Hola soy Jessica, no sé porque tengo que empezar así, ni a quien le estoy contando esto, pero esta es la Jessica que no conocieron.
—Solo tengo pregunta Jessica, ¿por qué?
—No quiero hablar, Papá, gracias.
—El psiquiatra del hospital va a venir, y tienes que decirle la verdad.
—No quiero hablar con ninguna psiquiatra.
—Viste lo asustado que estaba tu hermano, ¿crees que se merece estar así?
—No uses a Terry para manipularme.
Pues claro que me sentía mal y culpable, se supone que Terry no tenía que enterarse así, ahora me siento el doble de mal. No me tenían que salvar.
—Jessica mírame—dijo Papá—que tu madre no nos recuerde no significa que no nos quiera, podemos superar esto juntos, me tienes a mí.
—Papá no quiero vivir en un mundo donde mamá no me recuerde, entiéndelo. No quiero—.En ese momento entró un doctor.
— ¿Jessica Owen?
—Sí, si es ella—respondió Papá.
—Hola soy el Doctor Martínez, psiquiatra del hospital necesito hablar contigo.
—Pues yo no quiero hablar con usted.
—Jessica—reprochó Papá.
—¿Podría dejarnos solos? —dijo el doctor.
—Sí, iré a hacer una llamada. Jessica compórtate por favor—dijo Papá antes de salir.
—Acabo de revisar tu historial médico y tus análisis, no has estado comiendo Jessica y sabias lo que ocasionaría la cantidad de pastillas que ingeriste.
—No sé para que usted esté aquí, antes de esto fui al psicólogo, si quiere saber algo, hable con ella, y no, me puede recetar los mejores antidepresivos del mundo y seguiré igual de mal se lo aseguro.
En mi vida siempre estoy en dos extremos, extremadamente triste, vulnerable y supuesta a mentir o extremadamente a la defensiva y sincera sin importarme nada ni nadie, así de mal estoy.
—Sabes que en este caso de mí depende que tanto tiempo te quedarás aquí.
—Pues decida no tengo nada que buscar en mi casa.
—Estas muy alterada, olvidaremos por un momento que soy personal de salud. Jessica, tú y yo sabemos que no querías hacerlo, en esos minutos en lo que pensabas entre tomarte el frasco de pastillas o no, sabes que lo dudaste y lo dudaste mucho, los pensamientos vinieron, las personas que dejarías atrás. No tienes que pasar por lo que sea que estés pasando sola, tienes personas a las cuales les importa, tu papá no ha salido del hospital y llevas dos días aquí.
—Me siento muy mal, solo quiero que las cosas vuelvan a hacer como antes—empecé a llorar—pero no se puede doctor, no se pude.
El psiquiatra se acercó y acarició mi cabeza—Te prometo que si vas a poder y volverá a sentirte mejor otra vez, solo sigue la indicaciones, deja a las personas cuidarte, ¿sí? —seguí llorando y asentí.
Cuando me calmé respondí a sus preguntas, no volví a dirigirle la palabra a nadie ese día, dejé que las enfermeras me dieran de comer y cuando me dieron el alta pude volver a mi casa.
—Ve a bañarte, iremos a cenar y luego Terry vendrá para cenar juntos.
Asentí y subí a mi habitación sin ganas. Luego vi mi mesita de noche con la foto de mamá y empecé a llorar de nuevo.
Papá entró en la habitación y me abrazó.
—Quiero a mamá de vuelta—dije entre sollozos.
—No puedo verte así hija, no me importa las especificaciones de tu madre, te llevaré a verla,
—No puedo, si voy lloraré en frente de ella, no quiero decepcionar a mamá.
—Nunca vas a decepcionar a tu madre hija, eres lo que ella más ama en la vida, incluso más que a mí o a ella misma.
Algunos pensarán que estoy siendo un poco egoísta al no darme cuenta que tengo a Papá, pero no me malinterpreten, amo a Papá, pero Mamá siempre había estado ahí, era mi mejor amiga, le contaba todo y siempre estaba en casa cuidando, tenia 13 en esos años era cuando más iba a necesitar a mi mamá.
Papá decidió llevarme a otro psicólogo, porque la actual no había funcionado muy bien, cuando empezó los signos de la enfermedad de Mamá fuimos los tres, porque sabiamos que nos iba a afectar a todos, para Papá tampoco es fácil sobrellavar todo esto, él también llora y cree que no me doy cuenta.
Me encerré tanto en mi misma que perdí a mis amigos, me negaba a contarles como me sentía y se fueron alejando ya que no sabían cómo hacer que me abriera, mis calificaciones seguían igual de bien, pero me negaba a participar en los concursos por mucho que insistiera la profesora. Pensé que seguiría así para siempre.
Hasta que conocí a Annie.
—Papá ya puedes venir por mi—dije mientras salía de una de mis citas con el psicólogo.
—Linda, ahora mismo estoy en una reunión importante, tu tía pasará por ti, si quieres puedes esperarla en el parque del frente, no sueltes el celular.
—Está bien, Pa.
Fui al parque, todo muy normal, niños corriendo, parejas conversando, hasta que escuché sollozos y miré al banco que estaba a mi espalda. Una niña lloraba, lo pensé mucho antes de preguntarle que le pasaba.
Una parte de mi decía no lo hagas Jessica, no es tu asunto, pero la otra me decía debe sentirse muy mal para llorar en público, necesita alguien que la escuche.
Así me le acerqué y le pase unas de las servilletas que siempre traía por si comenzaba a llorar en las terapias.
—Creo que necesitas esto— Ella levantó la mirada.
—Gracias.
— ¿Me puedo sentar a tu lado? —Annie asintió y me dio espacio—¿Qué te pasa?
—Me siento muy mal.
—Puedo escucharte si quieres.
—Mi papá se fue a un viaje, es un doctor reconocido, les gusta mucho viajar y ayudar a los niños que más lo necesitan, operaciones y así, pero hay un problema, en el último viaje el avión falló y ahora está desaparecido—dijo mientras volvía a llorar.
Wow, esto era muy fuerte.
—Y tengo miedo de nunca volverlo a ver, la última vez no me despedí porque estaba molesta y ahora me arrepiento muchísimo.
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Editado: 16.11.2024