Terror Y Algo Más

La Sombra Del Reflejo

Era una noche fría y silenciosa cuando Emma llegó al internado de San Bertram. Las paredes de piedra oscura se elevaban imponentes sobre ella, y la atmósfera estaba impregnada de un aire antiguo y misterioso. Emma había sido trasladada allí después de un incidente que prefería no recordar, pero desde el primer momento, sintió que algo no estaba bien.

Con su cabello rojo brillante y sus ojos grandes y curiosos, Emma caminó por los pasillos, admirando los intrincados grabados y arcos góticos que decoraban el edificio. Cada paso resonaba en el eco solitario del internado. Al fondo del corredor, una figura familiar llamó su atención. Emma frunció el ceño, reconociendo la silueta de su madre, quien había fallecido cuando ella era muy pequeña. Era imposible, pero allí estaba, de espaldas a ella.

— ¿Mamá? — susurró Emma, su voz temblando.

La figura no se giró. Emma avanzó lentamente, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Cuando estuvo a unos pocos pasos de la figura, esta se desvaneció en el aire, dejando una sensación de frío que penetró hasta sus huesos. Emma miró alrededor, pero el pasillo estaba vacío. Trató de calmarse, convenciéndose de que era solo su imaginación jugándole una mala pasada.

Decidida a llegar a su habitación, continuó su camino. Las sombras se alargaban a medida que las luces parpadeaban, creando figuras inquietantes en las paredes. Al girar en una esquina, Emma tropezó con un espejo antiguo, colocado en una especie de altar de piedra. La estructura era elaborada, con grabados de rostros angustiados y seres retorcidos. Pero lo que más le llamó la atención fue su propio reflejo.

Emma se detuvo, observando la imagen en el espejo. Su reflejo parecía normal, pero algo en sus ojos no estaba bien. Había una intensidad y una desesperación que no reconocía. Mientras intentaba entender lo que veía, el reflejo comenzó a moverse por sí solo. Los labios de la imagen se curvaron en una sonrisa malévola, y los ojos brillaron con un resplandor siniestro.

El pánico se apoderó de Emma. Retrocedió, pero no pudo apartar la vista del espejo. El reflejo se estiró, alargándose y distorsionándose hasta que la imagen era apenas reconocible. Finalmente, la figura en el espejo salió del marco y se quedó de pie frente a ella, idéntica a Emma en todos los sentidos, excepto por la maldad en sus ojos.

— ¿Quién eres? — preguntó Emma, su voz apenas un susurro.

— Soy tú, pero también soy lo que nunca quisiste ser —  respondió el reflejo, su voz resonando con un eco espeluznante.

Emma trató de huir, pero sus pies parecían pegados al suelo. La figura se acercó, sus ojos brillando con una malicia inhumana. Justo cuando la sombra extendió una mano hacia ella, Emma cerró los ojos y gritó.

Cuando los abrió, estaba de vuelta en el pasillo, sola. El espejo seguía allí, pero su reflejo parecía normal nuevamente. Trató de convencerse a sí misma de que había sido una alucinación, producto del estrés y el cansancio. Se obligó a caminar de nuevo, tratando de olvidar lo sucedido.

Durante las siguientes semanas, Emma trató de adaptarse a la vida en el internado. Sin embargo, no podía sacudirse la sensación de ser observada. Las sombras en los pasillos parecían moverse por su cuenta, y a menudo escuchaba susurros que no podía identificar. Las otras chicas en el internado empezaron a evitarla, murmurando entre ellas sobre su extraño comportamiento.

Una noche, incapaz de dormir, Emma decidió explorar más a fondo el internado. Su curiosidad la llevó a una puerta oculta detrás de una pesada cortina. La puerta crujió al abrirse, revelando una escalera que descendía a la oscuridad. Con una mezcla de miedo y determinación, comenzó a bajar.

La escalera la llevó a una cripta olvidada. La sala estaba llena de ataúdes antiguos y estatuas de ángeles caídos. En el centro, había un sarcófago abierto, y sobre él, otro espejo. Emma sintió un escalofrío al reconocer el marco elaborado. Era idéntico al espejo del pasillo.

Se acercó, temerosa pero fascinada. Esta vez, su reflejo no esperó. Saltó del espejo, tomando forma corpórea frente a ella. Emma intentó gritar, pero su voz quedó atrapada en su garganta.

— ¿Creíste que podrías escapar de mí? — dijo la figura con una sonrisa torcida.

Emma retrocedió, chocando contra un ataúd. La figura se acercó lentamente, disfrutando de su miedo. En un último acto de desesperación, Emma agarró un candelabro y lo arrojó contra el espejo, rompiéndolo en mil pedazos.

La figura gritó, desintegrándose en el aire. Emma cayó de rodillas, respirando con dificultad. El frío y el silencio de la cripta la envolvieron. Aunque había roto el espejo, sabía que la sombra de su reflejo siempre estaría con ella, un recordatorio de los oscuros rincones de su mente.

Cuando finalmente subió las escaleras y salió de la cripta, sintió un extraño alivio. La noche aún era joven, y el internado parecía menos amenazante. Sin embargo, cada vez que pasaba por un espejo, no podía evitar mirar de reojo, temerosa de ver algo que no debería estar allí.

Emma sabía que, aunque había vencido a la sombra por ahora, el verdadero terror radicaba en la posibilidad de que pudiera regresar.

Y cada noche, al cerrar los ojos, se preguntaba si al despertar, su reflejo sería el mismo, o si algún día, la sombra volvería a reclamar lo que consideraba suyo.

FIN
 




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