Terror Y Algo Más

La Maldición Del Vampiro

En un pequeño pueblo rodeado de densos bosques, vivían dos hermanos gemelos, Lucas y Mateo. A pesar de ser idénticos físicamente, sus personalidades no podían ser más diferentes. Lucas era intrépido y aventurero, siempre en busca de emociones fuertes, mientras que Mateo era reservado y prudente, prefiriendo la tranquilidad de los libros a las travesuras de su hermano.

Una noche, Lucas convenció a Mateo de explorar una vieja mansión abandonada en las afueras del pueblo. Se rumoreaba que estaba encantada, pero Lucas desestimó las advertencias, ansioso por una nueva aventura. Mateo, a regañadientes, accedió a acompañarlo, más preocupado por la seguridad de su hermano que por la suya propia.

Al llegar a la mansión, la luna llena iluminaba tenuemente la fachada deteriorada. Los gemelos se adentraron en el oscuro interior, sus pasos resonando en el silencio opresivo. Exploraron las habitaciones desiertas, sintiendo una extraña presencia que les erizaba la piel. De repente, Lucas descubrió una puerta oculta que conducía a un sótano.

Vamos, Mateo, hay que ver qué hay ahí abajo, dijo Lucas, su voz llena de entusiasmo. Mateo dudó, pero siguió a su hermano, temeroso de dejarlo solo.

El sótano estaba lleno de antiguas reliquias y muebles cubiertos de polvo. Al fondo, una figura se levantó de una silla oscura. Era un hombre de apariencia etérea, con ojos rojos y colmillos afilados: un vampiro en toda regla.

Antes de que pudieran reaccionar, el vampiro se abalanzó sobre Lucas y lo mordió en el cuello. Mateo, paralizado por el miedo, vio cómo su hermano se transformaba lentamente en una criatura de la noche. Desesperado, Mateo huyó del sótano, pero sabía que no podía abandonar a Lucas a su destino.

En los días siguientes, Mateo investigó frenéticamente sobre vampiros y cómo romper la maldición. Descubrió que la única forma de liberar a su hermano era encontrar al vampiro original y matarlo antes del amanecer del próximo ciclo lunar.

Con determinación, Mateo volvió a la mansión una noche, armado con una estaca de madera y una cruz. Encontró a Lucas, ahora un vampiro, vagando por la mansión.

Lucas, sé que aún estás ahí dentro”, susurró Mateo, intentando llegar al corazón de su hermano.

Lucas luchaba contra su nueva naturaleza, pero su humanidad se desvanecía rápidamente. Juntos, los gemelos se dirigieron al sótano, donde el vampiro original aguardaba. Una feroz batalla estalló entre Mateo y el vampiro. Lucas, en un último acto de voluntad humana, se unió a su hermano, permitiéndole finalmente clavar la estaca en el corazón del vampiro.

Con un grito agónico, el vampiro se desintegró convirtiendose en polvo. Lucas cayó al suelo, exhausto pero humano de nuevo. Mateo lo abrazó, lágrimas de alivio y alegría corriendo por su rostro.

Los gemelos salieron de la mansión al amanecer, dejando atrás la oscuridad y el terror. Aunque marcados por la experiencia, sabían que su vínculo había salido más fuerte y que juntos podían enfrentar cualquier cosa.

Pero lo cierto era que Lucas seguía luchando contra las sombras de su mente, enfrentando una batalla diaria que parecía interminable. A pesar del apoyo constante de Mateo, las secuelas de su experiencia como vampiro se manifestaban de formas impredecibles y dolorosas. Una tarde, mientras paseaban por el parque, Lucas se detuvo abruptamente, su mirada fija en una familia que disfrutaba de un picnic. Mateo notó la tensión en su hermano y lo tomó del brazo.

"¿Estás bien, Lucas?" preguntó con preocupación.

Lucas asintió, pero su voz era apenas un susurro. "A veces, siento que nunca podré volver a ser el mismo."

Mateo apretó suavemente el brazo de Lucas.

"Lo importante es que estás aquí, con nosotros. Lo que importa es que seguimos adelante."

Sin embargo, no todo era tan sencillo. Las noches eran las peores para Lucas, cuando las pesadillas lo arrastraban de vuelta a esa mansión oscura. Despertaba empapado en sudor, con el eco de sus propios gritos resonando en sus oídos. Mateo, siempre vigilante, se desvelaba junto a él, asegurándose de que no se sintiera solo en esos momentos de terror.

Los efectos psicológicos no se limitaban solo a las noches. Durante el día, Lucas evitaba lugares concurridos, temeroso de perder el control. Las conversaciones triviales le resultaban insoportables, y la risa de los demás a menudo le parecía un recordatorio cruel de su propia pérdida de inocencia.

En la escuela, los profesores y compañeros notaron su cambio drástico, pero sin conocer la verdad, solo podían especular sobre lo que le ocurría.

Un día, mientras caminaba por los pasillos de la escuela, Lucas escuchó a un grupo de chicos riendo y murmurando a sus espaldas.

"Ahí va el raro de Lucas. ¿Qué le habrá pasado?"

Uno de ellos comentó, sin percatarse de que Lucas los escuchaba.

Lucas sintió un nudo en el estómago. Los comentarios y miradas de soslayo se convertían en una carga insoportable. Decidió enfrentar sus miedos de una manera que nunca había imaginado: hablar abiertamente sobre lo que había pasado. Mateo apoyó la decisión de su hermano, aunque sabía que sería difícil.

Lucas pidió hablar en una asamblea escolar, y con nerviosismo, se paró frente a sus compañeros y profesores.

Sé que muchos de ustedes se preguntan qué me ha pasado”, comenzó, su voz temblando.

Pasé por algo muy traumático y difícil de explicar. Lo que quiero que sepan es que todos enfrentamos nuestras propias batallas, aunque no siempre sean visibles.”

Aunque no reveló los detalles oscuros de su transformación en vampiro, su sinceridad tuvo un impacto profundo en la audiencia. Muchos comenzaron a mirarlo con nuevos ojos, comprendiendo que había más detrás de su comportamiento retraído.




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