Terror Y Algo Más

Alma Vengativa

En el Londres victoriano, las sombras danzaban entre las callejuelas estrechas y adoquinadas, y los ecos de los carruajes resonaban en la neblina perpetua. Thomas Whittaker, un joven de dieciséis años, vivía en un modesto apartamento con su madre y su hermana menor. Desde la muerte de su padre, Thomas había asumido el papel de hombre de la casa, trabajando largas horas en una fábrica cercana.

Una noche fría y lúgubre, mientras regresaba a casa, Thomas notó una figura sombría que lo seguía. Aceleró el paso, pero la figura parecía desvanecerse y reaparecer con cada esquina que doblaba. Finalmente, en un callejón oscuro, la figura se materializó frente a él. Era un muchacho de su misma edad, con una expresión de profundo dolor y ojos llenos de furia.

"¿Quién eres?", preguntó Thomas, retrocediendo instintivamente.

"Soy William", respondió el espectro, "y necesito tu ayuda."

Thomas, aunque aterrorizado, sintió una extraña atracción hacia el espíritu. William le contó su trágica historia: una década atrás, había sido asesinado brutalmente por una pandilla de muchachos adinerados que nunca fueron castigados. Su alma no encontraba paz y estaba atrapada en el limbo, sedienta de venganza.

"Quiero justicia", murmuró William, "y tú eres el elegido para ejecutarla."

Antes de que Thomas pudiera negarse, sintió una ráfaga de frío que penetró hasta sus huesos. William lo había poseído. Al principio, Thomas luchó contra la invasión, pero pronto se dio cuenta de que compartía cada pensamiento, cada emoción del joven vengativo. A partir de esa noche, Thomas ya no era el mismo.

Los primeros días fueron confusos. Thomas se veía obligado a revivir las torturas que William había sufrido, experimentando en carne propia el dolor y la desesperación del muchacho muerto. Su madre y su hermana notaron el cambio en él, pero Thomas se esforzaba por ocultar la verdad. No podía confesar que un espíritu vengativo habitaba su cuerpo.

Una noche, guiado por la memoria de William, Thomas encontró la primera pista. Uno de los asesinos, ahora un hombre de negocios respetable, vivía en una mansión opulenta. Con un odio que no era completamente suyo, Thomas acechó la casa. Al encontrar al hombre solo en su estudio, lo confrontó.

"¿Me recuerdas?", dijo Thomas con una voz que no era la suya.

El hombre, asombrado, retrocedió. "¿Quién eres tú?"

"Soy William", respondió Thomas, sintiendo cómo el espíritu tomaba el control total. "Y estoy aquí para hacerte pagar."

El hombre intentó huir, pero el poder de William era abrumador. Con una fuerza sobrenatural, Thomas lo acorraló, desatando una furia acumulada durante diez años.

El hombre confesó entre sollozos, rogando por su vida, pero no hubo misericordia. Thomas, impulsado por el deseo de venganza de William, acabó con él.

La noticia del asesinato se esparció rápidamente por Londres, pero Thomas, en un estado de trance, apenas registró el peligro. William seguía anhelando justicia.

Los recuerdos del siguiente asesino lo llevaron a un barrio más pobre, donde un hombre se había convertido en un líder carismático de la comunidad. Thomas lo encontró en una taberna, borracho y vulnerable.

"¡William!", exclamó el hombre, reconocedor del espíritu que emanaba de Thomas. "¡No puede ser!"

"Es el fin", declaró Thomas, y una vez más, la furia del espíritu desató una violencia implacable.

El último de los asesinos había caído en la ruina. Convertido en un mendigo, vivía entre las alcantarillas de Londres.

Thomas lo encontró durmiendo entre la suciedad y los desperdicios. Este último encuentro fue el más brutal. La mezcla de desesperación y odio que emanaba de William alcanzó su punto máximo. El espíritu no solo buscaba justicia, sino también venganza cruel y desmesurada.

Finalmente, después del último asesinato, Thomas se desplomó, exhausto. Sentía que su cuerpo y su alma se fragmentaban. William, habiendo cumplido su venganza, se desvaneció, dejando a Thomas solo, pero no ileso. El joven había sido testigo y ejecutor de actos que ninguna persona debería experimentar.

Thomas regresó a su hogar, pero no volvió a ser el mismo. Las sombras de los crímenes y la intensidad de la venganza lo siguieron. La paz nunca llegó para él, y el precio de ser el instrumento de un alma vengativa fue su propia cordura.

En las noches, los susurros de William todavía resonaban en su mente, recordándole que la verdadera justicia nunca viene sin un costo.

Las semanas que siguieron a la última ejecución fueron un tormento sin fin para Thomas. El joven intentaba reanudar su vida normal, pero la presencia de William persistía en su mente, susurrando, burlándose, y, a veces, dominándolo por completo.

Los recuerdos de los asesinatos lo perseguían, y aunque William había dicho que se iría, su espíritu seguía anclado en el cuerpo de Thomas, alimentándose de su desesperación y confusión.

Thomas trató de aferrarse a la rutina diaria, trabajando en la fábrica y cuidando de su familia, pero cada día sentía que perdía un poco más de sí mismo. Las noches eran las peores. En la oscuridad, William emergía con más fuerza, imponiendo su voluntad y control sobre el cuerpo de Thomas.

Una noche, mientras se miraba en el espejo de su pequeña habitación, Thomas vio a William reflejado detrás de él, una figura pálida y fantasmal.

"Te dije que me dejaras en paz", susurró Thomas con voz temblorosa.

"No he terminado", respondió William, su voz resonando en la mente de Thomas. "Este mundo es mío ahora, y tú eres solo un huésped."




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.