El eco de sus pasos resonaba en el pasillo desierto mientras Lia caminaba con prisa, intentando recordar cómo había llegado allí. La luz de la luna se filtraba por las altas ventanas del internado Blackthorn, proyectando sombras alargadas en las paredes de piedra. Su cabeza pulsaba con un dolor insistente, como si algo intentara abrirse paso en su memoria, pero todo lo que tenía era un vacío inquietante.
Entonces lo vio.
Un sobre negro, sencillo y sin marcas, descansaba en el suelo frente a la puerta de su habitación. Lia se inclinó con cautela, recogiendo el sobre mientras su mirada recorría el pasillo. Estaba sola.
Al abrirlo, su corazón se detuvo por un instante. Dentro había una fotografía en blanco y negro de algo que no esperaba ver: un cuerpo, un cadáver, tendido sobre el suelo de lo que parecía ser el patio trasero del internado. En el reverso de la foto, un mensaje escrito con tinta roja decía:
"El Club te espera esta noche. Edificio Este. 23:00. No le digas a nadie, o serás el próximo."
Lia retrocedió, sintiendo cómo su garganta se cerraba. ¿Era esto algún tipo de broma? Pero el peso de la foto en su mano le decía lo contrario.
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Cuando el reloj marcó las 22:59, Lia estaba frente al edificio abandonado en el ala este del campus. Sus manos temblaban ligeramente mientras empujaba la pesada puerta de madera. El lugar estaba oscuro, con solo una lámpara parpadeante al final del pasillo iluminando tenuemente las paredes cubiertas de grafitis.
Al entrar en el salón principal, su corazón dio un vuelco. Había seis personas más allí, todos con expresiones igual de confundidas y tensas. Entre ellos reconoció a Aaron, el presidente del consejo estudiantil, y a Nina, una chica del último año conocida por su sonrisa encantadora, ahora ausente.
En el centro de la sala había una mesa redonda con una sola vela encendida. Encima de la mesa, un tablero con siete nombres escritos en tiza:
1. Aaron
2. Nina
3. Kai
4. Sophie
5. Dylan
6. Marcus
7. Lia
"¿Alguien quiere explicar qué está pasando aquí?" preguntó Aaron, cruzándose de brazos. Su voz era firme, pero había un dejo de tensión en ella.
"Todos recibimos lo mismo", respondió Kai, un chico de cabello oscuro que estaba apoyado contra la pared. Sacó una fotografía similar a la de Lia y la colocó sobre la mesa. Uno a uno, los demás hicieron lo mismo, revelando que todos habían recibido la misma imagen del cadáver y el mismo mensaje.
"¿Quién nos envió esto?" murmuró Sophie, una chica rubia de ojos claros que parecía a punto de llorar.
"Tal vez deberíamos preguntarnos por qué estamos aquí", dijo Kai, clavando su mirada en Lia. "Esto no es una coincidencia. Alguien quiere que recordemos algo."
"¿Recordar qué?" Lia preguntó, rompiendo su silencio.
Kai sacó un cuaderno viejo de su mochila y lo arrojó sobre la mesa. Lia se inclinó para ver lo que decía, pero antes de que pudiera leer algo, una voz resonó en el salón, fría y mecánica:
"Bienvenidos al Club de los Secretos Mortales. La primera regla: no confíen en nadie. La segunda: todo lo que creen saber… es mentira."
La vela se apagó de repente, sumiendo la sala en completa oscuridad.
En la oscuridad, Lia sintió un frío metálico rozar su garganta y una voz susurrarle al oído:
"Si no juegas bien, serás la siguiente."
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Editado: 26.01.2025