Hola, ¿cómo le andan por la vida, queriditos míos? Espero que disculpen la demora de actualizacipon de este capítulo, no busco excusarme, pero tenía bloqueo del escritor. Pero aquí estoy, publicando un nuevo capítulo. Y pensar que imaginé que abandonaría el desarrollo de esta historia. Estoy feliz de no haberlo hecho. Bueno, ya baste de relleno. Disfruten de esta nueva parte. Besitos (y se me cuidan, por favor).
Estaban en el patio sin techo, y los minutos no se detenían ni para dejarle pensar en una técnica. El tiempo nunca la esperaba.
Miró a los lados. Era imposible hacer un pase desde su distancia, y mientras Rocco esperaba en el arco, Néstor estaba en medio de la cancha bloqueado, al igual que Miguel y Luis. Shane no podía quedarse con la pelota por más de un minuto, de lo contrario se la quitarían. Los trucos para evitar que se le robaran se le acababan. Entonces escuchó su nombre detrás suyo.
—¡Por aquí, Shane!
Volteó la cabeza rápidamente. Era Juan. Ella tenía el paso más libre para pasarsela después de una distracción; la pateó y su amigo la recibió. El chico de pelo con puntas azules se dirigió al arco y le dio la pelota a Rocco, que anotó sin vacilar. Orson, el arquero del otro equipo, no alcanzó a detener el rumbo del balón. Punto para el equipo de Shane.
Rocco seguía en su puesto, inmóvil. Sus amigos fueron hacía él al trote. Luis le palmeó la espalda y Néstor le entregó su botella de agua para que la bebiera.
—¡Estuviste estupendo! —le dijo Shane, emocionada—. Perdona si mi emoción te aturde, pero es que nunca te vi jugar así.
—Ni yo —apoyó Néstor, con su típica cara de niquefueranadadelotromundo—. No es para tanto, pero...
—¡Pero nada, eso estuvo genial y ya! —defendió Miguel, de pelo rosa durazno y ojos oliva.
—¿Por qué nunca juegas así? —le preguntó Shane a Rocco con una sonrisa mientras iban a los baños más cercanos, junto con el otro equipo. Él se limpió la cara con una toalla pequeña, y sonrió con nerviosismo, inquietado por la cuestión.
—Néstor tiene razón, ni que fuera para tanto. Nada más recibí la pelota y metí.
—¡Tienes que reconocer que dejaste a Orson cargando, como el meme! —bromeó Luis y codeó a Rocco en la costilla, que se sonrojó por tanto elogio. El cabello azabache del primero brillaba por la luz del sol.
Juan iba atrás de todos, atándose los cordones. Suspiró y se levantó de un salto, metiendo las manos en los bolsillos de su jogging oscuro. Ni que fuera para tanto, ¡pero si solo fue un gol, total hasta podría haberlo hecho yo en su lugar, y no sería la misma historia!, reflexionó. Sentía algo al ver a su amiga sonriéndole a otra persona. No tenía ganas de correr para alcanzarlos, necesitaba lavarse la cara solo.
Shane se separó de sus amigos y entró al baño de chicas. Encendió una canilla y, con la mano como un cuenco, se mojó todo el rostro, perlado de sudor.
—Al parecer ese chico tiene más potencial del que manifiesta —murmuró Ya Sabes Quien, sentado en el borde del lavamanos.
—Sí —dijo Shane, entrando a un cubículo y cerrando la puerta tras ella.
—Deberías darle prácticas especializadas, tú y tus amigos. Quién sabe si mañana será el nuevo Messi, o Maradona, sin el mal historial, claro está.
—Suena bien —vaciló Shane sin darle mucha importancia al comentario de su amigo.
—Estaba pensando en que Maradona suena como si el origen de ese apellido vino gracias a una chica llamada Mara, a la que le gustaba comer donas mucho más que al mismísimo Homero Simpson —bromeó él.
—Ja, ja —rio con ironía—. Muy gracioso tu chistesito.
—Lo sé —dijo para hacerla enojar.
—¡La ironía no funciona así, tonto!
Shane tiró más gritos por el estilo hasta que del otro lado Ya Sabes Quien no paró de reír, lo que fastidió más a la chica de pelo con puntas rojas.
—Has caído súbitamante en mi trampa —se burló una vez estuvo más calmado, mientras se frotaba el mentón con el pulgar y Shane abría la puerta con fuerza—. Quiero decir, te hice enojar a propósito.
La muchacha lo ignoró y salió del baño con el mismo mal humor.
Desde la otra punta del patio, una compañera suya, de ojos de un marrón tan oscuro que a la luz del sol se asemejaban al rojo, figura delgada y bien formada para su edad y pelo rubio. Tenía una manera elegante de vestirse, pero a la vez llamativo y atrevido que le daba unos aires de diva.
—Así que ella es la chica nueva de la que tanto se habla —cuestionó.
—Sí, ya te lo dije como cuarenta veces —aseguró María de mala gana—. Llegó hace un tiempo, pero como faltaste por muchos días, recién te enteras —la caracterizaba decir lo primero que se le viniera a la mente, todo sin pensar. Incluso si sus palabras dañaban a los demás, no permitía que le callaran la boca. Claro que su cara era diferente ante los profesores.
—Pues —se cruzó de brazos y añadió con desdén— alguien tendrá que decirle a donde pertenece: alejada de mi amor. Sé que —pensó en su sonrisa— me quiere también y me guarda una confianza especial —sus ojos destellaron al pensar en su voz diciéndole esas dos palabras—. S-solo tiene miedo de no corresponderme —agregó para no dejar hablar a María. Su voz tembló al recordar cómo habían acabado las cosas la última vez—. Le diré que no tiene nada que temer.