The Family

CAPÍTULO 1

Capítulo 1
La Importancia de una Familia
El viento soplaba las hojas de otoño, el sol iluminaba las calles
del pueblo y las personas añoraban un día de paz. A pesar de la
escasez, Garba, el hombre de las macetas, abría su humilde
puestito, siempre esperanzado, ya que hacía una semana que no
podía vender nada. Luego de un rato, casi finalizando el tiempo
límite para el comercio, Garba escuchó una voz danzante, una voz
alegre y pacífica, el dueño de esa voz era un niño: delgado, con
una bolsa de papas a modo de remera y pantalón, y unas botas de
tela ya bastante añejas. También tenía unas vendas que rodeaban
sus brazos. Claramente nadie tenía muchas cosas que presumir,
pero este niño daba la impresión que había fabricado su propia
ropa, a pesar de todo, el niño tenía algo distinto, tenía algo que lo
caracterizaba y resaltaba entre la multitud, era su gran y pura
sonrisa, una sonrisa que contagiaba.
—¿Qué se te ofrece, niño?— preguntó el hombre de las
macetas.
—¡Quiero la maceta con flores, señor!, ¡Es la maceta más
barata, así que me la llevaré!— respondió el niño con esa gran
alegría que lo caracterizaba.
—Claro— respondió el hombre de las macetas, pero una
duda lo inquietaba.
—¿Para qué querría un niño como tú una maceta como
esta?— preguntó el hombre, un poco confuso y hasta curioso.
—¡Ja, ja! No es para mí, señor, es para Mamá Alegría. Ella
compraba siempre aquí, pero ahora que no puede moverse de la cama, me ha ofrecido a mí unos mercurios a cambio de venir a
comprarlas— contestó el niño.
—¡Ahhhhh! Mándale saludos de mi parte y que se mejore—
respondió el señor, un poco nostálgico, recordando a Mamá
Alegría.
—¡Está bien, señor! ¡Muchas gracias!— contestó el niño,
ya comenzando a caminar para irse.
—Una pregunta más, niño, ¿cómo te llamas?— preguntó el
señor.
—Me llamo Dave, señor. ¿Y el suyo?— respondió el
pequeño, sonriente.
—Un placer. Yo me llamo Garba. ¡Vuelve pronto!—
contestó Garba, el hombre de las macetas.
—¡Claro que sí, señor!
Dave volvía a casa de Mamá Alegría para entregar su pedido.
—¡Mamá Alegría! Le traje su maceta con flores.
—Muchas gracias, mi pequeñín. Eres un niño muy servicial— respondía encantada Mamá Alegría.
—¡Siempre a su servicio, Mamá Alegría!
—Ja, ja— se reía Mamá Alegría con una pequeña sonrisa y una gran alegría—. Dime una cosa, ¿Quieres ganarte algunos mercurios más?
—¡Claro que sí! ¿Qué debo hacer?— preguntó Dave.
—Debes volver al pueblo antes que termine el límite para el comercio. Tráeme tres bazanas.
—¡Okey! ¡Vuelvo enseguida!
—Por favor, ve con cuidado.
—Claro, no te preocupes, Mamá Alegría.
Dave se dirigía al pueblo en busca de cumplir el pedido de Mamá Alegría.
Pero, en el camino, a uno cuantos metros de ingresar al pueblo, Dave se encontró una pequeña gallina perdida entre los arbustos. Debido a la gran escasez de alimentos y a que la ganadería estaba en manos de los Conquistadores, era increíblemente raro, y hasta milagroso, encontrar un animal de granja. E incluso más, que estuviera suelto y sin dueño. A pesar de tener tan solo seis años, Dave conocía los animales básicos de granja, ya que sus padres e incluso su abuelo se lo habían enseñado, pero jamás había visto uno físicamente. Sin pensarlo dos veces, Dave corrió hacia la gallina para atraparla, con el claro objetivo de alimentarse con su carne. Luego de un rato tratando de atraparla, finalmente lo consiguió. Al instante, Dave agarró una piedra y estaba a punto de matar a la gallina para luego ir a cocinarla, pero en un momento se detuvo, pensó y se le ocurrió una idea. Volvió hasta la casa de Mamá Alegría y con unos materiales que encontró en la basura, una caja y un poco de pasto seco, acostó a la gallina en la caja. Dave dijo:
—Si quieres vivir, me tendrás que alimentar con algo. Así que, si tú me das tus huevos, yo te dejo vivir. ¿Trato hecho?— le decía el pequeño pero inteligente Dave a la joven gallina.

Luego de esto, Dave entró a la casa de Mamá Alegría para contarle lo que había pasado. Mientras lo hacía, Mamá Alegría estaba muy sorprendida, impresionada y alegre por lo sucedido. Felicitando a Dave, le dijo:
—Muy bien hecho mi pequeñín. Si tú cuidas y alimentas a la gallinita, ella te dará sus huevos. Pero dime algo, esa gallinita, ¿no tenía dueño?
—No, no. Ella estaba sola en medio de unos arbustos. ¿Puedo quedármela, no es así?— preguntaba Dave un poco triste.
—Mmm, supongo que puedes. Recuerda que si algo es de alguien, no debes quitárselo, sin importar tu situación ni la de él. Robar es malo, ¿recuerdas?
—¡Claro que sí, Mamá Alegría!
—También recuerda que debes esconderla. Si alguno de esos seres malvados y horribles la ve, te la quitarán— decía Mamá Alegría.
—La esconderé muy bien, Mamá Alegría. Se lo aseguro.
—Muy bien, mi pequeñín.
—Mamá Alegría, cuando deje crecer un pollito, ¡le regalaré uno!— prometía Dave alegremente.
—Ja, ja, ja. Mi pequeñín, para que un pollito nazca, debe haber una Mamá y un papá. Si no hay papá, no nacerá un pollito.
—¡Woow!— exclamaba un sorprendido Dave—. ¿Entonces, ¿qué hay dentro del huevo que solo tiene a la Mamá?— preguntaba con mucha curiosidad.
—Simplemente no hay vida. Solamente sirve para que puedas alimentarte, ya que el huevo es una fuente de proteínas perfecta. Pero si quieres pollitos, será difícil encontrar un gallo, porque están todos en manos de esos seres. Quizás algún día puedas conseguir uno ahorrando y con mucho esfuerzo. Pero siempre mantente alejado de esos seres. Nunca los desobedezcas ni los provoques, ¿de acuerdo?
—¡Claro que sí Mamá Alegría! ¡Nunca sabrán que existo! Por cierto, no pude comprar sus bazanas, lo lamento.
—No te preocupes, pequeñín. Mañana, cuando sea hora de comercio, las puedes comprar.
—¡Muchas gracias, Mamá Alegría! ¡Nos vemos mañana!




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