— ¿Esto es algún tipo de broma?
— ¿Le ves la cara de payaso?
— ¡Porque crees que esto es bueno, Mallory! Por favor, ¿En serio es un querubín?
— Sí, Kenna. ¿Puedes ayudarme? — Para fortuna mía, aquella puerta nos había enviado a Kaida, la zona sur de la capital, donde Lilith y Astarot lideran con orgullo, a tan solo media hora de su residencia.
Sostenía a la menor en mis brazos, donde todavía dormía (o eso quería creer), aferrada a mí, temblando ligeramente. Es por esta razón que quería ver a Kenna; la pequeña no podía pasar más de un día en Gehenna sin verse afectada, y en estos casos, siempre se necesitaba a un brujo, pues ellos no poseen una terminología como tal; pueden ser puros como santos, malvados y codiciosos.
— ¿Y en qué se supone que te debo ayudar?
— Reformulando sus palabras, ¿Por qué te tiene que ayudar?
— Aedan, cállate. Yo decido si lo ayudo o no.
— ¡Que viva el amor! — Ryder comenzó a moverse de una esquina a otra por toda la habitación, no sé si ansioso o preocupado. O quizás ambas.
— Solo necesito que la purifiques mientras busco una manera de regresarla.
— ¡¿Purificarla?! Mallory, hacerlo sin un permiso nos va a sentenciar. ¡El simple hecho de que esté aquí es problemático! — La magia que los brujos usan para sus conjuros es de cosmos, hecha con la sangre de tres arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael, junto con la de un demonio que no es ni tan elevado como Lucifer ni tan bajo como Belcebú; la sangre de Lilith Kimbrough era perfecta para la brujería. Al haber pasado tiempo en el paraíso junto a Adán y haber rechazado a Dios, su sangre no es del todo pura, pero tampoco es demoníaca; se queda en un nivel medio, lo que le permite cambiar de magia y naturaleza cada vez que se le antoje, sin problema alguno. Y para los descendientes directos de Lilith, es muchísimo más fácil y fuerte al usarla.
— ¡Ya lo sé, pero no la voy a dejar sola! No tiene más de 10 años.
— ¿Y ahora te apiadas de niños? ¿Desde cuándo hay bondad en ti?
— Desde siempre, Kenna. Su madre es un arcángel.
— ¿Y yo qué ganaré con todo esto? — Reprochó, dejando a Ryder muy de lado, que solo miró con claro gusto la escena. No me dejará tranquilo con lo del compromiso, maldito aprovechado.
– Dijiste que querías liderar la torre de magia de Gideon, ¿No es así?
— ¡Ni se te ocurra hacer un trato como ese, Valtheron!
— Si me ayudas con esta pequeña, puedo hacer que te den un cargo alto cuando cumplas 20. — La torre de magia es uno de los pilares de Scylla, el centro de la capital, liderada por completo por Lucifer y Uriel, pues los benedictus del Deliciae siempre llegan a aquella zona en especial, por lo que no me extraña que Uriel lo tenga a su cargo. Más aquella institución, junto a otras, se le separa de su mando cuando uno de los herederos llega al trono, pasando a ser pertenencia de la nueva reina demoníaca.
— ¡Es ridículo, Valtheron! No te lo darán ni porque seas el futuro rey. Para lograrlo necesitas estar como mínimo casado.
— Y ni así. La torre es liderada por Uriel, no creo que acceda solo porque sí.
— Tanto presumías un compromiso, ¿No, Ryder? Pues ahora lo tienes. — Con cuidado de no mover demasiado a la niña, me acerqué a ella, mostrando ya no solo preocupación por el bien de la menor. No sé qué fue lo que vio, pero bajó su guardia, ablandando muchísimo su mirada al verme arrodillarme. — Kenna Dearbhail, segunda hija de Lilith Kimbrough y Casper Dearbhail, deseo ostentar un compromiso con usted. — Su mirada cambió de un momento a otro, demostrando descontrol y confusión. No me extraña que su semblante haya cambiado tan drásticamente.
— ¿Ahora te quieres casar? Recuerdo que desde pequeño te negaste a la idea. — Sí, y quiero seguir negándome, pero conociendo a Lucifer, me casaré de todos modos. Los compromisos matrimoniales entre reyes son la única opción que se puede rechazar si se desea. No le perjudica en el trono o en la magia, solo que ante la sociedad es casi una falta de respeto que un rey no posea una reina antes de obtener la corona; a los reyes demoníacos les encanta que las demás regiones hablen de ellos, así que varios de los príncipes ya están comprometidos y rara vez casados a los 17 años, sin posibilidad de negarse. Esperaba prolongar aquella decisión hasta los 20, pero ¿qué más da? Prefiero que sea Kenna mi esposa que cualquier otro demonio con un ego mucho peor.
— Mall, ¿estás dispuesto a casarte solo para devolver a una niña a su región?
—Sí. — Un silencio reinó por unos 3 minutos, como máximo. Ninguno de los dos dejaba de verme confundidos. ¿Qué tenía de malo tratar de ayudar a una niña a volver? ¿Por ser un demonio? ¿No puedo?
— ¿Y si podemos hacer eso?
— No ir directamente, pero sí encaminarla para que entre.
— Bien. Acepto su propuesta, Mallory Valtheron.
— Mallory Cavor Valtheron Blackwood, ¡¿Dónde estabas, mocoso?! — Los gritos de Uriel resonaron por toda la casa, llamando la atención de todos en la sala de estar, quienes no logré ni ver.
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Editado: 18.08.2025