The Furies

Capítulo 19

|Especial: La Desaparición del Héroe, Parte 2|

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“No todos los héroes usan una máscara. Algunos héroes salvan el día de las maneras más sencillas. Simplemente estando para nosotros, o haciéndonos saber que creen en nosotros.”–The Flash, DC Comics.

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Un día había pasado desde su encuentro atropellado con Grimmel. Su cuerpo mallugado aún le exigía descanso, pero él, por más que lo intentara, no podía concederle ese deseo.

Resultaba imposible sacar de su mente las últimas palabras que le dirigió el hombre. Sentía náuseas y su pulso se aceleraba con sólo recordar la expresión en su rostro, aquella con la cual presumió su victoria, evidenciando lo débil e inútil que era.

Sí, había salvado a muchas personas en el último año, volviendo la ciudad un poco más segura. Y sí, sabía que no todos los héroes vencían a su enemigo jurado en el primer intento. Pero eso no evitaba que se sintiera impotente.

¿Qué pasaría si Grimmel cumplía su promesa la próxima vez?

¿Qué pasaría si no llegaba a tiempo para salvar a la siguiente persona en peligro?

Hasta ahora sólo había estado jugando a ser un superhéroe… justo como lo hizo de niño. Sólo que esta vez el peligro era real y no desaparecería al terminar de jugar…

—Tyre…—se sobresaltó ante el llamado, girando el rostro hacia el intruso.

Ahí, recargado contra el marco de la puerta, estaba su hermano de brazos cruzados y con una sonrisa en forma de mueca.

—Dime…—carraspeó Hiccup, como si supiera lo que pensaba—. ¿Por qué caemos?

Soltó una corta risa amarga en respuesta. Su hermano siempre elegía los métodos más extraños para intentar levantarle el ánimo… Y era aún más extraño que siempre funcionara.

—¿En serio estás citando a Batman de Christian Bale para hacerme sentir mejor?

—Error—detuvo Hiccup con total seriedad, avanzando hacia él.

Se detuvo frente a la cama, sujetando su brazo sano para obligarlo a sentarse. Lo mantuvo ahí por varios segundos, con los ojos fijos en los suyos, y entonces declaró:

Para aprender a levantarnos.

Esta vez la risa de Tyre fue un poco más alegre. Correspondió a su agarre y se apoyó en él para ponerse de pie.

Le dio la razón de momento. Recordándose que no podía fallar, porque esta vez, si cometía un error, el juego no podría iniciar de nuevo.

Quizá fue ese último pensamiento lo que hizo que tomara la siguiente decisión… No permitiría que nadie más resultara herido, incluso si eso significaba luchar solo.

No arriesgaría a nadie… En especial a su familia.

No le daría la oportunidad a Grimmel de cumplir su promesa, pero él sí cumpliría la suya y lo detendría.

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—¿Cómo te has sentido hoy, Ty?—cuestionó su madre de pronto, sacándolo de sus pensamientos.

Hasta hace un momento había estado revolviendo la comida en su plato con el tenedor, inmerso en una realidad diferente mientras sus padres y hermano hablaban sobre los planes para la universidad. Un tema en el que, honestamente, no deseaba involucrarse.

Dentro de unos meses Hiccup se mudaría para estudiar en la Universidad de Oslo, pronto recibirían los resultados de su examen y, sabiendo cuán inteligente era su hermano, no dudaba que sería aceptado. Y se alegraba, ¡vaya que lo hacía! Pero una parte de él no quería ni deseaba aceptar el hecho de separarse.

Podían llamarlo una locura, pero luego de pasar prácticamente toda la vida juntos, la idea de tomar caminos diferentes no era algo que había considerado.

Claro que no era algo que le diría, pues tampoco quería arruinar su emoción por culpa de sus inseguridades. Estaba orgulloso de él y de cada uno de sus logros, y si para apoyarlo tenía que fingir una sonrisa al despedirse de él, entonces lo haría, después de todo, Hiccup había hecho cosas más difíciles para ayudarlo.

—¿Tyre?—volvió a llamar su madre al no recibir una respuesta.

—¿Eh? Estoy bien—dijo con palabras atropelladas, recobrando la compostura—, el brazo ya casi no me duele, pero las medicinas me tienen un poco adormilado—lo segundo era mentira, pero vaya que funcionaba como excusa.

—Bueno, si no te duele puedes dejar de tomarlas—aconsejó su madre, examinándolo con la mirada, justo como la doctora que era—. Aún no puedo creer que cruzaras la calle con el semáforo en verde—frunció el ceño.

Ambos hermanos se encogieron en su sitio al recordar esa otra mentira.

—Lo importante es que están bien—se apresuró a decir su padre, levantándose para empezar a recoger los platos vacíos.

Nadie mejor que Stoick Haddock para terminar con una conversación incómoda.



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En el texto hay: superheroes, dragones, romancejuvenil drama

Editado: 30.12.2023

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