Terry
Toda esta situación me había dejado completamente desconcertado. Había llegado a casa con la intención de encontrar a David en la suya y poder hablar con él, pero en lugar de eso, me topé con una carta de despedida que me heló la sangre. Sin pensarlo dos veces, bajé las escaleras corriendo, con el corazón acelerado y la mente llena de miedo. Justo entonces, Joshuad y Jessica llegaron y, entre mi agitación, me dijeron que lo habían visto hace poco en un parque.
No entendía bien qué estaba pasando con él, ni por qué parecía estar tomando decisiones tan drásticas sin hablar con nadie. La angustia que sentí al verlo en el borde del puente me seguía retumbando en la cabeza.
El trayecto a casa fue silencioso. ¿En qué momento se había derrumbado tanto sin que yo me diera cuenta? ¿Cómo no vi las señales?
Su celular empezó a sonar. Era Sofía. David me extendió el teléfono.
—Contesta tú, por favor.
Tomé el teléfono algo nervioso.
—David.
—Es Terry —corregí, tratando de mantener la voz tranquila.
—¿David está contigo? —preguntó Sofía, con un tono de preocupación que no pudo ocultar.
—Sí, está conmigo —respondí, mientras echaba un vistazo rápido a David. Él seguía mirando fijamente por la ventana.
—Gracias a Dios… —suspiró aliviada—. ¿Te llegó un correo? Me asusté mucho.
—Es una larga historia, Sofía. Creo que deberíamos hablar en la mañana.
—Terry, dime que está bien, por favor.
Miré a David de nuevo.
—Realmente no lo sé —admití, con el nudo en mi garganta creciendo—. Pero está aquí.
Del otro lado de la línea se hizo silencio por unos segundos —Terry. Por favor, cuídalo—dijo finalmente Sofía, con la voz entrecortada.
Corté la llamada y guardé el teléfono en el bolsillo de David. No dije nada. No quería presionarlo ni llenar el silencio con palabras vacías. Pero la llamada de Sofía solo me recordaba lo mucho que David significaba para todos, incluso para ella.
Empecé a llorar. David me miró y empezó a llorar conmigo.
—Lo siento tanto, Terry… —murmuró entrecortado, su voz quebrándose mientras las palabras salían con dificultad.
—No, no tienes que disculparte —le respondí, acercándome para abrazarlo, sin importar lo torpe que pudiera sentirse—. Solo… no vuelvas a hacer algo así, por favor.
De repente se oyeron los sollozos de Jessica. Joshuad la tomó de la mano, para acariciarla suavemente con el pulgar. Todo esto se sentía irreal.
Para mi suerte, mamá había salido en esos momentos, así que no se enteró de la situación, y David accedió a quedarse a dormir en nuestra casa. No quería dejarlo solo.
—¿Tienes hambre? —le pregunté.
—Tengo un poco de sed.
—Voy a buscarte agua.
Caminé hacia la cocina para servirle un vaso de agua a David. Mis manos temblaban un poco, y me detuve por un momento para respirar profundamente. Todo esto seguía sintiéndose surrealista, como si estuviera atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar.
—Aquí tienes —dije, extendiéndole el vaso a David.
—Gracias —Dio un sorbo lento, y por un momento, el silencio llenó la habitación—Sé que tienes algunas preguntas.
—No tienes que hablar si no quieres.
Me senté a su lado, intentando no invadir su espacio, pero queriendo que supiera que estaba ahí.
David negó con la cabeza.
—Me siento tan mal.
Me dolió escucharlo decir eso. Quería decirle que todo estaría bien, pero sabía que esas palabras no significaban nada en ese momento. Así que simplemente asentí.
—¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?
—Nada.
Mi corazón se apretó al escuchar su respuesta.
—No estás solo, ¿sabes? —dije, tratando de mantener la calma en mi voz—. Leí tu carta.
David cerró los ojos y una lágrima rodó por su mejilla.
—Yo sí te amo, David—le dije, a modo de respuesta a lo que había leído— Quizás no de la forma en la que esperas, pero yo te amo.
Su rostro estaba marcado por la fatiga y el dolor, eso me rompía por dentro. Pero tenía que ser fuerte, por él.
—No pensé que escucharía esas palabras así—respondió.
—He sido un mal amigo, lo sé.
—Has sido el mejor de todos, Terry.
—No tienes que cargar con todo esto tú solo —añadí, tomando su mano con suavidad. —Tienes a quienes te queremos, siempre, sin importar lo que haya pasado o lo que esté pasando. Y no quiero que te sientas como si estuvieras fallando.
David levantó la mirada hacia mí, como si mis palabras tuvieran un poco más de peso en ese momento. Por un segundo, su expresión se suavizó, aunque la tristeza seguía presente en su rostro.
—Gracias, Terry. De verdad... Eres lo mejor que tengo.
No supe qué decir. Todo esto me superaba. Así que me limité a sonreír.
—Te buscaré una pijama.
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Editado: 12.02.2025