The Journey of the Lifeless

CAPÍTULO 6: EN UN MAR DE LÁGRIMAS.

Esta historia, sus personajes, conceptos y demás están protegidas por: La Dirección Nacional de Derecho de Autor, con número de registro:10-1064-400.

CAPÍTULO 4: EN UN MAR DE LÁGRIMAS.

 

Los cuatro guerreros cabalgaron a toda prisa durante un buen rato bajo la luz de la luna y las estrellas, la cual era la única que alumbraba escasamente el obscuro sendero rodeado de enormes robles, acompañados de cigarras que no paraban de sonar. Además, la tensión en el ambiente era tan alta, que el joven héroe miraba por el rabillo del ojo hacia atrás cada tanto para comprobar si los estaban siguiendo, y aunque iban avanzando por el camino totalmente mudos gracias a la inquietud, a Teo le pudo la curiosidad.

  • Se puede saber, ¿qué hay en Hálbito?, ¿y por qué estás tan convencido de ir allá? – Preguntó cuando con la ayuda de su corcel se aproximó al capitán en la delantera.
  • En los tiempos que corren hay muy pocas personas en las cuales pueda confiar. – Contestó el guerrero de espinas sin perder de vista el frente. - El ejército rebelde ya no es lo que alguna vez fue. – Suspiró inclinando un poco la cabeza. - Estamos cursando la peor etapa de la rebelión desde sus inicios, y como si fuera poco varios soldados han desertado no solo por dinero, sino porque perdieron la fe y la esperanza en la causa.
  • Ya veo.  – Dijo desilusionado.
  • En Hálbito se encuentra una de las pocas personas a las que podría confiarle mi vida, así que podemos estar tranquilos una vez lleguemos a ese destino.
  • ¡Mierda Hernesto! – Intervino Teodoro. - Espero que no vayamos allá por una mujer, siempre los más valientes terminan perdiendo el culo por una mujer.
  • ¿Y por qué no confías en el general Mateo? - Cuestionó Junad. - ¿Qué hizo para que sospecharas de él?
  • Llámalo un presentimiento, desde que lo conocí nunca me transmitió nada bueno, y me lo terminó confirmando con la orden que nos dio al final, junto con otras cosas sospechosas.
  • Sé más específico. – Insistió el chico afanado por desmontar su teoría.
  • O sea, ¿por qué nos mandaría a Provincia?, eso queda atravesando Coliseum. – Razonó haciendo que los más jóvenes se miraran entre sí.
  • Técnicamente, nos estaría forzando a devolvernos con el riesgo de encontrarnos al quinto batallón. – Dedujo Teo asustado, y se percató de lo retorcida que sonaba esa orden, junto con las posibles malas intenciones detrás de ella.
  • Exacto. – Dijo el capitán. - Vea por donde lo vea es algo que no tiene ningún sentido.
  • ¡Tal vez esa era la idea! – Exclamó el sin vida incrédulo. - El ejército Tesalónico jamás esperaría que fuéramos de nuevo a Coliseum, por lo tanto, no estarían tan alerta de esa zona.
  • Puede ser chico, pero hay otra cosa que me cuadra incluso menos.
  • ¿Qué?
  • ¿Recuerdas aquel momento en el que estaba hablando de la jerarquía de Tesalónica?, ¿cuando nombré a los más sabios?
  • Creo que sí. – Contestó recreando ese instante en su cabeza.
  • Cuando los estaba mencionando él me corrigió uno de ellos. – El rubio de ojos claros apretó las riendas del caballo. – Dijo: “pensaba que estaba Anyel en vez de Fausto”.
  • ¡Ya lo recuerdo! – Exclamó el esclavo eufórico por un logro tan insignificante.

Hernesto sonrió al pensar en lo tierno de su inocencia, literalmente era como tener a un niño de 10 años encerrado en el cuerpo de un adolescente. – Perfecto, lo que sucede es que esa información no era de libre acceso, solo los altos mandos de Tesalónica sabían que Anyel ha reemplazado a Fausto en los últimos meses por una enfermedad.

  • Pero pudo haberlo averiguado de un informante. – Replicó el pelirrojo mientras se colocaba la caperuza en la cabeza, el sereno de la noche le había congelado las orejas.
  • ¿Cuál informante?, si yo soy el único de los infiltrados que tienen los rebeldes en el alto mando. – Aclaró al instante, y el frío de las sombras parecía haberle afectado igual, así que se subió la bufanda de su cuello para tapar sus mejillas rosadas. - Además, esa información solo la compartí con los 3 concejales, y con ellos acordamos que los informes que yo les enviara no podrían ser compartidos con nadie más.
  • ¡Pero eso no quiere decir que alguno no le haya contado! – Protestó Junad. – Después de todo Mateo es un general, alguien de confianza.
  • Lo veo muy poco probable. – Dijo Hernesto fríamente, y aceleró el ritmo de su caballo para alejarse de los demás y cerrar el tema. – Y ojalá eso no haya pasado. – Murmuró sin que nadie lo escuchara

El sin vida se entristeció al escuchar la lógica del capitán, sin embargo, al voltear a ver el escudo que el general le había regalado, recordó la fiesta que tuvieron la noche antes de partir de Félix, y deseó que las conjeturas sobre él estuvieran equivocadas, guardando algo de esperanza en sus buenas intenciones.

Varias horas pasaron para que los Magnos vieran el sol asomarse por su costado derecho, proyectando esa iluminación anaranjada tan característica del amanecer, la cual calentaba poco a poco sus cuerpos. Asimismo, en aquel momento del inicio de la mañana, el camino era totalmente plano y ya no había muchos arboles alrededor, aunque se seguía viendo el predominante verde del pasto por todos lados. Por otra parte, los animales abundaban por doquier, sobre todo los venados cola blanca y los pájaros jilgueros que eran propios de la región.



#5882 en Fantasía
#2950 en Thriller
#1548 en Misterio

En el texto hay: fantasia, guerreros, horror y drama

Editado: 25.04.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.