Hola, lector. Como ves, he escrito un nuevo capítulo de esta maravillosa historia. Espero que disfrutes de la lectura.
—Hazte a tu lado y déjame trabajar —alardeó él—. Ya verás que solo se necesita voluntad.
Shane se apartó y, con una sonrisa, se burló:
—Adelante.
Ya Sabes Quien apoyó su pie sobre la puerta, a la altura de su rodilla, y jaló. Nada. Volvió a intentarlo.
—No se puede —reprochó la chica—. Solo debes estar aflojándola. Vamos. Deja ya eso —se sentó cruzando las piernas.
—No digas eso. Además, es mejor que quedarme mirando o esperando mi rescate —alentó él—. Si se quiere… —estiró con sus dos manos y con todas sus fuerzas—¡SE PUEDEEEEE!
Ya Sabes Quien estuvo así por lo menos cinco minutos, sin poder destrabar la puerta por completo.
—¿Y si me ayudas y no te quedas viendo? —miró a la chica con disgusto—. Eres altamente vagoneta.
—Error —Shane se paró y fue hacia Ya Sabes Quien sacudiendo su falda y sacándose la capucha de gato—, una vagoneta es un pequeño vagón descubierto de tren.
—Prf —gestó con los labios—, da igual, Shane. Ahora ayudame con esto y no te hagas la inteligente, ¿vale?
—Bien —se enojó y apretó sus manos en las de Ya Sabes Quien, que las apartó gritando bajo—. ¿Qué, te dolió?
—¡Sí! —apretó sus manos—. Pero no te creas fuerte, es que las tuyas están muy frías. Más de lo normal —se sopló las manos y tomó entre las suyas la de Shane; le tocó la mejilla con ellas.
—¡Ah! —gritó Shane.
—¿Ves? No sé qué les pasan. Se supone que deberían estar calientes, tibia cuanto menos.
Shane frotó sus manos y cuando creyó que estaban mejor jaló, junto a Ya Sabes Quien, la perilla lo más que pudo. Pusieron en ello todo su empeño. No conseguían nada.
Un rato después pararon para descansar, estaban transpirados. Shane se quitó el abrigo. Ambos respiraban fuerte y se sentaron en el piso juntos.
—¿Es un buen momento —Ya Sabes Quien volteó a Shane y como estaba a su lado, sus narices quedaron muy cerca una de la otra— para pedirte un beso?
Shane se enojó.
—Todavía nos queda una opción para salir de aquí.
—Yo no dije que quería, eres tú la que lo dijo.
—Como sea. ¿Quieres saberla?
—De todos modos me da igual.
—¡AYUDAAAAA! —ladró Shane en el oído de su amigo, que se tapó en oído y cerró un ojo.
—¡Ay, eso sí que dolió, estúpida!
—¡SOCORRO, SÁQUENME DE AQUÍ, POR FAVOR, ESTOY CON UN LOCO DESQUICIADO! ¡AYUDA! ¡QUE ALGUIEN ME SAQUÉ DE AQUÍ, POR FAVOR, AYUDA!
—¡Eso no es verdad, no estoy loco!
—¡Y QUIERE GOLPEARME!
—¡Ya fue suficiente con eso, Shane! ¡Basta que si no sí que te voy a golpear.
—¡POR FAVOR! —gritó ella con la voz rota y cerrando duro las manos. Sus ojos vidriosos.
—Excelente actriz, tengo que reconocerlo.
—¡AYUDA! —fingió llorar.
—Solo no me gusta que me acuses de cosas que no soy ni hago.
De un momento para otro, Juan escuchó una voz del otro lado del muro. Apoyó, parado y con las manos sobre la pared, un costado de la cabeza en el muro: parecía la voz de una niña pidiendo ayuda a los gritos. “¿Pero cómo nadie la escuchó?”, pensó. “Da igual, tengo que sacarla”. Salió del lugar y se fijó de donde provenía: el baño para personas de sillas de ruedas.
—Tranquila —apaciguó de tal forma que Shane dejara de hacer ruidos—, te sacaré de ahí.
—¿Ya ves? —le preguntó Ya Sabes Quien a Shane, que deslizó sus manos por la puerta. Apartó los brazos—. Ahí lo tienes —él, en cambio, estaba sentado en el suelo con los pies cruzados, al igual que los brazos—. Lo pediste…
—Lo tienes —continuó Shane, pero con la mente en otra parte. ¿Realmente alguien de allí se estaba preocupando por ella? Siguió vacilando por ello, con los labios temblorosos, el puño cerrado los tapaba un poco.
Ya Sabes Quien no podía entrever sus pensamientos, pero sabía lo que estaba sintiendo. Y también sabía que no tenía que interrumpir,, porque para él era algo muy descortés…
—¿Qué tanto piensas? —husmeó con arrogancia y curiosidad mezcladas en tres palabras. Se arrepintió de pensar en voz alta. Sin embargo, los pensamientos de Shane eran tan profundos que su pregunta no había llegado siquiera a penetrarlos. ¿O sí?
Shane se puso su abrigo. Quería llorar por motivos que no entendía. La cabeza le dolía por la deshidratación de haber llorado en clase. También sollozó dentro del baño, a espaldas de Ya Sabes Quien. Sus hombros temblaban y se tapaba la boca. Los ojos de él se veían vidriosos. No calmó a Shane. Era consciente de que ella no permitiría que se acercara.
Afuera, Juan consideraba arrastrar una mesa. Dudó y finalmente descartó esta opción por el ruido que causaría, que llamaría la atención. Y él se metería en líos. Y no quería otro problema extra debido a que disponía de más de los que podía contar, y soportar. Como, por ejemplo, cuando hacía cosas que creería correctas, que no lo eran para el director. Juan podría ser denominado como justiciero, no vengativo.