningún familiar yo sola, siempre salíamos juntas y aunque ahora soy yo quien la convence de que ya soy grande y todo eso, para que ella salga por lo menos por asuntos de trabajo, por qué vida social no tiene, la extraño cuando está lejos, si no fuera por mi loca amiga qué se queda conmigo los fines de semana que mamá está fuera, tal vez me la pasaría llorando como niña de cinco años.
Ella sonríe levemente.
--Carlye, no podía haber estado en un lugar más seguro, rodeada por decenas de policías - dice mientras se acomoda sobre un sofá con evidente cansancio.
--Tambien hay convictos ahí, no lo olvides --le recuerdo y continuó mi travesia a la cosina, creo que nisiquiera se fijó en lo que llevaba en las manos, mejor para mí.
--Te vez exhausta --le diga al regresar a su lado y acomodarme en el asiento frente a ella.
--Lo estoy. Las cosas resultaron ser más complicadas una vez llegue a la estación.
--¿Porqué? ¿Qué ocurrió? -pregunto con interés.
--Al llegar pregunté por el detective Morrison, fue él quien llamó en un principio para avisarme de todo. Un oficial me llevó hasta su oficina, nos presentamos e inmediatamente me ofreció asiento. Sin dar vueltas me preguntó qué si había reconocido al sujeto, a lo que yo respondo negativamente, entonces el me acercó un expediente que tenía sobre su escritorio y entonces me di cuenta de qué ese hombre era uno de mis pacientes: Steve Molovik.
--Él si te reconoció, por eso prefirió huir en vez de atacarte -ahora todo tiene sentido.
--El detective me informó que Steve se escapó hace siete meses del hospital psiquiátrico en el que estaba interno y que desde entonces se había dedicado a asaltar mujeres muy específicamente, nunca a hombres, según las denuncias, pues todas eran de mujeres. Lo positivo, si se puede llamar así, es que no las agredía físicamente, solo se llevaba objetos de valor y dinero.
--No entiendo porqué era tu paciente sí tu no eres psiquiatra, eres psicóloga.
--Al principio no era un paciente psiquiátrico. Cuando llegó a mi consultorio el pobre hombre cargaba con las burlas y el rechazo de su propia família, sobre todo de su esposa. Ellos nunca conformes con lo qué el hacia por ellos, lo insultaban y no tenían ni un ápice de respeto por él. Cuando llegaba a terapia parecía mejorar, pero al siguiente encuentro estába peor que la vez anterior. La presión y el sufrimiento al que estába sometido y el hecho de que no se tomara su medicación, le provocaron un colapso nervioso en plena calle. Me llamaron del hospital. Habían intentado comunicarse con los escasos contactos que tenía en su móvil pero ninguno contesta, así qué entre sus pertencias encontraron mi tarjeta y se pusieron en contacto conmigo y les confirmé que efectivamente era mi paciente. Al llegar me informaron que un desconocido había llamado a emergencias y una ambulancia lo había trasladado hasta el hospital. Le administraron una dosis fuerte de risperidonea, un calmante de uso psiquiátrico, y que si no llegaba ningún familiar en las siguientes veinticuatro horas, lo trasladarían a un hospital psiquiátrico, ya que su condición era de una persona desequilibrada.