— No quiero ir sola, Val.
— Nena, no puedo acompañarte — Intentaba apartar a la menor, quien se aferraba con fuerza a mi brazo.
— Bebe, por favor. Tienes que regresar a tu región.
— ¡No! ¡Yo quiero quedarme con Val!
— Por favor, no nos hagas esto — Decía, llevábamos casi media hora intentando que entrara al portal, pero cada vez que la soltaba, gritaba y corría de vuelta hacia mí. Aún no entendía por qué no quería irse.
— Mall, por favor, haz algo. Solo nos quedan siete minutos.
— Nena, por favor, hazlo. ¿Recuerdas lo que te dije ayer?
— Pero me quiero quedar contigo.
— Eres un ángel, necesitas entrar. No quiero que te conviertas en un demonio.
— ¡No tengo a nadie que me reciba allá! ¡No quiero estar sola de nuevo! — Un silencio inundó todo el espacio ante su declaración, que fue acompañada por un torrente de lágrimas.
— Nena, por favor, ¿Puedes hacerlo por Mallory?
— ¡¡No!!
— Es inútil, no la vamos a convencer.
— ¿Y qué sugieres hacer, Kenna?
— ¿Y si se queda...?
— No.
— Mallory.
— No puede quedarse aquí.
— ¡No me importa quedarme sin santidad! Por favor, Val, no me abandones...
— Adoptala.
— ¡¿Estás loca, Kenna?! No hay forma de que Mallory...
— Acepto.
— ¡¿Acaso se volvieron locos los dos?!
— Aunque tendríamos que casarnos ahora para no levantar muchas sospechas.
— No tengo problema.
— ¡No sean idiotas! ¿Sabes quién está a cargo del centro de adopción? Exacto, ¡Uriel!
— Tranquilo, ya sé cómo solucionarlo.
— Por favor, Mallory, reacciona. Esa niña no va a estar segura; un querubín tarda por lo menos diez años en cambiar su naturaleza. ¿Cómo esperas ocultarla tanto tiempo?
— Hablaré con Uriel.
— ¿Cómo estás seguro de que te ayudará?
— Sé que lo hará. Dame la hora.
— Faltan diez para que cierren la academia.
— Corran, yo regresaré a la mansión de Lucifer.
— Esto es una locura, una enorme locura.
— Gracias por ayudarme, Ryder. Te lo agradeceré después. Corran antes de que los dejen afuera.
— Mucho cuidado, Mallory.
Sin decir más, tomé a la pequeña, quien solo sollozaba con sorpresa en su rostro. Traté de cubrir lo mejor posible a la niña con mi suéter mientras cruzaba entre la gente, corriendo lo máximo que mis piernas me permitían. Quizá tardé 20 minutos en llegar, pero ya estaba en mi habitación, sintiendo varias punzadas de dolor en mi mano izquierda. Era demasiado arriesgado entrar por la puerta principal con la menor en brazos, especialmente hoy, que Lucifer tenía una junta importante con los reyes. Así que tuve que trepar hasta mi ventana e ingresar por allí. No era la primera vez que lo hacía; sabía dónde pisar para llegar más rápido y en qué partes podía resbalar, pero hacerlo con una sola mano y un poco más de peso me llevó más tiempo.
— No salgas de aquí, ¿Okey? Regresaré pronto. Pase lo pase, entre quien entre, no abras la puerta y no hagas ruido, ¿Se entendió? — El asentimiento de la menor me tranquiliza un poco; en momentos como este, saber que entendía su situación me reconfortaba.
— Gracias por no abandonarme, papá — Sus pequeños brazos rodearon mi cuello en un intenso abrazo. Uno que parecía significar mucho para ella.
— Vuelvo pronto. — Encerré a la menor y comencé a caminar por los pasillos con todo el sigilo posible. Seguramente todos estaban abajo junto a Lucifer, escuchaba más de una voz femenina. Al asomarme al comienzo de la escalera pude confirmar mis sospechas. Todos los sirvientes y concubinas estaban abajo, menos Uriel.
“Por favor, dime que Uriel está en su oficina y no en la cocina” -- Pasé por las demás habitaciones del pasillo, revisando que no hubiera nadie más arriba, hasta llegar a la oficina de Uriel.
— Uriel, necesito tu ayuda — Entré en la habitación al asegurar que solo estaba ella. Su mirada, entre confundida y enojada, me recibió mientras trataba de calmar mi respiración.
— ¿Qué haces aquí?
— ¿Me puedes escuchar antes de ir con Lucifer?
— No tengo nada que ver contigo. Apártate de la puerta.
— Te lo ruego. Esto es importante para mí, por favor... — Con el corazón palpitando demasiado rápido y un molesto ardor en mis ojos, me arrodillé, sosteniéndome de su vestido azul largo que tanto le gustaba usar cuando sabía que visitarán a Lucifer —...ruego que me escuches, mamá.
Silencio. Fue lo único que recibí mientras apretaba los párpados con fuerza, pidiendo internamente que me diera al menos cinco minutos o cinco segundos, que me entendiera y apoyara con la menor, que no me delatara con Lucifer, que no me quitaran a esa hermosa niña a la que ya le tenía tanto cariño y que hace tan solo unos minutos me consideraba su padre.
— Te escucho, Mallory — Se colocó a mi altura, aunque aún mostraba determinación en su mirada, su actuar era cálido, acomodándose en el piso junto a mí, abrazando a su mayor hijo.
— Necesito que me ayudes a cuidar un querubín.
— ¿Qué?
— Esa aura que sentiste, no era Kenna. Rescaté a un querubín y la tengo resguardada en mi habitación. — Sentía cómo el palpitar de mi corazón resonaba por toda la habitación cuando se quedó callada, mantuve la vista en los pequeños detalles de su corsé; no me sentía con la suficiente fuerza para mirarla mientras declaraba algo tan importante.
— ¿Por qué lo hiciste?
— La estaban golpeando tan bruscamente, no podía quedarme mirando y esperando su muerte sin hacer nada. No tiene más de diez años.
#647 en Fantasía
#124 en Joven Adulto
descripciones explicitas, lengua bulgaria malas palabras, magia reina
Editado: 18.08.2025