The Academy

12: No sé en qué estás pensando, Mallory, pero, Dios...

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— No sé en qué estás pensando, Mallory, pero, Dios…

Nunca había visto tanta desesperación en él. Su semblante seguía siendo frío y aterrador, pero su voz se suavizó un poco después de hablar con Uriel.

Lucifer comenzó a cubrir su mano izquierda, arrepintiéndose profundamente de sus palabras mientras una marca muy característica de Jesucristo aparecía en ella. En el rostro de Lucifer se notaba el dolor que la acompañaba. Los demonios tienen prohibido mencionar el nombre de un miembro del Deliciae, al igual que los ángeles deben hacer lo mismo.

— No podía dejarla sola. A diferencia de ti, yo sí tengo corazón. — Miraba el pequeño agujero de su mano, que simboliza la crucifixión de Jesús de Nazaret. Gracias a ser un demonio, esa marca era muchísimo más dolorosa y horrible que la del mismo Jesús.

— No quieras pasarte de listo, estás en mi casa y debes respetarme. Tu hija me hizo esto, así que es lo menos que puedes hacer. — Un pequeño alivio me recorrió al fin reconocerla como mi hija, aunque a él pareció no gustarle mucho.

— Me disculpo en su nombre.

— ¿Y solo por eso te vas a disculpar?

— Me atacaste primero, tenía que defenderme.

— Mira, no tienes derecho a dirigirte a mí de forma informal a partir de ahora. Eres padre de un maldito querubín y te vas a comportar como tal. Voy a aceptar que hagas lo que quieras y traigas a toda persona que desees. Te mandaré a hacer una casa pequeña en el jardín, cerca de la habitación de Uriel —quien supongo que ha estado purificando—, para que tu esposa, prometida e hija se hospeden – Cuando por fin se dignó a dirigirme la mirada, no encontró gratitud o felicidad en mis ojos, sino sorpresa. ¿Ahora sí le interesa todo eso que antes me recalcó mil y una vez que yo tenía que arreglar?

— ¿Qué es lo que buscas con toda esa amabilidad?

— En primer lugar, que dejes de involucrar a mi esposa en tus asuntos. — No pude evitar tragar saliva ante su honestidad. Es una mujer fuerte, siempre lo ha sido, pero es un ángel mujer; es sumisa por naturaleza. Me apena que la hayan castigado por mi culpa. — Y, en segundo lugar, quiero asegurarme de que hagas lo que hagas, no arruines nada acerca de los beneficios de casarte con la señorita Ariadne. Adopta a cuantas personas quieras y cásate con tantas mujeres como puedas. Por más que me dé enojo aceptarlo, cuando estés casado no podré detenerte, así que quiero hacer una promesa contigo.

— ¿Una promesa?

— Que hagas lo que hagas, no vas a divorciarte de Ariadne y el primer hijo será el heredero legítimo de Leonor.

— ¿Qué?

— Leonor no va a casarse; es una regla que Jesús le ha impuesto a Uriel. Los ángeles herederos casi siempre son inmortales; sin embargo, a Leonor no se le considerará inmortal por ser mestizo. Morirá al igual que nosotros y necesita un heredero, y Ariadne se lo dará.

— ¿Y esperas que yo lo críe y cuide como mi hijo, para después entregárselo a Leonor?

— Así es. Veo que tienes mucha simpatía por los niños, y ese es tu castigo por traer un querubín a mi casa y adoptarlo sin mi autorización.

La sorpresa en mi mirada se transformó en odio, siendo muy consciente de la expresión deleitosa en su rostro. Él eligió lastimar a Uriel y a mí solo quitarme a un hijo que ni siquiera existía. Este hombre de verdad no tiene corazón.

— Prefiero que me pegues y me desheredes.

— Pero no es lo que tú prefieres. Mientras no estés casado, aún tengo control sobre ti, Mallory.

— ¿Y si me niego a dárselo?

— Será su heredero, te guste o no; no me importa quitártelo a la fuerza. Evítame tener que lastimarte así. — Señaló mi cuello vendado. Intentaron hacer todo lo posible para eliminar aquellas marcas que la magia de Lucifer dejó, pero todo intento fue en vano. Además de mi parche, ahora tendré que usar vendas por el resto de mi vida; maldita sea.

— Como ordene, majestad. —Solo pude inclinarse, mientras la ira me invadía, azotando la puerta y golpeando una pared al salir de su oficina.

— Maldito demonio...

— Mi madre no puede moverse. Lucifer le destrozó la pelvis. ¿Estás contento?

— No quería que las cosas acabaran así, Leonor.

— Entonces no debiste traer a esa niña, Mallory.

— Tratar de explicártelo solo malgastaría mi tiempo. No vas a querer entenderme. ¿Uriel está en su cuarto?

— ¿Por qué te crees con el derecho de verla?

— Porque necesito disculparme. No deberían haberla castigado.

— Al menos en eso estamos de acuerdo. Solo si te dejo esto, Mallory: vuelves a involucrar a mi madre en tus problemas, me aseguraré de golpear donde más te duela, Valtheron. Espero a mi heredero con ansias. — Miré a ese malnacido alejarse casi saltando. Solo me detuve a observar, conteniendo las malditas ganas de arrancarle los ojos. Ya había suficientes conflictos como para agregar uno más a la lista. Solo tenía que soportar cuatro días más y dejaría de verlo.

— ¿Puedo pasar?

— ¡Papi! ¿Ya estás bien? ¿No te duele? — A pesar de que fuera Uriel quien me dio la autorización de entrar, fue Maehwa quien me recibió, sin dudar en tocar mi cuello. Su toque fue sutil, pero me dolió, más no iba a demostrarlo. Ahora necesitaba saber cómo estaba Uriel.

— Estoy bien, Mae. ¿Me dejas ver a mi madre? — No necesitó añadir más palabras y se hizo a un lado, corriendo hacia Katherine, quien se veía bastante confundida y entristecida por el estado de Uriel.

Estaba recostada en la cama, con su vestido casi roto y sucio con cierto líquido blanquecino que solo me hizo enfurecer un poco más, sin ser ignorada por ella. Trató de levantarse, pero el dolor la obligó a quedarse en su lugar, incrementando la rabia por ese maldito rey.




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