Terrence (capítulos finales)

Capítulo 56 : Ya estoy aquí

Terry

Los días con Marcos fueron increíbles. Cada momento se sentía como un pequeño destello de felicidad que quería capturar y guardar para siempre. Nadábamos en su piscina hasta que nuestras pieles se arrugaban, jugábamos hasta tarde, todos los días era una salida nueva: al cine, al parque o simplemente estar en su casa escuchando música. Había risas, charlas interminables y silencios cómodos que decían más de lo que las palabras podían expresar.

Con él, todo parecía sencillo y natural. Me hacía sentir que el tiempo no importaba, como si el mundo entero se detuviera para que solo existiéramos nosotros dos. Había algo en su manera de mirarme, de tocarme, de estar presente, que hacía que mis preocupaciones desaparecieran. Pero también había una sombra detrás de cada uno de esos momentos. Una sensación latente de que todo esto era temporal, de que pronto sería solo un recuerdo. Me esforzaba por no pensarlo, por aferrarme a la alegría que sentía cada vez que estábamos juntos, pero no podía evitar que el pensamiento se colara de vez en cuando.

—Eres un chico increíble, Terry.

—Tú eres un sueño Marcos, te voy a extrañar mucho.

—Puedes escribirme cuando quieras, seguimos siendo amigos.

—Amigos. Qué palabra—suspiré.

—Lo sé, lo sé. No te gusta esa palabra.

—Al parecer ahora toda la amistad se convierte en amor. Candy era mi amiga, Trent era mi amigo, David era mi amigo, tú eras mi amigo…y mira como termina todo.

—Candy fue tu primer amor, tú eres el primer amor de Trent, eres mi amor de verano y con David… Pues, el amor no correspondido. Agradece por qué estás rodeado de amor y de aventuras.

—¿Y qué hago con todo este amor, Marcos? ¿Lo vendo? ¿Lo regalo? ¿O simplemente lo guardo en una caja mientras sigo solo y sin amigos?

Marcos rió.

—Terry, tienes algo que pocos pueden decir que tienen: un corazón que sigue abierto. Por eso amas y te aman tanto.

Me quedé callado, procesando sus palabras.

—¿Y tú? ¿Qué harás con lo que queda de nosotros?

Marcos se acercó, tomando mis manos entre las suyas.

—Lo guardaré como uno de los mejores capítulos de mi vida.

—¿Tu amor de verano inolvidable?

—Mi amor más dulce.

—Supongo que debería sentirme halagado —murmuré, bajando la mirada.

—No te sientas halagado —dijo, inclinándose para que nuestras miradas se encontraran—. Siéntete amado, porque lo fuiste y lo seguirás siendo.

—¿Quieres que llore, cierto? —me abrazó.

—Creo que el que terminará llorando seré yo.

El silencio que siguió no era incómodo, sino necesario. Nos quedamos así, abrazados, como si alargando ese momento pudiéramos detener el tiempo.

—Terry.

—Dime.

—Tienes que arreglar las cosas con David.

—Lo sé.

David

No sé si expresarle mis sentimientos a Terry fue buena idea. Pero no quería irme de este mundo con pendientes. Me limpié las lágrimas, no puedo dar más vueltas, tengo que hacerlo.

Toqué la puerta de la casa de Terry y esperé con el corazón latiendo como si fuera a salirse de mi pecho. Irina, su madre, me recibió con esa calidez que siempre la caracterizaba, irradiando la misma amabilidad de siempre.

—Hola, David. ¿Cómo estás? —preguntó con una sonrisa.

—Hola, señora Irina. Bien, gracias. Eh… Terry olvidó un cuaderno en la escuela, y pensé que sería bueno traérselo. ¿Podría dejarlo en su habitación? —mentí, tratando de sonar natural.

—Claro que sí, David. Ve, ponlo tú mismo. Sabes dónde está su cuarto.

Se apartó para dejarme pasar, y mientras subía las escaleras, sentí un nudo en el estómago. Irina siempre había sido dulce conmigo, como una segunda madre. Ahora, mientras me dirigía a la habitación de Terry, no podía evitar sentirme un intruso en su espacio.

Abrí la puerta con cuidado y dejé el supuesto cuaderno sobre su escritorio, dentro estaba la carta. La habitación seguía siendo un reflejo de él: todo en su lugar, todo azul, reflejando su amor por los libros y los videojuegos. Sabía que no debía tardarme mucho. Tomé aire y me giré para salir, pero una parte de mí deseaba que Terry estuviera ahí.

—Ella está ansiosa por salir a dar un paseo. Terry últimamente se ha descuidado mucho, por estar con el tal Marcos —comentó Irina con un dejo de reproche en su voz.

Sentí un leve golpe en el pecho, pero intenté disimular mi incomodidad.
—Ah —dije, fingiendo que no sabía nada.

—Sí, ese chico no me da tan buena espina. ¿A ti cómo te cae? —preguntó mientras cruzaba los brazos, esperando mi respuesta.

Evité el contacto visual por un momento, centrándome en Chispitas, que seguía demandando atención.
—Es del equipo de fútbol. No es realmente mi ambiente, pero parece un buen chico.

—No entiendo qué es lo que tanto practican. Llevan la semana entera con esas prácticas, según para un torneo importante.




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