Terror Y Algo Más

El Reflejo Oscuro

 

El viento aullaba entre los árboles del bosque, arrastrando hojas muertas y susurros de antaño. En el corazón de este bosque sombrío, dos hermanos gemelos, Santiago y Lucas, jugaban a su juego favorito: el escondite. Desde niños, siempre habían sentido una conexión especial, una intuición compartida que les permitía saber qué estaba pensando el otro. Pero este día, ese vínculo se vería puesto a prueba de una manera inimaginable.

Santiago se escondió tras un viejo roble, cuyas raíces nudosas parecían manos saliendo de la tierra para atrapar a los incautos. Lucas contaba en voz alta, su voz resonando como un eco en la penumbra.

A medida que el conteo avanzaba, Santiago sintió un frío inexplicable recorriendo su columna vertebral. El aire parecía densificarse, y una niebla espesa empezó a emerger del suelo, como si el mismo bosque respirara.

- ¡Listo o no, allá voy! - gritó Lucas, abriendo los ojos. Se lanzó a buscar a su hermano, adentrándose cada vez más en la espesura del bosque. Pero a medida que caminaba, algo extraño comenzó a suceder.

El paisaje parecía cambiar sutilmente a su alrededor, como si los árboles se movieran y las sombras danzaran al ritmo de una melodía inaudible.

Mientras tanto, Santiago, aún agazapado tras el roble, sintió una presencia detrás de él. Se dio la vuelta, pero no había nada. Solo el murmullo del viento y la niebla creciente. Decidió cambiar de escondite, internándose más en el bosque. Pero cuanto más avanzaba, más sentía que algo lo seguía, algo que no era de este mundo.

Lucas continuaba su búsqueda, llamando a su hermano sin obtener respuesta. Fue entonces cuando vio una sombra moverse entre los árboles.

- Santiago, sé que eres tú - dijo, pero la sombra no respondió. La siguió, sintiendo una atracción irresistible, una fuerza que lo llamaba.

Llegó a un claro en medio del bosque, donde un viejo pozo se alzaba como un monumento olvidado. El pozo estaba rodeado de runas extrañas, símbolos que parecían retorcerse y cambiar bajo la mirada.

Lucas se acercó, sintiendo una opresión en el pecho. Se inclinó sobre el borde del pozo y miró en su interior. La oscuridad era absoluta, pero entonces, algo se movió en las profundidades. Una mano emergió de las sombras, y antes de que pudiera reaccionar, lo agarró con fuerza, tirando de él hacia abajo.

Santiago, sintiendo un dolor agudo en su pecho, supo que algo le había sucedido a Lucas. Corrió desesperado por el bosque, siguiendo una intuición que lo llevó hasta el claro del pozo.

Al llegar, vio a su hermano siendo arrastrado hacia las profundidades. 
- ¡Lucas! - gritó, corriendo hacia el borde del pozo, pero ya era demasiado tarde. La oscuridad se lo había tragado.

Desesperado, Santiago miró en el pozo. Una voz susurrante comenzó a llenar su mente, palabras antiguas que no comprendía pero que resonaban con una maldad ancestral. Sintió que algo se movía en la oscuridad, algo que no pertenecía a este mundo.

De repente, una figura emergió del pozo: era Lucas, pero algo en él había cambiado. Sus ojos, antes llenos de vida, ahora eran pozos oscuros de vacuidad, y su piel tenía un tono ceniciento.

-¿Lucas? - preguntó Santiago, dando un paso atrás. La figura de su hermano sonrió, una sonrisa que no tenía nada de humano.

- No, Santiago. Ya no soy Lucas nunca más - dijo con una voz gutural y distorsionada - He visto lo que hay más allá del velo de nuestra realidad, y ahora soy su mensajero.

Santiago intentó correr, pero el nuevo Lucas se movió con una velocidad inhumana, atrapándolo en un abrazo mortal.

- No temas, hermano. Pronto te unirás a mí - susurró al oído de Santiago. Y entonces, la oscuridad del pozo se extendió como un manto, envolviéndolos a ambos.

Cuando los aldeanos encontraron el claro al día siguiente, solo hallaron el pozo. No había rastro de los gemelos. Las runas alrededor del pozo habían desaparecido, como si nunca hubieran existido.

Pero desde ese día, el bosque quedó marcado por una presencia maligna. Aquellos que se aventuraban demasiado cerca del pozo decían escuchar susurros en la oscuridad, voces que llamaban por su nombre, y veían sombras que no deberían existir.

La leyenda de los gemelos desaparecidos se convirtió en una advertencia, un recordatorio de que hay cosas en este mundo y más allá que no debemos desafiar.

Santiago y Lucas habían sido los últimos en descubrir ese secreto, pero no serían los únicos en pagar el precio.

FIN
 




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