Terror Y Algo Más

Corazón De Sombras

En el corazón de un bosque antiguo, donde los árboles se alzaban como centinelas de secretos olvidados, un ángel de alas rosadas y cabellos dorados caminaba con gracia etérea.

Sus ojos, dorados como el sol naciente, brillaban con una mezcla de esperanza y melancolía. Su nombre era Rafael, guardián de la luz, destinado a proteger la pureza del mundo humano.

Pero el bosque que Rafael custodiaba no era un lugar común. Era el umbral entre el Cielo y el Infierno, un portal oculto donde la luz y la oscuridad se encontraban.

En este punto de convergencia, las fronteras entre el bien y el mal se desdibujaban, creando una tensión palpable en el aire.

Una noche, mientras la luna llena derramaba su luz plateada sobre el bosque, Rafael sintió una presencia perturbadora. Una sombra se deslizó entre los árboles, acercándose con la gracia de un depredador.

Era Asmodeo, un demonio de alas negras como la noche, cuya mirada ardía con el fuego del Infierno. Sus cabellos eran oscuros, y su sonrisa era una promesa de caos y destrucción.

- ¿Qué hace un ángel en un lugar tan oscuro? - preguntó Asmodeo, con una voz suave pero cargada de peligro.

Rafael se volvió, su mirada llena de serenidad pero también de determinación.

- Cumplo con mi deber de proteger este lugar. ¿Y tú, demonio? ¿Qué buscas aquí?

Asmodeo rió suavemente, su risa resonando como un eco siniestro.

- Busco lo mismo que tú, ángel. Un propósito. Pero mí, propósito es la destrucción, el caos. Tú eres la luz, y yo soy la sombra. ¿No es irónico que estemos aquí, en el mismo lugar?

A pesar de sus diferencias, una extraña atracción comenzó a formarse entre Rafael y Asmodeo. Cada encuentro era un juego de palabras afiladas y miradas intensas, una danza entre el bien y el mal. A medida que pasaba el tiempo, esa atracción se transformó en algo más profundo, un amor prohibido que desafiaba las leyes del Cielo y el Infierno.

Sin embargo, su amor estaba destinado a la tragedia. Las fuerzas celestiales y las infernales no podían permitir tal unión. Los superiores de Rafael lo convocaron, advirtiéndole de las consecuencias de su relación con Asmodeo. Al mismo tiempo, los señores del Infierno exigieron a Asmodeo que destruyera al arcángel para demostrar su lealtad.

En la noche más oscura del año, Rafael y Asmodeo se encontraron por última vez en el corazón del bosque.

- No puedo traicionarte - dijo Rafael, sus ojos llenos de dolor - Pero tampoco puedo abandonar mi deber.

Asmodeo lo miró, su corazón dividido entre el amor y la lealtad a su naturaleza.

- Entonces estamos destinados a destruirnos mutuamente - dijo con tristeza.

Y así, en un combate final, sus alas chocaron, luz contra oscuridad, amor contra deber. Al amanecer, el bosque estaba en silencio. Donde una vez estuvieron Rafael y Asmodeo, solo quedaban rastros de plumas rosadas y negras esparcidas por el suelo.

El bosque siguió siendo el umbral entre el Cielo y el Infierno, guardando el recuerdo de un amor imposible, un amor que, aunque condenado, brilló intensamente en la oscuridad.

FIN
 




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