Terror Y Algo Más

La Caída De Luzbel VII

La Extinción De La Luz

En el abismo sin fin, donde las sombras eran eternas y la esperanza parecía un sueño lejano, Luzbel luchaba una batalla perdida contra su propia oscuridad. Su luz, una chispa que había resistido tenazmente, empezaba a menguar, debilitada por la furia y el orgullo que lo habían condenado. Cada día, la oscuridad dentro de él crecía más fuerte, y Luzbel sentía cómo su esencia divina se desvanecía como la niebla al amanecer.

Los sentimientos de Luzbel eran un torbellino de dolor y desesperación. Recordaba con amargura los días en que había sido el más brillante de los ángeles, un faro de luz y esperanza. Ahora, su luz se apagaba lentamente, sofocada por la oscuridad que lo envolvía como una serpiente constrictora.

¿Cómo llegué a esto?, se preguntaba, su voz un eco de angustia en el vasto abismo. ¿Cómo permití que mi orgullo destruyera todo lo que era?

La batalla interna entre Luzbel y Lucifer era feroz y despiadada. Lucifer, alimentado por el odio y la maldad, se fortalecía con cada momento que pasaba. Su figura monstruosa crecía en poder, sus ojos brillando con una crueldad incandescente.

No hay lugar para la luz aquí, rugía Lucifer, su voz resonando como un trueno en la oscuridad. Este es mi reino, y tú, Luzbel, eres un vestigio débil del pasado.

Luzbel, cada vez más debilitado, sentía cómo su luz se extinguía. Era como una vela en una tormenta, luchando por mantenerse encendida mientras los vientos de la oscuridad la azotaban sin piedad.

No puedo rendirme, murmuraba, su voz apenas un susurro. Debo seguir luchando, aunque solo quede una chispa de esperanza.

Pero la oscuridad era implacable. Lucifer, ahora casi completamente dominante, aplastaba la luz de Luzbel con su presencia abrumadora.

— Tu tiempo ha terminado — decía Lucifer, su voz un cuchillo que cortaba el aire — Acepta tu destino y desaparece en la nada.

El momento final llegó en un estallido de sombras y luz. Luzbel, debilitado y exhausto, sintió cómo la última chispa de su luz se extinguía. Era como si una estrella se apagase en el firmamento, dejando tras de sí un vacío insondable.

— Perdóname, Miguel — susurró Luzbel, su voz apenas audible en la vastedad del abismo — Perdóname por no haber sido más fuerte.

Con un último destello de luz, Luzbel desapareció, su esencia divina consumida por la oscuridad. Lucifer, libre al fin de la chispa que había sido su tormento, se alzó triunfante. Su risa resonó en el abismo, una risa llena de crueldad y satisfacción.

— ¡Al fin soy libre! — gritó, su voz resonando como un rugido de victoria — Ya no hay luz en mi pecho, no más dolor, no más tormento. Soy el rey de la oscuridad, sin cadenas que me aten.

En su mente, los recuerdos de aquel hermoso y majestuoso arcángel que una vez fue comenzaron a desvanecerse. Luzbel, con toda su luz y gloria, se convertía en un mero fantasma del pasado, una sombra que se disolvía en la nada. Lucifer, sin remordimientos, se regodeaba en su libertad, sin sentir el peso del dolor que una vez lo había atormentado.

Desde su lugar en el cielo, Miguel observaba con un dolor desgarrador. Su hermano, su amigo, su compañero, había desaparecido en la oscuridad. El lamento de Miguel fue un grito de angustia que resonó por todo el cielo, un lamento que reflejaba su desesperación y su amor eterno.

— ¡Luzbel! — gritó, sus lágrimas cayendo como estrellas fugaces. —¿Cómo pude perderte así? ¿Cómo puedo seguir sin ti?

Miguel, consumido por el dolor, deseaba desaparecer junto a su hermano, pero sabía que debía ser fuerte. En ese momento de desolación, la voz de Dios resonó con una calma y un amor infinitos.

— No todo está perdido, hijo mío — dijo Dios, su voz era un bálsamo para el alma de Miguel — Luzbel volverá. Solo es cuestión de tiempo.

Las palabras de Dios, llenas de esperanza y promesa, dieron a Miguel la fuerza para seguir adelante. Aunque su dolor era inmenso, sabía que debía confiar en el plan divino.

— Esperaré entonces — murmuró Miguel, su voz un susurro de determinación — Esperaré el día en que Luzbel vuelva a la luz, y entonces, mi corazón encontrará la paz. Luzbel, te esperaré.

Así, en el vasto abismo, Lucifer reinaba en su oscuridad, libre de la luz que una vez lo había atormentado. Y en el cielo, Miguel, con su corazón lleno de amor y esperanza, aguardaba el día en que su hermano encontraría el camino de regreso a la luz. La historia de Luzbel no había terminado, y el amor de Miguel sería su guía en la eterna búsqueda de redención.

FIN




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