El ANUNCIO SINIESTRO

El ANUNCIO SINIESTRO

Había una vez una pequeña ciudad rodeada de densos bosques, donde la leyenda de una misteriosa niñera acechaba en la oscuridad. Se decía que cualquier familia que la contrataba jamás volvía a ver a sus hijos. Los rumores hablaban de una bruja hambrienta de carne joven que se escondía detrás de una fachada dulce y encantadora.

Una tarde de viernes, los padres de dos chicos adolescentes, Alex de catorce años y Mark de dieciséis, decidieron salir a una cena romántica y necesitaban una niñera para cuidar a los muchachos. Encontraron un anuncio en el periódico local que ofrecía los servicios de una "Niñera Confiable y Cariñosa". Sin pensarlo mucho, llamaron al número y acordaron que la niñera se presentaría esa noche.

Cuando la noche cayó y la oscuridad se apoderó de la ciudad, sonó el timbre de la casa. Los chicos se miraron el uno al otro con nerviosismo mientras caminaban hacia la puerta. Al abrir, una mujer joven y sonriente los recibió. Tenía el cabello oscuro y ojos profundos que parecían esconder secretos oscuros.

—Hola, soy Emily, su niñera esta noche —dijo con voz suave.

Aunque Alex y Mark estaban inquietos, la educación les obligó a ser corteses. Así que, después de unos momentos, dejaron que Emily entrara y les contara sus planes para la noche.

Mientras los chicos estaban distraídos viendo televisión en la sala de estar, Emily se retiró a la cocina y comenzó a preparar una deliciosa cena. Aunque parecía amable y cariñosa, sus ojos brillaban con una malévola intención.

Pasaron las horas y los chicos empezaron a sentirse somnolientos. Aunque estaban exhaustos, no podían conciliar el sueño. Una extraña sensación de inquietud los mantenía alerta.

Cuando el reloj marcó la medianoche, Alex decidió investigar a la niñera. Después de asegurarse de que Mark dormía profundamente, se dirigió sigilosamente a la cocina. Allí, encontró a Emily susurrando palabras extrañas mientras agitaba un caldero humeante.

Aterrado, Alex se escondió detrás de una cortina, sin perder detalle de lo que estaba presenciando. Emily se transformó ante sus ojos: su apariencia dulce desapareció, y su rostro se distorsionó en el de una malvada bruja. Con una risa escalofriante, sacó del caldero una poción oscura y venenosa.

—Esta noche, me llevaré a estos niños como he hecho con tantos otros —murmuró la bruja con una sonrisa retorcida.

En ese momento, Alex se dio cuenta de que la leyenda era real y que él y su hermano estaban en grave peligro. No podía dejar que Emily los atrapara.

Con cautela, regresó a la habitación de Mark y lo despertó con cuidado. Le susurró lo que había visto y ambos decidieron que debían escapar sin alertar a la bruja.

Silenciosamente, los hermanos se deslizaron por las sombras de la casa y lograron llegar a la puerta principal. Pero justo cuando estaban a punto de escapar, Emily apareció frente a ellos con una mirada furiosa.

—¿A dónde creen que van, niños traviesos? —dijo con voz amenazante.

Sin perder tiempo, Alex tomó una cruz que colgaba en la pared cercana y la sostuvo frente a la bruja. Esta retrocedió, soltando un alarido de dolor.

—¡No pueden detenerme! —gritó la bruja mientras se retorcía.

Los hermanos aprovecharon el momento de debilidad de la mujer y corrieron hacia la salida. Pero, justo cuando estaban a punto de alcanzar la libertad, la niñera pronunció una maldición que los hizo tropezar y caer al suelo.

Sin embargo, antes de que Emily pudiera atraparlos, una luz brillante llenó la habitación. Los padres de los chicos habían regresado a casa inesperadamente y, al ver la situación, corrieron a proteger a sus hijos.

La presencia de los padres fue suficiente para debilitar aquella presencia maligna, que desapareció en una nube de humo oscuro. Nunca más se supo de Emily, la niñera siniestra.

Desde esa noche, los chicos nunca volvieron a confiar en las apariencias y, sobre todo, aprendieron a valorar la importancia de su familia. Cada vez que se contaba la leyenda de la niñera bruja, Alex y Mark sabían que, de no haber sido por su astucia y valentía, podrían haberse convertido en el trágico final de esa historia aterradora.