Cuando desperté por la alarma toqué débilmente el espacio ahora a mi lado, ese lugar de la cama que ahora se encontraba vació y como si nadie se hubiera acostado ahí. No suelo moverme mucho en la noche por lo tanto no daño las cobijas, y efectivamente, las de al lado estaban igual. Empecé a dudar un poco y me levanté, era aún temprano para que él se hubiera ido. Busqué en el baño, y nada, todo estaba a la perfección, podría asumir por esto que aún tenia un poco de alcohol en la noche para llegar al punto de alucinar.
Y empecé a buscar por toda la habitación, estoy en lo correcto, he alucinado. Es un sábado, y yo no sabía que carajos hacer, sí, un joven de dieciocho años que nunca hace plan con ningún amigo, tenia el día libre; no tengo pareja, amigos menos. Felix se había quedado en la fiesta, así que no debía de hacerle un desayuno, desayunar fuera no estaba nada mal en mi cabeza.
Entonces salí luego de arreglarme, obviamente, la cafetería no estaba muy lejos por lo que pude ir con mis "fachas", mi pantalón de cuero apretado nunca me falla y la camisa holgada blanca, en Australia ese look atraía muchas chicas, músculos leves notables, según decían varias, me levantaban el ego, lo tengo hasta el cielo. Cuando di el primer paso en aquella cafetería, obtuve miradas, una gran sonrisa se formó en mi rostro luego de acercarme a la cajera.
— Hola, princesa, ¿me regalas un rollo de canela y un café?— sonreí con ganas al hablar, intenté ser coqueto, no estaba de más una rebaja.
Ella rió un momento, tecleando mi pedido.— ¿buscando rebajas? creo que si me dices tu nombre será más fácil.— me guiñó el ojo luego de aquello. vaya, esa chica tiene agallas, creo que me enamoré.— serían unos, 30 wones.
Di mi pago sin responderle a la chica, la cual noté que hizo una mala cara, cuando me entregó el recibo tomé un bolígrafo que andaba por ahí y escribí mi nombre, devolviéndoselo a la chica saliendo y fui a buscar una mesa, desde la lejanía noté el color rojo en sus mejillas, que ternura.
Busqué una mesa sin mucho éxito, todas estaban ocupadas, menos una, con el joven azabache ahí. Él lo sabia, era el único puesto libre y por eso llevaba aquella mueca en su rostro. Me acerqué sigilosamente, y me senté a su lado.
— Una persona normal pregunta si se puede sentar.— bufó mientras hablaba.
— ¿Era necesario? si quieres vuelvo a nacer y te pido permiso.— a veces digo muchas incoherencias, no se de donde salen, pero me alegraba ver su sonrisa por ellas, es la primera vez. primera de muchas.
— Hiciste una buena jugada allá mientras coqueteabas con la cajera.
Alcé una ceja y pregunté con una sonrisa arrogante— ¿Acaso me vigilas ahora?
— Sí, quería ver cuanto tardabas en hacer el ridículo.— arrugó su nariz de una manera un tanto tonta, y tierna a decir verdad.
— Yo nunca hago el ridículo.
— Mh, ¿tú dices? a mi me parece que el escribirle por papelitos tu nombre es una estupidez.
— Callado te ves más bonito.
— Soy hermoso de cualquier manera, cariño, revisate la vista.— me mandó un beso volador que no tardé en atrapar. él andaba muy juguetón y no perdería la oportunidad.
— ¿Por qué tanta felicidad?
— Realmente es que estoy esperando a Sana.
Por primera vez en la vida, el oír su nombre me molestó, el mantener mi sonrisa fue cada vez más difícil, la sensación de fastidió se apoderó de mi ser, tragué saliva, ¿Que fue eso? ¿Por qué me disgustó tanto?, no sabia las razones y tampoco deseaba descubrirlas.
De repente, sentí la necesidad de levantarme y alejarme, no sería violinista de mi mejor amiga, no, claro que no. Pero cuando intenté poner en practica aquello, sentí un tironeo en mi brazo impidiendo que me fuera.
— Creo que mi noona no llegará, llevo una hora, y tu presencia no es del todo mala.— noté el tono triste en su voz, mocosa, ¿donde andas?. sentí ganas de protegerlo, parecía un pequeño niño, con el puchero en sus labios, ¿como se le niega algo?
Acepté, pero no me volví a sentar, al contrario, me levanté e hice que él también, sin darle explicaciones tomé su mano y salimos de aquella cafetería, creo que el dijo un "¿A donde vamos, Chan" y yo solo respondí "a arreglarte el día, Minho", así empezó nuestro día, donde ambos salimos a las calles de seúl sin conocer nuestro futuro destino.