—¡Oh, ya comprendo! —exclamó, su voz saliendo más aguda de lo que hubiera querido.
—¿Princesa, puedo hacer otra pregunta? —pregunta Lucien con curiosidad. Riel asiente para que continúe—. Usted…
De repente, frente a él aparece Cola Veloz, flotando, Lucien, sorprendido, se ve obligado a retroceder de inmediato. La sonrisa de Cola veloz era demasiado amplia y falsa, algo en ella le puso los pelos de punta a Riel.
—Zorro mentiroso—murmura Lucien recordando el pasado con una mezcla de resentimiento.
—¡Lucien! —exclamó, su tono cargado de sarcasmo y con un leve matiz de resentimiento—. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos; en ese entonces, tú eras el guardián de la reina Klariza. —Al pronunciar ese nombre, una sombra oscura se apoderó del rostro de Lucien. Sus ojos, antes tranquilos, Ahora ardían con una furia contenida.
—¿No tienes a alguien más a quien dirigirle tu sarcasmo? —Cola Veloz, con una sonrisa burlona, comenzó a dar vueltas a su alrededor como un gato jugando con un ratón.
Del entrecejo de Lucien, brotó una vena palpitante, de sus labios escapó un resoplido que parecía más un rugido contenido, el vapor que exhalo se arremolinó en el aire, como el dragón que está a punto de cobrar vida.
—Deberías tener cuidado con lo que dices, Cola Veloz. La reina tiene un gusto muy particular por las pieles exóticas. —Le advirtió Lucien a Cola Veloz, este desapareció así como había aparecido.
Un escalofrío recorrió la el de Riel, erizando cada vello de su nuca. Sus dedos cerraron con fuerza formando un puño, su corazón se aceleró como si quisiera salir de su pecho, al escuchar la mención de la reina oscura.
“¿Ella es tan malvada que sería capaz de cometer atrocidades con uno de sus propios habitantes? ¿Qué habrá hecho Cola veloz para merecer semejante destino?”, reflexionó, sintiéndose ahora más intrigada por Grimwar. “Quizás este lugar sea en realidad mi verdadero hogar”.
—¿Por qué la reina desea hacerle daño a Cola Veloz? —preguntó la joven, sus ojos reflejaban preocupación.
Lucien abrió la boca, listo para responder, pero se detuvo al no encontrar las palabras adecuadas. Durante unos minutos, luchó por organizarlas. Finalmente, suspiró:
—No lo recuerdo con claridad, la verdad es que no tengo ni idea. Quizás a la reina simplemente no le gusta que nadie se ría de ella —confesó Lucien, sintiendo que sus recuerdos permanecían empañados, como si estuvieran envueltos en una densa niebla.
Un sentimiento de inquietud, la carcomía por dentro. Algo no encajaba en esa respuesta, como si le estuvieran ocultando una parte crucial de la verdad. Frunció el ceño, su mente divagaba, buscando respuestas que eludieran su comprensión. Una llama de curiosidad ardía en lo más profundo de su alma, como una brasa incandescente que amenazaba con consumirla por completo.
“¿Qué secretos se escondían tras las paredes de este lugar? ¿Qué fuerzas oscuras se ocultaban en las sombras?” Sabía que estaba jugando con fuego, pero la tentación de descubrir los secretos de este lugar era demasiado grande para resistirse.
La puerta crujió al abrirse lentamente, revelando una pequeña grieta por la que se asomaban dos pares de ojos llenos de miedo. Wolf y Shadder, intentaban ocultarse detrás de la puerta, pero la intensa mirada de Lucien, como la de un halcón, se posó sobre ellos. Riel, intrigada, se giró para descubrir qué era lo que había captado la atención de su guardián.
Al notar que estaban siendo observados, los dos hombres intercambiaron una rápida mirada de pánico, con un movimiento brusco, cerraron la puerta, tratando de evadir la atención que habían atraído.
“¿Qué secretos ocultaban? ¿Por qué huían de Lucien?”, Una oleada de preguntas inundó la mente de Riel, y su curiosidad se intensificó.
—Su majestad, ¿por qué se encuentra en este lugar? —Lucien observó con recelo la cabaña de madera, sus ojos recorriendo cada rincón como si buscara alguna señal de peligro—. Ellos están siendo buscados por mis compañeros; debería acompañarme para ponerla a salvo y llevarla al castillo, donde realmente pertenece.
La joven sintió un nudo en el estómago, con solo imaginarse estar en un castillo, rodeada de guardias armados, prefería estar en la pequeña cabaña.
—No, ellos me han ayudado —respondió la joven con firmeza, pero su voz tembló ligeramente.
—No creo que sea lo mejor para usted, su majestad —Lucien frunció el ceño.
Riel sentía en su corazón que Shadder y Wolf eran buenos y que debía mantenerse alejada de las puertas del castillo. En ese instante, su collar, emitió un resplandor verde intenso. Un calor reconfortante se expandió por su pecho, disipando la tensión que había sentido antes.
Era como si el collar fuera una estrella, guiándola a través de la oscuridad. Podía sentir su energía fluyendo a través de ella, fortaleciéndola y llenándola de una paz profunda. “Confía en tu instinto, Riel. El camino es correcto”, parecía susurrarle el amuleto.
A través de esta conexión, experimentó una certeza absoluta: había encontrado su lugar en el mundo.
—Lucien, es muy importante que nadie se entere de que estoy aquí. Tengo un mal presentimiento y creo que si alguien más descubre mi presencia, las cosas podrían complicarse —comentó la joven, su voz temblorosa.
Un escalofrío recorrió su espalda, y sus ojos se oscurecieron por una sombra de preocupación, un nudo se formó en su estómago.
—Entonces, mientras permanezcas aquí, ¿dónde te vas a esconder? —preguntó Lucien, su voz cargada de duda a la vez que apretaba su mandíbula, la joven, lo miró fijamente.
—Estaré aquí con ellos —admitió, dejando entrever que tenía un plan en mente.
—¿Con ellos? ¿Te refieres a... —Lucien frunció el ceño, su mirada, recorriendo el lugar que los rodeaba, pero ella lo interrumpió con un gesto.
Riel se llevó una mano a la frente, sus ojos parpadeando lentamente.