The Academy

01: La comida de este lugar es rara.

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– La comida de este lugar es rara.

Tiré la envoltura del onigiri insípido mientras encontraba mi camino hacia el aula. Al haber varias regiones y subregiones en esta institución, suelen ofrecer alimentos de todas partes de las cinco regiones. Por algún motivo que no logro entender, a los demonios les encanta comer las versiones de la comida japonesa, coreana y mexicana que se producen aquí, ya que traer los alimentos directamente de allí suele ser caro y complicado. Así que prefieren hacer sus propias variantes, aunque, por supuesto, no se comparan en nada. Por ello, muchos de los possessorium suelen desear ir personalmente a Terra para probar, al menos una vez en su vida, la comida de allá.

Observé a los demás entrar y salir de distintas aulas, dependiendo de los grados a los que pertenecían, antes de ingresar a la mía. El aula a la que yo pertenecía no era muy distinta a las demás, pero sí era la más conocida de todas, no solo por ser la más grande del edificio, sino por los alumnos que tomaban clases allí. En primer lugar, los hijos de los nueve reyes más importantes del infierno estaban reunidos en esta aula, así como los descendientes, tanto directos como indirectos, de cada uno de la demonología.

– ¡Buenos días, su majestad! – se inclinaron varios alumnos endemoniados de bajos estatus, quienes se dedicaban a alabar a aquellos que sí lo tenían. Para cualquier demonio puro, eso parecía maravilloso y emocionante, pero para un 80 % demonio y 20 % ángel, me resultaba algo sin mucho sentido, inútil y estúpido.

– No necesitan hacer eso – declaré mientras buscaba un lugar donde quedarme. La única ventaja que podía obtener de esto era que podía sentarme en cualquier lugar, incluso si uno de los otros príncipes lo estaba ocupando, pues el nombre de Lucifer poseía más fuerza que los demás.

Tomé uno de los asientos del medio, ya que no quería ir a sentarme hasta atrás, justo al lado de uno de esos príncipes, Killiam Sung, hijo de Amón Sung, el tercer rey demonio, conocido por tener todas las características de un matón. Desde que entré, no había entablado una gran conversación con ninguno de los reyes y prefería mantenerlo así; no confiaba en lo más mínimo en esa gente, y como no era un secreto que yo era heredero "supremo", no quería ni imaginar lo que harían para manchar mi nombre. Entre más lejos estuviera de ellos, mejor.

– ¿No te enseñaron a saludar, "su majestad"?

“Mierda, justo al que no quería ver”

– ¿Por qué debería saludarte? – Los siete reyes restantes se acercaron a mi mesa, donde parecían llamarles la atención por algún motivo, dejando la sala en un completo silencio. La tensión entre nosotros era bastante notoria; ocho príncipes de origen puro y uno mestizo. Ocho contra uno. Muchos solían pensar que, por la cantidad, caería a sus pies y órdenes como todos los demás. Gracias a ser 20 % ángel, puedo herir más con palabras que con golpes, dejando claro que no me dejaría vencer, aunque todo Gehenna se pusiese en mi contra.

– Así que el ego se te sube rápido, ¿Eh?

– El mejor para hablar de ego eres tú, alteza Sung – me gustaba utilizar la terminología entre "alteza" y "majestad", a pesar de que ambas se usaban para referirse a la realeza; una tiene más fuerza que la otra. Alteza se refiere a una autoridad igual o menor que la tuya, mientras que majestad designa a una mayor. Sí, soy príncipe, pero en toda la escuela preferían tratarme como a un rey, no solo por tener sangre de Lucifer y Uriel, sino que mis habilidades también eran importantes para ese trato. Es fastidioso, pero en momentos como este, me encanta.

– ¿Acaso no te enseñaron a respetar, imbécil?

– El que yo no sea respetuoso contigo no significa que no lo sea. ¿Qué quieres?

“¿Acaso estos bastardos no me dejarían tranquilo? Por favor, apenas son las ocho de la mañana”

– Solo ver cómo estabas, majestad -y con esa palabra atorada en la garganta, volvió a su sitio, dándome por fin paz por unos instantes. Nunca teníamos clases fijas; siempre eran como si a la escuela se le antojaba, y al ver entrar al mismo maestro de ayer, Orpheus, sabía que debía haber disfrutado la tranquilidad antes de pisar el aula.

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– Esto es un horror.

– ¿En serio lo crees?

La mayoría de mis compañeros estábamos casi en el suelo, tratando de buscar algún material frío para refrescarnos un poco, pero aún era verano y el piso estaba más caliente que el propio infierno.

– Claro que sí. ¿Cómo es que ese idiota todavía sigue en pie?

– No lo sé. Sabiendo que su único motivo es superar a Amón, no me sorprende que se sobre esfuerce – Miraba con cierta envidia al azabache que no era diferente a los demás possessorium, pero era el único que no estaba tomando desesperadamente agua ni sentado en algún lugar con sombra para refrescarse.

– Se supone que el que debería estar haciendo ese esfuerzo eres tú, ¿No, Mall?




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