El incesante sonido de un claxon me dió los buenos días, de paso también hizo qué casi me callera de la cama. Por suerte me espabile y mis pies tocaron el suelo antes que mi cara. Me acerco a la ventana haciendo a un lado la cortina que la cubría, el sol entra con poderío a la habitación y escucho a Carrie quejarse por ello. Abajo estaba la señora Sara, parada fuera de su auto, tocando el claxon y mirando hacia la casa.
Me volteo hacia mi amiga, que retomó su descanso y le doy unos golpecitos por encima de la manta buscando qué despierte; cosa que no conseguí. Decido dejarla y bajar para abrirle la puerta a su mamá. Abro y me asomo a la entrada; la madre de mi amiga repara en mi presencia y cierra la puerta del auto para emprender camino hacia mi casa. Tan pronto está más cerca distingo en su cara una expresión de desaprobación.
-¿Almorzaron? -pregunta una vez entramos a la casa. Me miraba expectante.
Me encontraba somnolienta a pesar de sentirme satisfecha en cuanto al descanso. -La verdad no hemos desayunado -contesto, y la expresión de su rostro me informa qué eso ella ya lo sabía.
-No me extraña para nada -dice sonriéndome un poco-. ¿Y donde está esa amiga tu amiga? -refiriéndose a Carrie-. No me digas... -dice antes de que pudiera responderle y toma camino escaleras arriba. Mejor me quedo justo aquí y les dejo privacidad a madre e hija.
Decido ir a la cocina por algo que saciara el revoltijo de tripas que comenzaba a atormentarme. Abro el refrigerador y tomo la jarra de zumo; mientras vierto un poco en un vaso, me fijo en el reloj de pared qué son casi las dos de la tarde. Con razón la expresión en el rostro de la señora Sara; habíamos dormido más de diez horas.
Estoy terminando mi zumo cuándo escucho a Carrie venir en mi dirección, huyendo de su madre por supuesto.
-Mujer, es sábado, ¿esperabas que hoy también madrugara? -dice mi amiga llegando a la cosina y tomando una banana que inmediatamente empezó a devorar; yo no era la única con hambre.
-¿Madrugar? -hija, por favor, sabemos qué no tienes idea de qué es eso -refuta su madre llegando tras ella y la aludida solo se limita a rodar los ojos.
-Ahora, ¿pueden explicarme para qué tienen celulares? -pregunta Sara a ambas. Pasé toda la mañana tratando de comunicarme con ustedes; tú madre también llamó Carlye -dice mirándome-. Se preocupó y casi arregla todo para estar de regreso hoy mismo, por eso vine para asegurarme de qué todo estaba en orden y estuve a punto de ganarme qué alguien llame a la policía por el ruido del claxon durante casi una hora -su mirada era dura y claro qué tenía razones de sobra.
-Fuimos muy irresponsables -admito-. Anoche nos acostamos tarde y no escuchamos sus llamadas, los celulares deben estar en modo vibración.
Sara suaviza su expresión y nos mira con más amabilidad. -Entiendo qué son jóvenes y qué en esa edad el tiempo parece irse muy rápido a veces y sin qué nos percatamos de ello -dice posando su mirada en una y en la otra-. Pero ambas deben de tomar más seriedad en lo qué hacen. Este es su último año de escuela y cuando ese año termine ya no serán niñas al cuidado y bajo la supervisión de sus madres -dice con firmeza pero con una expresión relajada-. Deberán tomar decisiones y aceptar responsabilidades sin esperar que alguien más les salvará el trasero o llegará a despertarlas antes de qué se les haga tarde.
Tiene toda la razón en lo que dice, y agradezco qué nos lo dijera pues al imaginarme la vida siendo independiente sólo se me ocurren cosas divertidas y las responsabilidades no pasan por mi mente casi nunca.
-Llamaré a mamá -les digo y me dirijo a buscar un teléfono.
La voz de mi madre me toma por sorpresa al otro lado de la línea; contestó tan rápido qué no alcancé a escuchar el primer timbrazo. -Carlye, ¿están bien tú y Carrie? ¿Porqué no contestaban? Estaba muy preocupada, nisiquiera he asistido a las actividades de esta mañana pensando qué algo les había ocurrido y de no ser por Sara estaría justo ahora de camino a casa -sabía qué estaría así de intensa.
-Estamos bien -le aclaro rápidamente-. Solo nos quedamos dormidas y no escuchamos sus llamadas.
Escucho su respiración relajarse. -¿Y Sara, ha pasado a verlas?
-Está aquí justo ahora -respondo-. En realidad ella ha sido quien nos ha despertado hace apenas como media hora.
La escucho bufar. -Vaya qué son dormilonas ustedes dos - su voz está más calmada que al inicio.
-Lo siento mamá, no quería causarte preocupaciones en tu retiro -me disculpo, sintiéndome mal por mi inmadurez.
-Descuida, cariño -dice con su dulce voz-. Me alegra saber qué está todo bien allá.
-¿Y qué tal tú? -pregunto con interés en cómo la está pasando.
-Es hermoso todo aquí -responde con algo de emoción-. La villa es enorme y hay mucha vegetación; ¡me encanta!.
-¡Qué bueno mamá! -me alegra saberla feliz.
-Tengo qué dejarte -me informa-. No quiero llegar tarde a la siguiente charla.
-Entiendo, mamá -hablamos más tarde.
-Sí, cariño; lleva tú celular encima -dice a manera de orden.
-Lo haré; besos mamá, te amo.
-Yo también te amo cariño -dijo y colgó.
-Carlye, vayamos a cambiarnos; mi mamá nos llevará a almorzar o más bien a cenar, al centro comercial -me informa Carrie pasando junto a mí.
Yo le sigo los pasos y ambas nos dirigimos al segundo piso.
-No tarden, chicas -escuchamos decir a Sara y ambas respondemos un "no lo haremos", al unísono.
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Me encanta el sentido del humor de la madre de mi amiga. Es muy divertida; es inevitable no estar sonriendo cuándo se está cerca de ella. Sería difícil imaginarse qué fue abandonada por el hombre qué amaba y del cual esperaba un bebé, cuando solo faltaban pocas semanas para tener al hijo de ambos, la hija, en este caso. Carrie.
Es en verdad fuerte y siento mucha admiración por ella al igual qué por mi madre.
El viaje hasta el centro del pueblo fue ameno. Al llegar nos dirigimos directamente al segundo nivel, donde se encuentran todos los puestos de comida. Comimos pechugas de pollo a la plancha con puré de papas y una ensalada de vegetales variados; bebimos cócteles de frutas y luego cada una eligió su sabor de helado preferido, Carrie: vainilla, Sara: chispas de chocolate y yo: bizcocho. Disfrutamos de nuestros postres con calma y luego fuimos hasta las tiendas. No salimos con la intención de hacer compras, pero ¿a qué mujer no le gustan las compras?, ya recuerdo, a mi madre, únicamente.
La señora Sara compró un hermoso vestido rojo y unas sandalias para combinar. Carrie eligió unos jeans de mezclilla color beige, una hermosa playera aeropostale rosado pálido con letras blancas y unas vans blancas. Por mi parte solo llevé unos jeans rotos, azules y unos converse negros; había comprado ropa recientemente pero me gustaron esas prendas y no me pude resistir. La señora Sara pretendía pagar todo pero yo me negué a que costeara mis compras, no quería abusar y tenía con que pagar.
Salimos hasta los parqueos. Mientras Carrie y yo hablábamos sobre qué serie veríamos al llegar a casa la señora Sara adelantó su paso rápidamente frente a nosotras sin previo aviso, solo comenzó a caminar más rápido y luego a trotar no muy rápido, pues sus zapatos altos se lo dificultaban, mirando hacia el frente como si persiguiera a alguien.
-Mamá, ¿qué pasa? ¿Á donde vas? -interrogó mi amiga yendo tras ella.
Se detuvo a la salida del parqueo. Cuando llegamos hasta ella nos encontramos con un rostro pálido y con un ceño muy fruncido.
-¿Estas bien? ¿Qué pasó? ¿Porqué empezaste a correr así de la nada? -Carrie le hacía muchas preguntas juntas a su mamá y está solo negó con su cabeza. Parecía que había visto un fantasma o algo parecido. Pero después de unos segundos habló.
-Creí haber visto a alguien -dijo aún ensimismada.
-¿A quién mamá? -preguntó su hija con insistencia.
-No es importante -respondió está, cortante y se giró para llegar hasta donde habíamos dejado el vehículo.
-Me hubieras dicho qué no es mi problema saberlo y no me ofenderias tanto como lo has hecho al responder qué "no es importante" -le reclama una confundida Carrie a su madre, quien lleva puesta la mirada al frente-. A mí me pareció qué si lo era.
-Ya dije que no lo es -Sara usó un tono de voz qué no permitía réplica y a Carrie no le quedó más remedio que guardar silencio.
Subimos al auto en completo silencio y la señora Sara se tomó unos segundos antes de poner el auto en marcha. No tengo idea de qué ocurrió hace un momento pero lo que sea que haya sucedido le afectó mucho.
- Carrie, pasaremos por tú casa para qué recojas algunas cosas incluyendo tú uniforme y tus cuadernos -hace una pausa para ver la expresión en nuestros rostros- creo que es mejor si te quedas en mi casa hasta que regrese tu madre.
Hice un asentimiento con mi cabeza sin pronunciar palabra. Y a diferencia de cuando salimos, el viaje de regreso era tenso y el ambiente era para nada agradable.
Llegamos a mi casa e hice lo que la señora Sara me había pedido; tomé todo lo necesario y lo puse en un pequeño bolso, a parte de mi mochila.
-Genial, ya no podremos hacer lo qué habíamos planeado -dice Carrie entrando a mi habitación con cara de pocos amigos.
-Créeme que yo también estoy decepcionada -le dije mientras acomodada mi cama para qué no quedara desordenada.
-Aún podremos ver la serie, pero tendremos qué irnos a la cama antes de la una -dijo mi amiga, como si eso fuera lo peor qué le podría pasar a una persona.
-No está tan mal -dije tratando de animarla-. Tu mamá tendrá sus razones para al haber tomado esa decisión.
-Debió explicarnos esas razones, no somos niñas -refutó ella.
Y yo pensaba igual que mi amiga pero no quería apoyarla para qué no se sintiera respaldada y fuera a enfrentar a su madre y a pedirle una explicación.
Llegamos a casa de Carrie y su madre, y aúnque ya el color había vuelto a su cara, la señora Sara aún estaba algo distante. A mí también me pareció sumamente extraña su reacción de la tarde en el centro comercial, pero no me atrevía a preguntar y más cuando después de eso no permitió qué nos quedaramos en mi casa como teníamos previsto. Está claro qué es importante lo qué ocurrió allí aunque ella lo niegue, pero no indagaré en cosas qué no me competen; suficientes cosas tengo ya en que pensar.