The Academy

14: ¿Y cómo se supone que iré allá?

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— ¿Y cómo se supone que iré allá?

— Por la entrada, tontito.

— No me refería a eso. — Sostuve la taza de té con un poco más de fuerza, mientras Leonor y Lucifer sonreían con placidez en la sala de la enorme casa en la que no llevábamos mucho tiempo de hospedarnos.

— Lennox está muy emocionado por su nieta, así que él traerá tu transporte.

— Qué cosas. No creí que ese señor realmente se interesara por sus nietos. No mueve un dedo ni por Cyan, el hijo de su queridísimo y consentidísimo Gabriel.

— Es su única nieta; creo que está claro por qué la ayuda tanto. — "¿Única nieta? ¿Y las hijas de Rafael?"

— ¿Y qué te va a dar a cambio, hermanito? — La insolencia de ese bastardo me estaba calando los huesos, y solo por ser el acompañante de Lucifer no lo podía echar, porque yo pedí que viniera.

— Eso no te incumbe. Lo único que recibirás de esta unión será tu heredero, no pidas más.

— Qué pena, y yo quería tener más dinero.

— Leonor, tu reputación me está preocupando muchísimo. ¿Ahora para qué buscas más oro? — Me parecía sorprendente que Lucifer dijera abiertamente que se preocupaba por Leonor y que no lo hiciera a través de Uriel. Aún no logro acostumbrarme a estos cambios tan repentinos entre nosotros, a pesar de que ya ha pasado una semana desde la adopción de Maehwa.

— Quiero disfrutar mis últimos años en la academia antes de encerrarme con Jesús, ¿No puedo?

— Si Uriel lo ve bien, supongo que sí.

— Sí, claro, pero nos desviamos del tema. ¿Solo irás a pedir su mano? ¿Y ya?

— No me voy a casar ese mismo día, Leonor. Todavía tienen que ir ellos a pactar.

— Qué complicado todo ese procedimiento. Qué bueno que no me casaré. — Su voz sonó serena, pero logré ver algo similar a la tristeza en sus ojos. ¿Él realmente quiere casarse? ¿En serio?

— Desgraciadamente. — Tomé lo último que quedaba en mi taza, como si con ese simple acto, cerrará todo tipo de conversación.

— Entonces, Lennox vendrá por ti el jueves. Como el viaje es largo, te quedarás a dormir allí. El viernes pedirás su mano, y ese mismo día nuestros padres se dirigirán allá para llegar en la tarde y pactar el matrimonio. Los tres se quedarán a dormir allí y por la mañana del sábado se regresarán para ya no retrasar las actividades de los ángeles. ¿Me equivoqué?

— No, lo dijiste casi perfecto, hijo.

— Aún se siente raro que me digas así, aunque es reconfortante. — Esa palabra de cuatro letras se me quedó impregnada mientras los veía con cierto desconcierto. Solo llevo tres días fuera de su mansión, y ¿Ya le dice hijo? — ¿Tu esposa sabe por qué te vas a casar con ella?

— No. Por ahora.

— ¿Planeas decírselo? —Ahora el desconcertado era Lucifer; pude notar un leve temblor en sus manos.

— No puedo ocultarle algo tan importante.

— No necesitas decirle todo, Mallory. — ¿Ahora ya no me dice hijo? No es que me moleste, pero hay algo en ese sutil detalle que no me agrada para nada.

— Su esposo se casará con otra mujer; claro que necesito explicarle por qué.

— Sabía que eras responsable con tu deber como rey. Pero esto sí que me sorprende, hermano.

Por toda la celebración del Dark Night y mi boda, ese sutil detalle respecto a mi segundo matrimonio se me olvidó por completo, a pesar de que ya conocí y conviví con ella. Suponía que por algún motivo, ella no había querido preguntarme. La opción de que se le pudo haber olvidado no es válida; ella no olvida, de eso estoy muy seguro.

Recosté mi cabeza en el respaldo del sillón cuando aquellos hombres por fin se fueron, dejándome solo en ese enorme lugar. La casa era muy acogedora; Kenna y Maehwa se encargaron de hacerla tranquila y cómoda. No solo por el cuidado que le daban, su simple presencia, naturaleza y olor ayudaban mucho a calmarme en situaciones como esta, donde no tenía ni una semana de casado y ya querían volver a casarme, y todavía tenía una reunión con los padres de Kenna para poder trasladar al cordero.

— ¿Ya se fueron? Te ves cansado.

Kenna, con todo su encanto, se sentó a mi lado, abrazando mi brazo con tanta dulzura que me desconcertó por unos segundos. Nunca le había faltado al respeto, pero tampoco llegué a tener algún sentimiento ni comportamiento amoroso por ella. La admiro, respeto y quiero mucho, pero ese lado suyo nunca lo había visto.

— ¿Todavía no te acostumbras? — Dejó mi brazo para ahora abrazar mi torso, con cuidado, con ternura.

— Tenemos 17 años. Eres mi primera esposa, no llevamos ni una semana así. Dame comprensión y paciencia, por favor, nena. Esos hombres no dejan de molestar. — Acaricié sutilmente su cabello, mientras ella recargaba su cabeza en mi pecho, cerrando sus ojos con bastante cuidado.

— ¿Ya quieren que vayas a pedir su mano? — La distancia entre nosotros era tan escasa que pude escuchar cómo de a poco su corazón latía con más fuerza.

— Sí...

— No te preocupes, puedo cuidar a Mae mientras no estés.

— No es ella lo que me inquieta. —“¿Desde cuándo tener a Kenna tan cerca mío me transmitía tanta confianza y paz?” — Kenna, no quiero casarme con ella, pero si no lo hago no...

— No tienes que darme explicaciones. Sé que lo haces por algo que quiere Lucifer, y no me molesta. Por cómo se ve, puedo estar tranquila de que no puede lastimar a mi pequeña. — Su tacto se volvió más fuerte; parecía querer llorar porque sus pestañas comenzaban a brillar.




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