The Furies

Capítulo 16

—Estás a salvo, Hiccup—repitió la albina, con los ojos fijos en los suyos; esos que ahora se encontraban derramando lágrimas sin control.

El castaño se estremeció a causa del llanto y ella lo abrazó por instinto, permitiendo que ocultara el rostro contra su hombro. Continuaron por un par de minutos en esa posición, hasta que Hiccup recuperó el control de sus emociones, siendo el primero en alejarse.

—¿Toothless está vivo?—fue lo primero que logró preguntar, su voz estaba ronca y repleta de temor—. ¿Él… está bien?

Una ligera sonrisa se formó en los labios de la heroína mientras asentía, calmando las dudas del joven.

—Me envió a buscarte—explicó con calma, poniéndose de pie lentamente—, vine a llevarte a casa.

Casa. Una palabra que no había escuchado en mucho tiempo y cuyo significado le había parecido inalcanzable, pero que, finalmente, podía rozar con sus dedos.

No tenía idea de qué sentir en ese momento; por un lado, estaba feliz y aliviado de ser liberado, pero había otra parte en él que era invadida por el miedo. ¿Qué pensaría su familia al verlo luego de tanto tiempo, y cuando escucharan todas las cosas que se vio obligado a hacer? ¿Cómo los vería a los ojos? ¿Cómo esperaba recibir el perdón de Tyre, si ni siquiera él podía perdonarse por herirlo? ¿Cómo podría recibir un abrazo de Astrid… si no cumplió la promesa que le hizo?

La respuesta era simple, jamás podría hacerlo…

Porque si bien era cierto que Grimmel tenía el control de sus acciones, él fue consciente de cada cosa que hizo. En su mente seguían vivos los recuerdos de todas las personas a las que lastimó, y entre ellos estaban su hermano y la chica frente a él. Esas imágenes nunca desaparecerían y sus consecuencias tampoco.

—Hey…—lo llamó ella, trayéndolo de vuelta a la realidad—, todo estará bien—le volvió a prometer y, aunque lo intentó, esta vez no pudo creerle.

A través de su mirada, Light Fury comprendió todo aquello que lo abrumaba; el miedo y la culpa que lo consumían lentamente, el mismo que había visto en Night Fury… y que, por un tiempo, también existió en ella.

—Escucha—volvió a hablar, carraspeando en busca de las palabras correctas—, lo que sea que haya ocurrido, no tiene importancia en este momento—extendió una mano en su dirección—. No estás solo; y nada de lo que hayas hecho puede ser suficientemente malo, para no recibir el perdón de tu familia.

Los ojos esmeraldas volvieron a conectarse con los suyos, el miedo y la culpa seguían opacándolos.

—No eres el único que se siente culpable—agregó con un poco más de determinación; su mano continuaba alzada, esperando ser correspondida—, y debe ser ese mismo sentimiento lo que te ayude a levantarte, después de todo, nunca es demasiado tarde para cumplir tus promesas.

Por un segundo el miedo se dispersó, permitiendo que la luz regresara a su mirada y, con ese mismo impulso de confianza, Hiccup tomó su mano, aferrándose a sus palabras y la nueva esperanza que estas le brindaron.

—Vamos—dijo ella, sonriendo—, salgamos de aquí y reunámonos con tu hermano, ¿te parece?

Esta vez él asintió convencido y, tras levantarse con su ayuda, se dejó guiar hacia la salida de la prisión que, por tanto tiempo, lo había mantenido lejos de su hogar.

Cerraron la nueva puerta tras ellos, jadeando aliviados. No habían avanzado mucho por el corredor, cuando escucharon a varios guardias acercándose. Por fortuna, Hiccup reconoció el área en la que se encontraban y eso les facilitó encontrar un escondite.

—¿Se fueron?—susurró el castaño, obteniendo como respuesta una señal de silencio por parte de la heroína.

Light Fury permaneció con el cuerpo contra la puerta, escuchando atentamente los sonidos del exterior. Las voces y pasos se fueron alejando, creando un ligero eco que desapareció segundos después, anunciándole que finalmente se encontraban a salvo. Suspiró con alivio y giró para encararlo.

—Se fueron—respondió al fin y él asintió, relajando sus hombros.

La habitación en la que se encontraban era pequeña, pero ordenada. Gracias a la iluminación, el castaño finalmente pudo observar con claridad a la heroína frente a él. No usaba el traje ajustado de siempre que cubría todo su cuerpo; en esta ocasión vestía uno que dejaba a la vista sus piernas y brazos, aunque estos se encontraban protegidos por una capa corta que rozaba sus muslos. El antifaz también era diferente, más pequeño y sin detalles violetas.

No sabía mucho sobre Light Fury, tan sólo la vio una vez, la noche en que los atacó a ella y a su hermano. Pero recordaba cómo lucía con el traje blanco y la capucha que ocultaba su rostro; y, más importante aún, recordaba sus ojos azules plagados de miedo cuando la gente de Grimmel apareció, un sentimiento negativo que se transformó en determinación; la misma que caracterizaba a su hermano y que, de alguna manera, él se encargó de destruir cuando le disparó. Y esa era la segunda cosa que jamás podría olvidar: La mueca de dolor en el rostro de Tyre, sus ojos apagándose y la sangre resbalando por su espalda.

Pero lo peor había ocurrido la noche anterior, cuando lo obligaron a atacarlo de frente. Ese pequeño instante en el cual sus miradas se encontraron, abrió viejas heridas que creyó desvanecidas. Su expresión rota, la decepción y culpa, fueron demasiado para él y, aunque intentó salvarlo, sólo pudo observarlo en silencio mientras caía inconsciente y derrotado. No pudo evitar que fuera capturado, ni detener las interminables torturas a las que Grimmel lo sometió. Y, aún más importante, no pudo evitar que su corazón se rompiera hace tres años, cuando su falsa muerte cayó sobre su familia. Porque fue por su culpa que Tyre se marchó, cayendo en la desesperación y soledad, y eso jamás podría perdonárselo.



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En el texto hay: superheroes, dragones, romancejuvenil drama

Editado: 30.12.2023

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