The Academy

19: Disculpe, su alteza, ¿De verdad está bien?

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— Disculpe, su alteza, ¿De verdad está bien?

— No. El calor es más horrible que en el primer piso. Es incómodo.

Desde hacía un buen rato, había estado caminando junto a uno de los guardias de Lennox, Damián, quien no dejaba de mirarme con tristeza y compasión. No necesitaba seguridad; los ángeles son fuertes, pero no lo suficiente como para matar a un demonio. Los hijos de Dios carecen de más del 1% de fuerza contra ángeles o demonios, y al pertenecer en su mayoría a Terra, prácticamente no tienen poder para defenderse. Por eso no se atrevían a acercarse a mí cuando pasaba, aunque tampoco dejaban de gritar, susurrar o hablar mal de mí, ya fuera en solitario o en compañía.

Las residencias de las almas se encontraban casi en los límites, entre el limbo y el cielo. Según me contaba Damián, al ser almas en pena, les afectaba estar mucho tiempo en el Deliciae; la mayoría de ellos solo venía a trabajar. Así que ubicarlos en los límites no era una idea tan mala para ellos, pero yo tendría que atravesar toda la ciudad solo para entregar sus almas.

El Deliciae, al igual que Olympus, se clasificaba en tres zonas. En la última, se encontraba el lugar para ángeles, arcángeles y todo sirviente divino de Jesús, María y otros personajes fundamentales. La mayoría de los ángeles trabaja en Terra, por lo que estar en el nivel bajo les daba la comodidad de entrar y salir a su antojo, cuando así lo requieran o necesiten. En el medio se hallan las residencias de los llamados "hijos de Dios", siendo el nivel más grande y extenso de la región, junto con algunos ángeles menores encargados de resguardarlos, protegerlos e informarlos de acontecimientos importantes, como la tan esperada fiesta de Pentecostés, que se celebraría en unos días. Por ello, era más difícil entrar debido a las organizaciones y decoraciones; todos los eventos importantes (con excepción de unos pocos) se celebraban con gozo en este nivel. En el último se encuentran resguardados los altos mandos, ángeles importantes, así como santos, apóstoles y demás figuras que sirven directamente a Jesús, María y "Dios". Sin embargo, al ser el nivel de más alto renombre, también es la única entrada de almas que no son clasificadas como malas o buenas, y deben trabajar como mineros mientras se decide su lugar: Deliciae o Gehenna.

Para llegar a esa zona, debes caminar por todo el nivel, hasta los límites de este, porque no había otra forma de llegar allí. Hay ciertos vehículos que acortan el camino, pero un demonio en la zona más alta podría tardar solo cinco o treinta minutos, lo que ya es bastante. Apenas veníamos saliendo de la novena casa, y mis sentidos comenzaban a fallar; mi vista se nublaba de vez en cuando, el dolor en mi cabeza y hombros se intensificaban, perdía fuerza con cada minuto, y el calor se hacía cada vez más intolerable.

— Mi Señor, creo que deberíamos descansar. Su condición empeorará si sigue esforzándose.

— Aunque descansemos, no me ayudará en nada. Él, los ángeles que me veían pasar y aquellas almas sabían que lo que estaba haciendo fácilmente podría haberlo hecho otro ángel, y habría terminado en el doble de tiempo que yo. Su lástima se reflejaba en su mirada y acciones. Es difícil trabajar en el Deliciae siendo un demonio, pero ya no tenía forma de quejarme. Llevaba dos años casado con Ariadne, y ya no había forma de divorciarme en este punto, gracias a las enormes condiciones que se les otorgan a los arcángeles. Y aunque no fuera así, Lucifer y Lennox tampoco lo permitirían. Lo único que tengo que hacer es soportar, aunque el calor ya comenzaba a quemarme parte del hombro y brazos. Ya estaba metido en este mundo; era muy tarde para arrepentirse y regresar a Gehenna.

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— Veo que batallas mucho para llegar aquí, dulce Valtheron. Déjame ayudarte, por favor.

— Lo agradezco.

Por mandato de Miguel, no podía irme de allí sin hablar con Dios o Jesús respecto a los cristales de aguamarina, debido a las sospechosas acciones de Lennox. Moverme en este templo era incluso más doloroso. La misma María Magdalena tuvo que intervenir. Mis piernas temblaban, no sabía si de dolor o cansancio. El saco blanco que acompañaba el traje que, tiempo atrás, Lenna me obligó a ponerme había desaparecido de mi vista. La propia camisa provocaba que las quemaduras se intensifican e incomodaron, y estas mismas se habían esparcido al cuello, donde las vendas las ocultaban, pero también me molestaban.

Una criatura de color blanco que no logré reconocer debido a lo nublada que estaba mi vista se acercó a María mientras limpiaba alguna quemadura en mi mandíbula, lo que poco o nada ayudó a reducir la comezón y ardor, desprendiendo cierta preocupación en su actuar.

— Pedí que disminuyeran el poder de la barrera para que no te costará tanto llegar, pero aun así te está afectando. Linda, ayúdame a llevarlo al jardín. — La criatura que no logré distinguir en un principio obedeció sin dudar a María, ayudándome a acomodarme en su lomo mientras una pequeña fuerza mágica me mantenía allí. Era una esfinge de tonalidades blancas y plateadas. En otras circunstancias, me habría emocionado de estar montando una ahora mismo; son criaturas más que místicas y únicas. Son de las criaturas más inteligentes, pero clasificadas en peligro de extinción gracias a Olympus. Sin embargo, en aquel momento, lo único en lo que podía pensar era en no caerme por la velocidad a la que corría la criatura y concentrar la mayor cantidad de maná posible en mi cuerpo. El aire comenzaba a faltarme poco a poco, y mi fuerza se desvanecía.




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