Evan
Nunca me han gustado las amistades cortas e intensas, donde después de dos siendo inseparables, regresan a ser extraños. Ni tampoco las largas y banales, que solo continúan porque les cuesta tanto despegarse uno del otro debido a la cantidad vacía de tiempo que llevan juntos. Esas donde a pesar de los años, no encuentran el punto de comodidad entre ambos.
Afortunadamente para mí, esta clase de cosas solo las he visto por fuera, como experiencias ajenas. Si hablo de amistades cortas, Sorandelle Aguirre podría ser considerada la única que tengo, pero han sido ya más de dos años en los cuales sé que nuestra amistad no será corta, es solo que aún se sigue construyendo.
Si hablamos de amistades intensas, solo podría responder a una que, hasta el día de hoy, ha estado en casi toda mi vida. Desde hace ocho años, el amanecer al lado de Diego se ha convertido en la parte más cotidiana de mi vida. Dormir junto a él, significa que en algún momento de la noche uno invadirá el espacio del otro, o por el contrario, él terminara cayendo de la cama debido a los sueños tan vividos que tiene.
Si bien estar junto a él es algo ya cotidiano, eso no lo hace aburrido. Por el contrario Diego se interesa en las cosas que me gustan y se deja arrastrar a mis largas noches de anime y reseñas de libros, así como yo suelo seguirlo cuando busca algo nuevo por hacer o quiere tener una aventura, aunque en ocasiones, eso sale mal.
Hace unos tres años, apareció en mi ventana al estilo de Margo Roth Spiegelman después de leer Ciudades de Papel para reclamarme que los protagonistas no habían terminado juntos y de paso para tener una noche de aventuras como las que describen, pero justo en ese momento mi mamá entro a la habitación y encontró a Diego intentado huir por la ventana, ya que estaba castigado porque su madre le encontró una cajetilla de cigarros. Lo incomodo de la situación no fue Diego huyendo, sino que justamente era una de las noches más calurosas del verano y por eso yo había decidido dormir solo en ropa interior. Después del encuentro tuvimos una incómoda intervención con nuestras madres, en donde la mía dijo que éramos muy jóvenes a nuestros trece años para tener pareja y más para estar escapándonos a la casa del otro para mantener “encuentros sexuales” según sus palabras. Diego permitió que mi madre terminara de hablar para aclarar la situación y confesar que solo quería hablar del libro y pensó que la mejor forma de hacerlo era esa, porque justo la protagonista entra por la ventana del chico.
Su mamá Isidora aunque estaba molesta, aceptó tranquilamente la excusa de su hijo y la explicación de que no estábamos saliendo. Sin embargo, desde ese día mi madre fue más atenta a mis actitudes, por lo que comenzó a notar mi desinterés por las chicas, contrario a Diego que solía resaltar mucho la belleza de las mujeres en las que se interesaba.
Al despertar, extrañamente no siento la presión de otro cuerpo sobre mí. De hecho, por primera vez desde que llegue, la casa tiene un olor a galletas de Naranja, por lo que pienso que la señora Isidora está en casa después de una semana, ya que solo suele hacerlas cuando estoy aquí.
Sorpresivamente al bajar lo único que veo es a Diego en la cocina con el desayuno servido como es usual, pero también con un plato lleno de galletas, un gran desastre y una sonrisa de oreja a oreja.
—Buenos días mi castaño y hermoso amigo, ¿Qué tal amaneciste? —preguntó Diego intentando limpiar la harina de su pijama.
Si bien de los dos Diego es el que sabe cocinar y suele hacerlo seguido, también sé que cuando hornea las galletas de naranja que tanto odia es porque quiere algo.
—Por favor que no sea nada ilegal o peligroso, la última vez que tú me preparaste estas galletas Javi terminó con un esguince de tobillo — Le recuerdo mientras tomo una galleta y me siento para escuchar la propuesta, Diego sonríe y niega con la cabeza.
—No es nada malo, solo que como mi madre no llega hasta más noche, no estaríamos en casa para que las preparara.
—Creí que me quedaría dos días más aquí, falta la cena con tu madre—respondí.
Había llegado hace una semana, pero es usual que siga unos días más con ellos después de que Isidora vuelva de su viaje de trabajo.
—Era la idea, pero decidió que esta noche cenaría con nosotros "Don Pendejo", así que le dije que me era imposible porque te había prometido que el día que ella llegara iríamos al cine a ver una película de anime que estabas esperando desde hace mucho.
—No hay ninguna en cartelera hasta donde sé.
—Eso ella no lo sabe, pero confía en ti—Diego seguía limpiando la cocina—Me pidió hablar contigo, e incluso hizo videollamada pero le dije que estabas dormido, y prometió llamar a medio día para que tú le dijeras que esta noche teníamos planes.
Admire la galleta de naranja en mi mano, dándome cuenta que valía la pena. Lo haría, y no solo por las galletas, sino por lo que significaría para Diego.
“Don pendejo” es la pareja de su madre. Luego de que Diego perdió a su padre, su madre se volvió su soporte, y desde hace dos años que comenzó a salir con él, la relación de ellos comenzó a fracturarse ya que Diego y el novio de ella nunca se llevaron bien.
Aunque también está un pequeño problema con mi madre. A pesar de que ya pasaron casi tres años desde que ocurrió el incidente de Diego entrando por mi habitación, hace unos meses mi madre empezó a intentar tener conmigo “la plática”. Sospecho que es por ese incidente, porque inicia cuando Diego está ahí. Quizá piensa que ya nos estamos acostando.
Puse en mi balanza mental que valía mas la pena, decidiendo que era Diego. Pero a pesar de eso, quería de fuera consciente nuevamente de lo que piensa mi madre.
— Desde aquel día que entraste a mi cuarto ella piensa que... sé que no es su intención, pero comenzara a hablar cuando estás en casa.