Otro día en que no quiero levantarme. Desde el miércoles cuándo pasó todo eso con Vanessa, y que le mentí a Daniel, mi estado de ánimo ha estado pésimo. Mi cabeza es un enorme lío de pensamientos en todo momento, y me está costando trabajo dormir, comer y concentrarme en cualquier cosa por simple que sea. Y entonces me he preguntado, cómo es que existen personas que pueden mantener una mentira por años. Mentirle a Daniel es lo más difícil que he hecho, siento que todos se me quedan viendo extraño por que saben que soy una mentirosa. Lo sé. Estoy paranoica. Y eso no es lo peor, fingir que todo anda bien es aún más estresante. He evitado pasar tiempo con mi madre escudándome en que tengo muchas tareas, lo cual no es del todo una mentira. El punto es que no quiero que note algo diferente en mí y qué comience a hacerme preguntas. Porque obviamente ella tampoco sabe nada y es mejor que no se entere.
Pero con todo, aún debo levantarme y tratar de ignorar mi subconsciente, el cuál se ha convertido en mi mayor acusador. Necesito mucha agua fría, así que tomo una liga un envuelvo mi cabello en un alto moño antes de dirigirme al baño. No tardo demasiado debajo del chorro ya que no tengo tanto tiempo como para andar desperdiciando, cuándo escucho la alarma me quedo como idiota mirándo el techo por un largo rato en lugar de levantarme y empezar con mi rutina.
Salgo del baño sintiéndome fresca y un poco más relajada, un largo baño es increíblemente bueno para soltar el estrés, meditar, relajarse y hasta me he sentido mejor después de tomar uno cuando siento dolor de cabeza. Lástima que no puedo hacerlo ahora.
--Carlye, ¿puedo pasar?
Mi mamá está del otro lado de la puerta, y me sorprende que no haya entrado sin preguntar como normalmente hace. Me molesta que lo haga, y no es porque oculte algo o por ser rebelde, claro que no, es simplemente que me gusta que respeten mi privacidad. Nunca le impediría el paso a ella, nisiquiera uso cerrojo, pero me gusta sentirme respetada.
--Pasa, mamá.
Ella ingresa a la estancia y se enfoca en mí de inmediato. Estoy en ropa interior. Probablemente ella tampoco recuerde la última vez que me vió así, como me pasa a mí.
--Qué abdomen tan plano --comenta y no puedo evitar reír.
--Buenos días, mamá --digo todavía sonriendo y voy de regreso al baño a llevar la toalla.
--Buenos días --responde rodando los ojos divertida-- ¿Te estás alimentando bien?
--Por supuesto que sí --afirmo mirándola.
--Igual te llevaré a que te hagan un chequeo --determinó.
--¿En serio, mamá? -me quejo-- No estoy enferma.
-- No tienes que estar enferma para que un médico te vea --aseguró--. Además, será la última vez que te lleve a un hospital, cuándo cumplas dieciocho irás tú sola.
Dudo mucho que eso ocurra. No sé si soy la única a la que le pasa, pero el ambiente de los hospitales me hace sentir deprimida e indispuesta. Siento que cuándo verdaderamente me enfermo es después de llegar allá.
--Mamá, este no es un tema agradable para empezar un día --le reprocho mientras saco mi uniforme del closet.
Ella suspira resignada.
--Ya hablaremos sobre eso en otro momento --decidió--. Se me hace tarde, y a lo que vine fue a decirte que invites a tu amigo a cenar esta noche.
La miro incrédula. Estoy casi segura de que he escuchado algo completamente ajeno a la realidad.
--Perdón, no escuché bien --digo con el ceño fruncido.
--Escuchaste perfectamente --me responde sonriendo burlonamente--. Sería bueno que sus padres vinieran con él.
No salgo del asombro.
¿En qué momento cambiaron las cosas?
--Sus padres... --comienzo a decir, pero las palabras se cortan en mi lengua. Lo estoy engañando, conociendo lo difícil que ha sido su vida y aún así no soy sincera con él. Ahora mismo siento que me odio-- él, no los conoció, ellos fallecieron. --digo finalmente sintiéndome abrumada.
Mamá me sostiene la mirada, una mirada que refleja más que simple lástima, refleja comprensión, refleja empatía.
--Es un hecho realmente desafortunado --se lamenta--. ¿Con quién vive él?
--Con su tío, él vive con su tío.
--¿Y lo conoces? --interroga frunciendo el ceño.
--No, de hecho aún no lo he visto.
--Entonces ésta es la oportunidad perfecta. --dijo sonriente--. Nos conoceremos un poco y de paso vemos si tu amigo no es solo un atractivo chico de ojos azules.
Aprovecho que estoy poniéndome los zapatos para rodar los ojos sin que mamá me vea.
<<Por supuesto que él es mucho más que eso>> pensé decir, pero me contuve.
--Mamá, ¿no se te hace tarde? -- comento de camino al tocador.
Ella me mira con suspicacia, dándome a entender que captó mi mensaje.
--Sí, ya me voy --vino hasta mí y me besó en la frente--. Qué tengas un lindo día.
Yo la miré complacida y le dediqué una dulce sonrisa.
--Qué tengas un bonito día, mami --no es nada fuera de lo normal que de un momento a otro nos empecemos a hablar bonito, después de que parecía que estuviéramos discutiendo. Simplemente tenemos una relación lo suficientemente fuerte para soportar ese tipo de comportamiento.
--¡Adiós! --se despidió, dejándome frente al espejo.
Observo que mis ojos están apagados y que tengo ojeras. Honestamente no me he preocupado por dormir lo suficiente en los últimos cinco o seis días, las horas pasan inexplicablemente rápido cuándo estoy hablando con Daniel y normalmente por esa razón termino durmiendo después de media noche,y aunque nuestras conversaciones se han vuelto menos extensas debido a que el remordimiento no me deja hacer nada bien, igual me quedo despierta siendo víctima de mis malas o equivocadas decisiones.
Nisiquiera tengo ganas de dejarme el cabello suelto, así que lo cepillo y lo ato en una alta coleta. Me aseguro de obtener un buen resultado y me retiro del tocador, tomo la mochila y el celular. Bajo a la cocina y me trago un vaso de jugo de naranja en tiempo récord. No quiero ni ver la hora, temo que es terriblemente tarde y me rehuso a comprobarlo. Me llevo una manzana y camino rumbo al exterior.
Estoy intentando cerrar la puerta cuándo siento mi celular vibrar en uno de los bolsillos de mi falda. Con la prisa que tenía olvidé colocarlo en el compartimento de la mochila en que usualmente lo pongo. Pero después de todo no fue una mala idea, porque ahora puedo agarrarlo si mucho esfuerzo. Aseguro la puerta antes de empezar a caminar.
En mi mano tengo el celular, no logro ver el nombre de quien llama porque tiene el brillo desactivado, me molesta en los ojos y siempre lo tengo así. Pero no es que eso importe mucho, mi número telefónico no lo tiene nadie a quien no deba contestarle una llamada, o al menos eso creo. Así que abro la llamada sin saber quién está del otro lado de la línea.
--Carley, ¿sucedió algo? Te estamos esperando --Carrie sonaba preocupada.
--Estoy caminando hacia allá, es que se me están complicando las mañanas --expliqué sin saber si mi amiga había entendido lo que quise decir.
--Hablaremos de eso cuándo estemos juntas --sugirió con un tono de voz que no auguraba nada bueno para mí.
--Entendido -- respondo resignada.
--Escucha, dice mamá que iremos a buscarte.
--De acuerdo, continuaré caminando de todos modos.
--Nos vemos al rato.
Carrie cuelga sin esperar una respuesta de mi parte.
Suelto un suspiro y acelero mis pasos. Sigo sin saber la hora, pero si Carrie ya está lista no puede ser temprano. No pasan sesenta segundos de haber hablado con Carrie cuándo veo el auto de Sara viniendo en mi dirección. Tengo que cruzar a la otra vía para llegar hasta ellas, lo hago después de asegurarme que no seré arrollada en el intento.
--¡Buenos días! --saludo al subirme en el asiento trasero.
--¡Buenos días! --responden madre e hija, entonces inmediatamente comenzamos el recorrido.
--¿Todo está en orden, Carley? --interroga la madre de mi amiga viéndome brevemente por el espejo.
--Aah.. no. --no le pude mentirle.
--Nunca te retrasas --continuó Sara-- ¿Qué te ocurrió hoy?
--Hay algo que me está distrayendo últimamente. --respondí con sinceridad.
Ella volvió a dirigirme una mirada y esta vez la retuvo unos segundos más que la anterior.
--Si no depende de ti solucionar eso, no te atormentes con ello, pero si por el contrario tienes la forma de resolverlo, entonces hazlo --me aconsejó con voz dulce.
Suspiré sonoramemte y recosté mi cabeza del respaldo del asiento. Y ahí estaba Carrie, mirándo hacia atrás, incitándome sin decir una palabra a que termine con esta patética mentira.
Cuándo llegamos al instituto corrimos al salón de literatura. Los pasillos estaban vacíos, indicio de que todos estaban en sus respectivas clases.
Asomadas a la puerta vimos al maestro sobre su escritorio hablando de forma amena, como es su costumbre. Nunca he visto ese hombre de mal humor. Y confiando en que esta ocasión no sería la excepción fue que carraspee llamando su atención.
--Sé que no lo merecemos, pero, ¿nos dejaría pasar? --pedí y puse mi mejor cara de perrito mojado para que el maestro se compadezca de nosotras--. Por favor... --supliqué.
--Por supuesto, chicas --respondió de buen ánimo-- ustedes nunca llegan tarde a esta clase, hoy es la primera vez.
Veo como Carrie suprime una carcajada y yo tengo que morderme la lengua para no hacer lo mismo.
--¿De dónde sacó que nunca llegamos tarde? --me cuchichea mi amiga mientras caminamos a nuestros asientos.
--Mejor démosle gracias al cielo de que el hombre no tiene buena memoria.
Carrie se llevó una mano a la boca para evitar que su risa saliera. Nos sentamos en los lugares habituales y el maestro continuó con su discurso.
Entonces sentí su mirada sobre mí. Hasta ahora no había reparado en qué él está justo a mí lado. Entonces lo miré y por un largo rato no escuché al maestro hablar ni ví a nadie más en el salón aparte de él.
--Hola --leí en sus labios.
--Hola --respondí de la misma manera.
Él se quedó viéndome de una forma tan hipnótica y hermosa a la vez, que tuve que bajar la vista por lo mucho que me afectó. Su mirada es tan profunda pero a la vez sincera, que no hay ninguna sombra de dudas ni secretos en ella. Muy distinta a la mía. Temo que de seguir mirándolo pueda descubrir lo que le oculto, por que es real eso que dicen, los ojos son las ventanas del alma. En ellos se refleja el amor, la paz y el deseo, pero también evidencian los más perversos sentimientos como el odio, el rencor y la culpa.
****
Daniel.
La clase de literatura terminó. Ahora por fín podré acercarme a Carley y abrazarla como tanto quiero hacerlo. El olor de su pelo me encanta y hundo mi nariz en el siempre que tengo la oportunidad, aunque hoy se ha peinado de una forma distinta luce hermosa.
--Hola, chico misterioso --me saluda Carrie, nunca entenderé por qué me llama así, pero tampoco es algo que me moleste.
--Hola, Carrie --respondo sonriente.
--¿O debería decir cuñado? --sugirió mirándo a Carley suspicaz.
Ella le dedicó una mirada de indignación. No sé qué le está ocurriendo, pero la he notado diferente últimamente, algo así como tensa y nerviosa. Hay muchas cosas entorno a su vida que no tengo muy claras, nunca hemos hablado sobre su padre ni se qué le ocurrió exactamente; tampoco menciona a su mamá en nuestras pláticas. Recuerdo que en una ocasión me dijo que estsba preocupada por algo, pero que no podía contarme acerca de ello. Entendí que no me tuviera tanta confianza porque no llevábamos mucho de habernos conocido en ese entonces. Pero ahora, creo que hemos llegado al nivel de la relación en que uno debe saber más acerca del otro. No obstante, me quedaré esperando a que ella tome la iniciativa de compartir conmigo sus problemas cuándo se sienta lista para hacerlo.
--De hecho, así me gusta más --respondí y ví el rostro de Carley tornarse rojo. Es increíble lo fácil que se sonroja y a mí me encanta verlo.
--No se diga más, cuñado será --afirmó Carrie complacida.
Carley nos miraba a los dos con ojos achinados sin mediar palabra. Se ve tan adorable que no resistí más y fui hasta ella y la levanté en mis brazos. Ya falta poco para que la promesa de no volver a besarla se termine y no podría estar mas ansioso. Eso ha sido la cosa más difícil que he hecho en toda mi vida.
--No imaginas lo mucho que te extrañé --dije cerca de su oído.
--¿Aunque me viste ayer?
--Sí.
--¿Aunque hablamos durante horas en la noche?
-Sí, a pesar de todo eso te extrañé un montón, bonita.
Ella se aferró más a mi cuello y yo besé su mejilla.
--Créanme que no suelo ser aguafiestas, pero Carley, no creo que nos convenga llegar tarde a otra clase --comentó Carrie, y Carley se apartó de mí haciéndome entender que quería que la bajara.
--Nos vemos en el almuerzo --dijo viéndome a la cara con una leve pero bonita sonrisa.
Yo asentí y ellas se marcharon.
Aún tenía que recoger mis cosas para irme a la próxima clase. Empecé a guardar los libros y cuadernos, también tengo que pasar por mi casillero a dejar algunas cosas que no utilizaré durante el fin de semana.
Salgo del salón y voy hasta el área de casilleros, no tardo mucho ahí ya que tengo varios minutos de retraso. Para mi buena suerte, me encontré con la maestra en el pasillo y ambos llegamos juntos al salón, dónde todavía no estaban llenos todos los pupitres.
Me siento en un lugar intermedio. A mí izquierda hay un lugar vacío y a mi derecha hay un chico. Me dedico a sacar de la mochila lo que utilizaré en esta clase y al levantar la cabeza veo de soslayo que alguien a ocupado el lugar que estaba vació.
--Hola --me saluda la chica riendo coqueta--. ¿Por qué eres tan tímido?
No pretendía mirarla, pero tengo modales y sé que no está bien ignorar a la gente cuando habla.
--Lo soy con las personas que no conozco --respondo en tono amable.
--Eso lo podemos resolver --sugirió con voz melosa.
--No creo que hablar en medio de una clase sea lo apropiado.
--Pero si todavía no empieza --habló con voz infantil y me miró la boca descaradamente. Giré mi rostro hacia el frente incómodo por su comportamiento--. Entiendo, no quieres hablar conmigo --dijo cambiando de actitud y pareciendo más una persona razonable.
--No quise ser grosero --me disculpo volviendo a mirarla. Tiene el cabello negro sobre los hombros y ojos azules. Su actitud delata que no es una chica dulce y sensible, sino todo lo contrario. No estoy seguro de haberla visto antes porque no me fijo en la cara de nadie aquí, además de que son demasiadas personas para recordarlas.
--No lo fuiste -- aseguró ella-- es solo que no te interesa coquetear con más chicas y eso esta bien. Carley no merece eso --afirmó-- porque ustedes están juntos, ¿no?
--Sí --respondí sin pensar.
Ella asintió.
--Lo sabía. --pensé que ya no diría nada más cuándo la ví enderezar su cuerpo--. ¿Sabes? --volvió a llamar mi atención--. Me alegro de que Carlye haya puesto a Vanessa en su lugar --ella rió maliciosamente y yo fruncí el ceño--. Nunca pensé que vería algo así.
--No entiend...
--Iniciaremos la clase en este momento --declaró la maestra silenciando el lugar y haciendo que mi interrogante muriera en mis labios--. Estuvo bueno de tanta charla. ¡A trabajar!
****
--No puedo creer que lo olvidé --digo decepcionada.
--¿Qué olvidaste? --Carrie me miró y arrugó el entrecejo.
--Decirle a Daniel que mamá los invitó a él y a su tío a cenar esta noche.
--¿En serio? --preguntó mi amiga asombrada.
--Sí --respondí emocionada.
--Y entonces, ¿se lo dirás ahora o después?
--Claro que se lo diré ahora --respondo cómo si no fuera obvio.
--¿Le dirás qué Vanessa se te enfrentó? --cuestionó con una ceja alzada.
Mi buen estado de ánimo de fué por el caño tras la sola mención de ese nombre.
--Eso se lo diré después --digo en tono desanimado y dejo que un suspiro salga por mi boca.
Llegamos al comedor y caminamos hasta el centro. Trato de ubicar a Daniel en alguna mesa, pero no lo veo. Él siempre se sienta solo y de estar aquí ya lo habría encontrado. Lo que quiere decir qué él no está en este lugar.
--Allá hay una mesa --dijo Carrie y tiró de mi brazo llevándome hasta esa dirección.
Dejamos las mochilas en la mesa. Yo tomo asiento de inmediato mientras que Carrie se queda parada.
--Iré por nuestros almuerzos --me informó y yo asentí.
Busco mi móvil para llamar a Daniel, pero desisto de la idea casi de inmediato. No quiero parecer tan desesperada. Y me convenzo de que él seguro llegará en cualquier momento.
Me quedo usando el celular para tratar de distraer mi mente un rato. No puedo contarle a Daniel lo que pasó con Vanessa ahora porque corro el riesgo de que se enoje y no acepte la invitación de mi madre, entonces tendré un problema mayor cuándo tenga que explicarle a mi mamá el porqué de todo el embrollo.
Pero nisiquiera este complicado juego logra mantener mi cerebro lo suficientemente ocupado.
--Hola.
No hace falta levantar la cabeza para saber a quien pertenece esa voz.
--Hola, Liam --respondo amable.
--¿Por qué estás sola? --preguntó extrañado.
--Carrie fue por nuestros almuerzos.
--Ah, entiendo --dijo el rubio riendo algo tímido--. ¿Y qué tal has estado?
--Bien --respondo omitiendo detalles--. ¿Y tú?
--Todo bien --afirmó el rubio--. Yo me iré ahora, Carlye --me informó y su expresión facial cambió-- ahí vienen tus amigos --dijo mirándo por detrás de mi espalda-- adiós.
--Adiós --respondí y lo ví alejarse. Contuve el impulso de voltearme, me quedé estática esperando a que ambos llegaran hasta la mesa. Y pensar que me había sentado aquí para ver cuándo Daniel entrara, pero no ví cuándo eso ocurrió o simplemente él ya estaba aquí desde hace rato.
--Aquí tienes --dice Daniel a mi lado y deposita una bandeja frente a mí. Carrie se sentó en el asiento paralelo y Daniel conmigo.
--Gracias --respondo sonriente--. ¡Porción extra de brócoli! --digo emocionada cuándo detallo el contenido de la bandeja. Daniel sonríe viendo mi cara de alegría-- ¿Cómo lograron que les dieran tanto?
-- Agradecele a él --dijo Carrie--. Julietta está encantada con su carita de Dios del Olimpo --enarco mis cejas y miro a Daniel divertida-- no me sorprendería que le sirva un almuerzo de solo filete.
Continúo viéndolo expectante y con una sonrisa pícara, él parece nervioso y se limita a guardar silencio.
--Con que esas tenemos --hablo, fingiendo estar celosa.
--No es tanto así, en realidad --dijo Daniel finalmente.
--¿En serio? ¿es todo lo que dirás? --respondo indignada.
Lo veo rascar su nuca.
--¿Entonces hice mal en traerte mucho brócoli? --dijo confundido.
--Por supuesto que no, tontito --respondo antes de estallar en carcajadas-- me encanta que lo hayas hecho.
Daniel pasa una mano por su cara al entender que le estaba tomando el pelo.
--Hablaremos sobre Julietta en otra ocasión --decido-- hay algo que tengo que decirte.
--¿De qué se trata? --preguntó prestando mucha atención a mi cara, como si tratara de leer mis expresiones. Y bajo su profunda mirada me sentí vulnerable, nunca había visto en sus ojos esa intensidad. Por un momento hasta olvidé lo que le diría.
--Mi madre quiere que vayas a cenar a nuestra casa esta noche, tú tío también está invitado --le dije casi en forma automática. Su mirada continuaba siendo extraña y después de escucharme hasta pareció decepcionado.
¿Por qué parece decepcionado?
--¿Sucede algo? --cuestioné.
--Todo está bien --afirmó y su expresión se suavizó-- y será un placer cenar con ustedes--respondió sonriente.
***
Siendo las seis en punto ya todo está listo. Mamá salió antes de su trabajo para tener más tiempo disponible. Aunque hoy también se retrasó en pasar a recogernos a Carrie y a mí, sus razones son entendibles. Preparar todo esto sin ayuda no debe ser nada sencillo, pero ella lo ha logrado. Solo nos queda esperar a que lleguen Daniel y su tío.
A pesar de que esta mañana mis deseos de peinar mi cabello eran nulos, he de reconocer que me emocionó todo esto de la cena y que lavé mi cabello al llegar de la escuela. Debo dar una buena impresión, y estoy nerviosa por por parecer una buena chica ante los ojos del tío de Daniel, después de todo él es como su padre y esta será la primera vez que nos veamos.
Mamá también se ha esmerado en lucir hermosa. Ha peinado su cabello recogiéndolo en un elegante moño. Está usando un hermoso vestido azul celeste que se ajusta adecuadamente a sus curvas y unos tacones negros. Yo opté por usar un vestido negro con mangas largas, a juego con tacones del mismo color. Y he dejado mi cabello suelto.
--Todo se ve tan apetitoso --digo echándole un ojo al pavo relleno y a la ensalada de papas. Por otro la de la mesa hay una lasaña y una bandeja dispuesta con una amplia variedad de quesos frescos. Me llevo uno a la boca sin que mi madre me vea.
--Verifica que en la sala todo esté en su lugar, ¿subiste tu mochila a tu habitación? --dice mamá sacando algunas copas de un gabinete.
--Subí mi mochila, mamá. No hay nada en la sala que no deba estar ahí. --respondo y me robo otro trozo de queso.
--No está de más que le eches un vistazo -- objetó-- y de paso te alejas de los quesos. A ese ritmo no quedará nada para cuándo lleguen los invitados.
Rodé los ojos y fui a la sala para asegurarme de que no haya nada fuera de su lugar. Y así mismo está. Todo en su sitio, ordenado y limpio. Excepto por un pequeño detalle que no había notado hasta ahora y que casi pasa inadvertido frente a mis ojos.
En un repisa, junto a un florero hay un retrato que no estaba ahí antes.
Una fotografía de mi padre.
Me acerco y tomo el retrato en mis manos. Él está sonriendo en ella y su sonrisa es muy bonita. Sin dudas mi padre era un hombre muy apuesto.
--Carley, necesito que me ayudes a pre...
--¿Cuándo la pusiste aquí? No la había notado.
--Lo hice anoche --explicó acercándose a mí--. Es una hermosa fotografía, ¿no lo crees? --agregó sonriendo y mirándo la foto con ese particular brillo en sus ojos.
--Es una hermosa fotografía y es un apuesto hombre el que está ahí --digo segura.
Ambas nos quedamos observando la foto durante un momento, hasta que el timbre sonó y nuestra burbuja se rompió.
--Tú abrirás la puerta --señaló mi madre-- mientras tanto yo traeré la cena a la mesa.
Y así lo hicimos. Ella se marchó a la cocina y yo fui hasta la puerta, no sin antes asegurarme en el espejo de que no estoy despeinada o desaliñada.
--¡Wow! Estás increíblemente hermosa --Daniel me mira con la bica abierta y yo tengo que sostenerme muy bien de la puerta para no caerme. Él tiene puesta una camisa que es exactamente del mismo color de sus ojazos azules, haciéndo que se vean más intensos, profundos y hermosos.
--Debo decir lo mismo de ti, también estás muy guapo.
--Pero no tanto como tú --afirmó, y como suele suceder cuándo él me mira así olvidé dónde estaba y qué debía hacer.
--¿Quieres pasar? --le agradezco a mi cerebro por reaccionar antes de que Daniel piense que soy una retrasada mental.
--Claro --responde él sin dejar de sonreír.
Me hago a un lado para que pueda pasar y luego cierro la puerta tras su espalda.
--Mamá está preparando la mesa --digo sintiéndome nerviosa. De verdad espero no estar así durante toda la cena-- vayamos al comedor.
Yo voy delante y él a escasos metros de mí. Su perfume huele increíblemente delicioso. Es un olor dulce y penetrante, hasta podría llegar a ser adictivo.
Y me preguntó, ¿desde cuándo le presto atención al perfume de un chico?
<<Pues, desde que andas babeando por uno>> responde la odiosa voz de mi conciencia.
Mamá disponía de platos y cubiertos para cuatro personas, noto al llegar, y es entonces cuándo recuerdo que el tío de Daniel también está invitado, aunque por alguna extraña razón no ha venido.
--Mamá --le llamo y ella se gira hacía nosotros-- Daniel está aquí.
--Mucho gusto, señora Jacobs --Daniel se acerca hasta mamá y le ofrece su mano.
--El gusto es mío --respondió ella sonriendo amable-- esos son unos hermosos ojos --comentó provocando qué él se sintiera incómodo-- y puedes llamarme Mila.
--Muchas gracias.
Terminaron el saludo y Daniel se quedó viendo a mamá de forma extraña.
--¿Sucede algo? --preguntó ella intrigada.
--Disculpe --dijo apresurado y sus mejillas se tornaron rojas-- es qué siento que la he visto de antes, su rostro se me hace familiar.
--Oh, --Mamá pareció comprender lo que el chico le decía-- hay publicidad de mi consultorio en todo internet, es posible que hayas visto mi cara por ahí.
--Oh --respondió Daniel, aparentemente no muy convencido.
--Debemos sentarnos --indicó mamá de buen humor-- se enfriará la cena --cada uno fue hasta una siila en el comedor, quedando mamá en un extremo y Daniel y yo en el otro--. Un momento --habló mamá cuándo pretendía sentarse, pero se mantuvo parada-- tu tío --continuó hablando y miró a Daniel-- ¿dónde está?
--¡Dios, soy tan distraído! --dijo Daniel evidentemente avergonzado-- debí ofrecerles sus disculpas tan pronto llegué, él sufrió un pequeño accidente esta mañana.
--Pero, ¿qué clase de accidente? --indagó mamá reflejando preocupación.
--Se golpeó una rodilla --dijo Daniel frunciendo el ceño-- no me explicó mucho en verdad, pero si tiene la pierna inflamada.
--Pero, ¿lo vió un médico al menos? --pregunté.
--A mí tío no le agradan los doctores y tampoco los hospitales --respondió él e hizo una mueca--. Pero le dejé los antiinflamatorios al lado de su cama.
--¿A qué se dedica tu tío? --preguntó mamá y tomó asiento definitivamente.
--Él repara aparatos y también construye algunos.
--Suena interesante --dijo mamá-- ¿dónde está su taller?
--Oh, no, él no tiene taller --explicó Daniel-- más bien es un pasatiempo.
Mama lo miró confundida y yo sentí que algo incómodo ocurriría después.
--Perdón por preguntar pero, ¿cómo pueden mantenerse entonces? Es decir, ¿cómo consigue el dinero de tus estudios y demás gastos?
--¡Mamá! --dije entre alarmada y avergonzada.
--No estoy siendo maleducada --respondió a la defensiva, pero calmadamente-- ¿te estoy molestando, Daniel?
--No, no lo hace --dijo él tomándose la situación con mucha tranquilidad--. Cuándo estaba pequeño el gobierno nos daba alimentos, pero después mi tío recibió una herencia cuándo murió el último familiar que le quedaba.
--Vaya --digo espontáneamente.
Mamá pareció perderse en sus propios pensamientos un momento, la ví mirar hacia la nada durante unos segundos.
--Iré por una jarra de jugo --nos informó-- ustedes aún no pueden beber vino --dijo medio sonriente y se llevó con ella la botella que había puesto en la mesa.
--Debes estar arrepentido de haber aceptado venir --comenté mirándo a Daniel.
--¿Qué? ¿Por qué lo estaría?
--Por todas las preguntas que te ha hecho mi madre --respondí apenada.
--No es nada --respondió él, restando importancia al asunto--. Es normal que haga preguntas, yo también lo haría en su lugar.
--Pero debe ser incómodo para ti tener que responderlas.
--No pasa nada, bonita --aseguró, mientras con su mano acariciaba mi cara.
Lo miro fijamente a la cara, sus ojos observan la mía con detenimiento, como si quisiera memorizar cada parte de ella; hasta que nuestras miradas se encuentran. Ninguno dice nada. No son necesarias las palabras en el momento en que sus ojos se posan sobre los míos. No es necesario abrir la boca para que podamos decirnos tantas cosas, porque ya hemos aprendido a comunicarnos en el idioma en que lo hacen dos almas enamoradas.
--Chicos.
Me sobresalté al escuchar la voz de mi madre, contrario a Daniel que actuó con toda la naturalidad que existe.
--¿Cuánto tiempo tienes ahí?
Mamá sonrie desde su asiento y mi corazón da un vuelco al verla sonreír de esa manera. Podría estarme engañando mi vista pero, ¿son lágrimas eso que brilla en sus ojos?
--El tiempo suficiente para haber viajado veinte años atrás al ver cómo ustedes se miraban.
--¿Y eso es bueno? --las palabras salieron de mi boca sin que lo quisiera.
--Sí, lo es --esa afirmación bastó para que sintiera a mi corazón vibrar de emoción y alegría. Tal vez esta cena no esté yendo tan mal después de todo--. Les serviré sidra --ofreció.
--No es necesario, mamá. Yo lo puedo hacer.
--No me molesta hacerlo --dijo amable-- recuerda que soy la anfitriona.
Sonreí resignada, entonces ella se puso de pie y se acercó hasta el extremo dónde nos encontramos Daniel y yo. Llenó dos copas con sidra de manzana.
--Pensé que no nos dejarías tomar alcohol --comenté cuándo ella hubo tomado asiento nuevamente.
--No lo harán --respondió con una sonrisita pícara y llevó hasta sus labios una copa de vino tinto.
Daniel soltó una risa, pero se contuvo se reír sonoramemte y apretó sus labios.
--¿Qué? ¿De qué te ríes? --pregunto confundida.
--Prueba tu copa de sidra --sugirió con una expresión de diversión en su rostro.
Volví a ver a mi madre y esta también me miraba divertida. Alterné miradas entre la copa y ella, entonces pude comprender qué les resultaba tan divertido.
--Es sidra sin alcohol --dije finalmente y probé el contenido de la copa para corroborarlo.
La cena transcurrió amenizada por risas y buenas pláticas. Al terminar Daniel se ofreció a ayudarnos a llevar a la cocina los platos sucios. Por supuesto que no estábamos de acuerdo, pero no fue suficiente nuestra oposición al asunto para que él desistiera. Y así fue como terminamos yendo los tres a la cocina con vajillas en mano.
--Señora Mila, esta es la mejor cena que he comido.
--Muchas gracias, Daniel --respondió mamá con una sonrisa gentil--. Pero recuerda, nada de señora Mila, ni señora Jacobs; soy Mila para ti.
--La próxima vez que la vea tendré más confianza con usted --dijo el pelinegro-- lo prometo.
--Está bien --mamá pareció estar conforme con esa promesa-- espero que sea así.
Se siente increíblemente bien que mi madre y el chico que me gusta estén llevándose tan bien. Es casi surrealista.
--Carley, deja la vajilla --la voz de mamá me sacó del hilo de pensamientos que llevaba-- yo me encargo de eso.
--Sé que puedes hacerlo , pero quiero ayudarte.
--Está bien, cariño, pero hoy no tengo problema con lavar yo los platos sucios --dijo esto y se acercó hasta mí, y me quitó de forma sutil los platos que tenía en las manos--. Ve con él --me dijo en voz baja.
--Gracias, mamá --hablé sonriendo feliz, estoy siendo feliz hoy, en este momento, justo en este preciso instante estoy siendo genuinamente feliz.
Mamá me miró con dulzura y por primera vez en todo lo que puedo recordar siento que ella me entiende, que estamos conectadas.
Ella asintió y yo me alejé sonriendo.
--¿Quieres ir afuera?
Daniel movió su cabeza afirmativamente.
--Es muy bonita tu casa -- comentó cuándo caminábamos a la sala.
--Gracias, a mí también me parece linda.
Ambos reímos.
--Sí, dicen que las cosas se parecen a sus dueños --me miró de soslayo.
--Lo he escuchado otras veces --comento.
Daniel continúa observando a su alrededor, no lo hizo cuándo llegó; tal vez no sentía la confianza suficiente para hacerlo, y ahora sí.
--¿Él es tu padre?
Nos detenemos en frente del retrato que había visto antes de que Daniel llegara.
--Sí, es mi padre --respondo observando la foto al igual que Daniel.
--Tienes sus mismos ojos --dijo sonriendo de lado-- azul claro, me recuerdan una playa que ví en una postal del caribe.
No puedo evitar reír.
--Las playas del caribe son hermosas --reconozco.
--Tus también lo eres.
Me quedo viéndolo con devoción y él ancla su mirada en mí.
--Vayamos afuera.
Fuimos hasta el patio delantero. Está haciendo un poco de viento y el cielo está arropado por incontables estrellas. Magníficamente adornado por ellas. Ha sido todo mucho mejor de lo que esperé, la cena, la forma en que mi madre y Daniel se han tratado; todo. Y no quiero arruinar la magia que nos rodea en este momento, pero temo que esta mentira continúe haciéndose más grande y que por eso todo se arruine de forma irreparable.
--¿En qué piensas?
Suelto un suspiro. El momento inevitablemente ha llegado.
--Daniel --comienzo a decir insegura-- yo, tengo algo qué decirte.
Su semblante cambió y mis nervios aumentaron. ¿Qué tal si después de esta noche no volvemos a hablarnos?
--Carley, ya sé lo que ocurrió.
No esperaba escuchar eso, así que empiezo a transpirar producto de los nervios.
--Nunca debes sentir miedo de mí, en ningún tipo de circunstancia debes hacerlo --aseguró mirándome a los ojos.
--Yo, no sé qué decir --estoy completamente conmovida con sus palabras.
--Siempre esperaré a que te sientas lista para decirme cualquier cosa, no te voy a presionar y tampoco voy a enojarme contigo.
--Eres increíble --me lancé a su pecho y envolví mis brazos en su cuello.
Él me envolvió y deslizó su cara por mi cabello, como es costumbre en él.
--Y tú eres lo mejor que me ha sucedido.
***