The Academy

17: Pov Leonor

AD_4nXe32VsVI3ilndbBaRdQnVueMyIQXKVzLSvJQ-Hkz-cbkc-5OXT-ZK2ajrlePVBAiBn_GasiSeijnU-MCbHlJxRNKupuoC3HMe3CEb1bvAhrHHUi0RgtwLsn2hKGxyHuVcf15lIgpg?key=aH5cw99pA9qF3pOtynwibA

Pov Leonor

— Esto es asqueroso, ¿Lo sabes, verdad? — Caminar al lado de un efímero es realmente incómodo. A pesar de ser un demonio de menor categoría, su olor era tan repulsivo como el de los demás.

— Tú eres el que quiere hacer esto. Tu mente retorcida es asquerosa, Leonor. — La tierra estaba mucho más húmeda gracias a las constantes lluvias en Terra, lo que dificulta el trabajo de Ryder.

— Me alegra que pienses eso. Sube el cuerpo; no voy a poder cortarlo si lo dejas ahí. — El cuerpo de un ser humano era mucho más liviano que el de un demonio gracias al poco ente mágico que poseían. Era un trabajo que necesitábamos hacer los dos, volviendo a manchar mi cotidiano traje blanco.

— ¿Seguro que es este a quien quieres? Ya no sabe nada.

— Ryder, no me interesan tus asquerosidades de demonio; me interesa su habilidad. Nunca logró desarrollarla, qué pena. Los humanos son tan idiotas.

Todos en este mundo poseen habilidades, dones, poderes o como se les llame en sus regiones, pero por algún motivo, los humanos no logran desarrollarlas. Sueñan con hacerlo, y no se sabe por qué no lo logran; pero ahora mismo agradecía que no lo hicieran. Era bastante fácil y asqueroso obtener habilidades gracias a eso; por eso es una actividad mega prohibida. Ni Lucifer se atrevería a tanto. Pero yo no soy como ninguno de ellos.

— No me digas que te lo vas a comer aquí.

— Claro que no. Ve tapando el agujero. – Ryder era bastante útil para este tipo de cosas y es el único en quien puedo confiar. Por ahora, ambos tenemos un motivo para hacer lo que estamos haciendo: acabar con ese hombre que tanto presumen como mi hermano.

Cuando éramos niños, lo admiraba mucho. Siempre fue el hermano fuerte, al que confiaban todas las tareas pesadas. Todas las tardes entrenaba de manera desgarradora para convertirse en el aclamado rey de Gehenna. Pasaba horas en la biblioteca leyendo todo libro que encontraba allí, le sirviera o no, siempre estuvo pegado a Lucifer aprendiendo un manejo completo de habilidades y creaciones mágicas desde que teníamos diez años. Recuerdo que siempre me contaba con emoción todo lo que aprendía. Gracias a él pude entender mejor el vínculo entre los ángeles y las criaturas mágicas. La batalla cuerpo a cuerpo nunca fue mi fuerte, porque mi madre me dijo que no lo necesitaría cuando me trasladara al Deliciae, ya que todo se resolvía con palabras y justicia, a diferencia de Gehenna. Y aunque Lucifer se lo prohibió, me enseñó lo justo y necesario para defenderme. Entonces, ¿despertar sus habilidades lo convirtió en un maldito engreído?

Teníamos doce años cuando ocurrió, en el enorme jardín que teníamos. Era hermoso verlo, con variedad de plantas de distintas regiones decorando el lugar de forma vívida y cálida. Mallory y yo disfrutábamos estar allí, jugando con la tranquilidad del entorno, la ligereza y frescura del aire, los rayos del sol entregándonos una visión más amplia, creando sombras en algunos grupos de flores o arbustos colgantes, que aprovechábamos para descansar. Estábamos leyendo un libro de Terra; aún puedo recordar el título de aquel libro. El nombre de "La Ilíada" resuena en mi cabeza cada vez que lo veo de reojo, ya sea en casa o en la escuela.

Mallory siempre tuvo un don para la literatura. Tenía la creatividad de hacer que la lectura no fuera tan aburrida como lo hacía Uriel. Parecía que estaba narrando un cuento; siempre conseguía que me aferrara a ella, siempre quería que lo continuara, y así pasábamos todo el día en aquel lugar, y ese día no era la excepción. Ocurrió de la nada: un calor intenso comenzó a recorrer mi cuerpo, mientras mis manos se llenaban de un aura tan única, tan increíble, tan llena de vida. Me encantó aquella sensación, sentir cómo llenaba cada centímetro de mi cuerpo; no podría haber ocultado mi alegría ni queriendo. Pero, a diferencia de mí, él se veía más preocupado y aterrado.

Sus manos pasaron de la blancura de su piel a la negrura del maná, de su maná. Era la primera vez que presenciaba algo así, así que supuse que era común en los demonios. Estaba feliz por él, pero ni siquiera volteó a mirarme. Solo contemplaba aquellas llamaradas negras que eran más intensas y fuertes que las mías. Quise acercarme, pero algo me lo impidió, una sombra rodeó mi brazo con tal brusquedad y magnitud que no dudé en gritar. Esa cosa me arrastraba por el suelo, como si fuera un trapo viejo. No era Mallory, porque no había movido ni un dedo, pero su mirada cambió. Su ojo azul se veía apagado, desesperado, desolado, como si, en ese mismo instante, supiera que todo cambiaría entre nosotros. Pero no fue eso lo que me alarmó, sino su ojo derecho. Aquello no mostraba alguna emoción; el rojo de la pupila resaltaba sobre cualquier parte del iris, mientras finas líneas se esparcía ya no solo por esta misma, parecían salirse del ojo mismo; la más larga que logré ver llegó hasta su cuello, quizás extendiéndose por su hombro.

Esa mirada, esa jodida mirada, cambió todo. Me quedé inmóvil, ya no oponía resistencia ante esa cosa. La admiración que le tenía se convirtió en miedo y luego en dolor, cuando perdí la completa visibilidad de mi ojo izquierdo, y luego de mi ojo derecho. Esa cosa, esa sombra materializada, sin pudor ni lástima, se había deshecho por completo de mis ojos; me los había arrancado. Solo recuerdo gritar por el ardor mientras mi madre parecía reclamar a Lucifer e insultar a Mallory, antes de despertar en un hospital del Deliciae, con dos ojos de cristal que no eran míos, mi reputación por los suelos y un hermano irreconocible.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.