CAPÍTULO 13: EL LEÓN LEÓNIDAS.
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CAPÍTULO 13: EL LEÓN LEÓNIDAS.
El león de los Bestiga, ese era el bautizo del segundo hijo varón del duque Arnold Bestiga Menora. Tenía una apariencia bastante imponente a pesar de verse en sus cuarenta. Medía lo mismo que Hernesto y su complexión era más ancha que la del rubio. Hablando de cabellos, llevaba una melena corta castaña clara. Además, su mentón estaba cubierto por una barba del mismo color lo suficientemente poblada como para no dejar entrever piel en su extensión. Era de tez caucásica, aunque ligeramente bronceada, y al no dejar de sonreír lucía una dentadura perfecta y clara como la nieve.
Su armadura, no era nada nuevo para los ojos del chico. Una capa plateada impecable en la superficie de la coraza, con dos búhos enormes gravados en cada una de las hombreras, el escudo de Tesalónica en el centro, y por supuesto, una capa azul en su espalda. Un clásico del país de los Laykhos.
Junad se quedó en trance tratando de procesar semejante presentación. Una vez entró en razón, dio un brinco hacia la derecha, tomó un atizador de leña que estaba recostado en la chimenea e inmediatamente se abalanzó sobre el sujeto. Sin embargo, el capi detuvo el ataque agarrando la varilla negra justo antes de que colisionara con el pecho del Bestiga.
- Quítate de mi camino. – Exigió gélido. Parecía furioso, o más bien loco.
- Tenemos que hablar calmadamente, hay muchas cosas que no sabes. – Replicó Hernesto.
- Tal vez, pero lo que sí sé es que ese bastardo que está ahí de pie es un cerdo Tesalónico. – Ejerció más presión, y para lo sorpresa de su mentor, empujó un poco el pulso hacia su objetivo.
El momento de tensión fue fugaz. El joven héroe sintió un ardor infernal por todo el cuerpo, y se dejó caer al suelo de madera mientras se retorcía como un insecto.
- JA, JA, JA. Es un adolescente muy interesante, más de lo que me habías mencionado colibrí. – Mencionó Leónidas con una mofa amigable. – Preocuparse genuinamente por los suyos y tener hambre de cazar al enemigo, son los dos principios fundamentales de un caballero.
- Te dije que no te decepcionaría.
- ¿Alguien me puede decir qué mierda está pasando? – Preguntó Junad sosteniéndose con un brazo en la chimenea.
- Sé que esto parece muy ilógico, pero para que lo entiendas todo primero debes calmarte.
- ¡Dónde están Teo y Teodoro! – Vociferó intratable.
- Están bien, muy sedados, pero al menos están estables. Su vida ya no corre peligro, aunque deberán guardar reposo por un buen tiempo.
- ¡Se nota que son Magnos! – Agregó el león. – Cualquier ser de otra raza hubiera muerto por el veneno de Clay. – El esclavo le lanzó una mirada asesina.
- Bien. – Suspiró aliviado. – Ahora cuéntame por qué estamos bajo el mismo techo de este hijo de puta.
- ¿Recuerdas que te dije que veníamos a Hálbito porque allí encontraríamos a alguien de fiar?
- No me jodas.
- Pues aquí lo tienes, mi segundo maestro. – Dijo señalando al Tesalónico. - Una de las personas en las que más confío en este mundo.
- Siento que me voy a desmayar otra vez.
- Permíteme intervenir. Te voy a explicar un poco más la situación. Por favor, toma asiento. – Sugirió sentándose sobre su escritorio, pero el joven héroe no le hizo caso y se quedó mirándolo como un perro rabioso. – Muy bien, como gustes. Yo fui el encargado de recibir a Hernesto en el ejército cuando hizo el teatro de traicionar a la resistencia. Le enseñé prácticamente todo lo que sé y lo apoyé lo más que pude en su carrera militar. Aún no tengo hijos, pero estoy seguro de que mi amor por Hernesto se compara al de un padre por su primogénito.
- ¿Tanto como para traicionar a tu país?
- Jum. – Sonrió. – Creo que estás confundido con el orden de los sucesos. – Se colocó de pie y se dirigió al ventanal que miraba a la calle. - Mi conflicto con Tesalónica viene desde antes de conocer a tu mentor, incluso mucho antes de mi propia concepción. Es más, apuesto que te habrán dicho que la idea de la misión encubierta de Hernesto fue idea de los tres concejales, ¿no?
- No des tantos rodeos.
- Yo fui el que le propuso ese plan al concejal Astrus, Junad. – El chico miró incrédulo al capi, y este le asintió con la cabeza. – Verás, yo estoy íntimamente relacionado con el ejército rebelde desde que tengo uso de razón. Aunque siendo honesto, esa relación viene más por mi familia que por mí mismo. Mi padre, Arnold Bestiga Menora fue amigo íntimo de todos los concejales, así como mi abuelo, y así como el padre de mi abuelo fue amigo de los anteriores lideres de los rebeldes.
- Desde la caída de Svensson Bestiga Menora, doceavo pilar de Tesalónica, la familia real de los Bestiga ha estado en desacuerdo con las políticas del país. – Interrumpió el guerrero de espinas. – Fue la única de entre todas las grandes familias que se opuso a la conquista de Olimpia. Tesalónica alguna vez fue una nación como cualquier otra, amigable con sus vecinos, pacífica y de grande ética. Pero desde la ascensión de Kiersten Sirguf Smachel “el intelectual”, las cosas dieron un giro de 180 grados.
- Para ser directos. – Dijo Leónidas. – Yo, mis hermanos, primos y tíos queremos derrocar el imperio de Dysis. Siempre hemos soñado con una Tesalónica libre de abusos, maltratos, racismo y subyugación.
- Una guerra nunca se lucha para darle a los más desamparados. – El rubio de ojos claros miró extrañado a Junad por su comentario.
- Veo que perdiste tu inocencia bastante rápido. Sería falso decir que hacemos esto solo por caridad. La inestabilidad de mi pueblo llevará a la nación a la perdición. Los Laykhos radicales están hartos de recibir a gente de otras razas en su país, así sean esclavos, no les agrada la idea de mezclarse. Se han vuelto agresivos, pese a que no haya una confirmación oficial de un grupo armado planeando un golpe de estado, sí ha habido varios atentados dentro del país. Si le sumas a todo lo anterior lo costoso que es mantener el control de Olimpia, se junta el coctel perfecto para una guerra. La represión ha sido efectiva por varios siglos, pero sentimos que cada vez se acerca su límite.
- Así que quieren ayudarnos a acabar con el imperio de Dysis para que les dejemos vía libre de gobierno, y de paso con nuestra independencia se quiten la carga de dirigir la colonia.
- Es una manera de verlo, tal vez un poco sesgada por la presunción de una intención egoísta de nuestra parte. Pero sí, en esencia es una buena deducción. Este trozo de tierra aporta más dolores de cabeza que beneficios, todo el mundo se está largando de aquí. Las refinerías de oro cada vez son menos y el ganado y la comida escasea.
- Es importante que sepas que el capitán Leónidas y su familia, han sido un apoyo incondicional desde los inicios del ejército rebelde. – Aclaró el rubio de ojos claros. - ¿De dónde creías que venía todo el sustento económico de la resistencia?, ¿de solo fabricar adobes? Incluso en varios momentos han sido miembros activos de las estrategias militares, surtiendo eruditos e infantería a los golpes.
- Lo que tu mentor te quiere decir hijo, es que estoy comprometido con la causa desde mucho antes de que tú aparecieras. Entiendo tu incredulidad. No obstante, es importante que confíes en mí. Ignod está desaparecido, y Menelao y Astrus están muertos, lo que me deja a mí como la única cabeza de toma de decisiones.
- No vuelvas a decir su nombre.
- Mira no era mi…
- ¡No vuelvas a nombrar a Menelao con tu sucia boca Laykha! – Gritó histérico. - ¡El ejército al que perteneces lo asesinó! ¡A él, a Astrus, a Juaco y Clay!