Drake:
Mandé una carta a Leo y Lucy para informarles de lo que está sucediendo. No tengo idea de dónde exactamente se encuentran, pero conozco que sus hogares son del mundo mágico. En dado caso, no deberían tardar tanto en llegar al pueblo de Boonie.
Kevin y yo recogimos nuestro equipaje, y lo dejamos en nuestras habitaciones para irnos solo con dinero, agua, y un poco de comida que nos dió la escuela. Pasamos desapercibidos por las autoridades. Queda a responsabilidad de nosotros lo que haremos y a dónde iremos. Tomamos una carroza de Bextruz conducida por un chófer Nomo, el cual no sabía que trabajaban acá y mucho menos en transporte.
Hemos pasado 16 horas en el viaje, y aún nos falta camino por recorrer. Según muestra el mapa que sacamos de la escuela, no queda mucho para llegar al pueblo donde vive. Cada segundo que corre lo dedico a pensar y preocuparme por ella. Nos pidió ayuda, y estamos tardando varias horas en poder dársela. Lamentablemente Kevin y yo desconocemos alguna forma más efectiva de viajar. Además, cuando fuimos a Halstatt, usamos este medio de transporte.
—A la víbora, víbora de la mar, de la mar, por aquí podrán pasar. Los de a'lante corren mucho y los de atrás se quedarán. —canta de nuevo el Nomo.
Él ha estado cantando varias veces durante estas horas que han pasado. Ambos nos sorprendemos de lo animado y alegre que es después de estar tanto tiempo recibiendo sol y calor. De vez en cuando se alimenta de lo que tiene en su pequeño bolso. Mide 1,20, ojos azules claros, piel bronceada y todo su cuerpo es pequeño a diferencia de la gruesa nariz que lleva. Además, trae consigo un gorro de campesino con botas marrones y un abrigo de buena calidad.
—Así que desean ir a Lastres cuando en realidad no viven allí. —repasa el Nomo, sacándonos conversación.
—Totalmente cierto, en ese lugar vive una persona importante para nosotros. —le explica Kevin, tirado en el asiento y fastidiado por las horas de viaje.
—Parece que perdiste la cordura, amigo. —le digo, y dejo de mirar por la ventana.
—Me molestan los viajes largos. Son cansados y fastidiosos a menos que sean realmente interesantes. —confiesa, tomando una posición más cómoda para acostarse.
—Lastres es un pueblo muy bonito. He viajado unas pocas veces allá, pero sin duda alguna es grandioso por la gente. —comenta el Nomo mientras controla a los caballos—. Las pequeñas playas que tiene son mi parte favorita.
«No me imagino la situación en que está. Qué lamentación tener que esperar tanto para poder llegar» pienso, apoyando mi cabeza en una mano y el codo en el lomo de la puerta.
—¡Por cierto! Mi nombre es Korlic. Un gusto conocerlos. —confiesa con mucho ánimo. A él no le ha estado afectando el largo trayecto.
—Disculpa si soy indecente contigo pero, ¿qué hace un Nomo trabajando en transporte? —le pregunta Kevin con curiosidad—. Siempre tuve entendido en este año que los Nomos suelen trabajar en minerías y cuidan de tesoros.
—¡Ya quiero viajar! Ya quiero viajar. Ya quiero viajar en auto, avión, tren o bicicleta. —vuelve a cantar de repente—. ¡Me gusta estar en movimiento! Yendo de aquí para allá. Lindos paisajes y lugares quiero ir a visitar...
Miro a Kevin para luego no aguantar la risa fuerte que me generó eso. Ha ignorado lo que le preguntó. Él frunce el seño más fastidiado de lo que estaba. Después levanta su torso y se asoma por la pequeña ventanita que hay para ver al chófer. Pasa por allí su delgada mano, e intenta tomar el cabello largo de hasta los hombros de nuestro pequeño conductor. Sin embargo, no consigue tomarlo, ya que inmediatamente este se quita para evitar ser molestado. Kevin le hace presente varias veces la misma duda que realizó antes, pero Korlic se abstiene de responderle, y se mantiene cantando con alegría.
No puedo soportar el show que están montando, y solo me pongo a disfrutarlo, riéndome a carcajadas. Noto que Korlic anda bromeándole a Kevin, y este cae en su juego despistado por lo molesto que está. Luego de unos segundos consiguiendo que él se enfade, dos ruedas pasan por encima de una roca. Esto hace que Kevin se desbalancee y caiga encima mío. Inmediatamente lo quito y me asomo a ver por la ventana. Estamos en el camino de una zona montañosa.
—¿Ya dejaste de llorar, mi dulce niña berrinchona? —pregunta Korlic, volteando a donde estamos sentados.
—¿De qué me estás hablando, puto enano de mierda? —pregunta de muy malas Kevin, tirado en el suelo de la carroza en una posición incómoda. Yo lo miro extrañado por sus palabras. No suele tener esas expresiones. —Lo siento, pero por este engendro de tamaño diminuto prefiero botar mis modales durante unos segundos.
—Ñejo, ñejo, ñejo. —se ríe raramente Korlic, apretando las sogas que sujetan a los dos caballos—. No sueles resistir los viajes largos. Eso te convierte en una nena.
—¿Acaso no hay alguna otra forma de viajar? —pregunto—. Mencionaste varios medios de transporte que no se usan en este mundo cuando cantabas.
—Los mencioné porque me gusta viajar, y quiero usar todos esos tipos de transporte del mundo humano. —se excusa, volviendo a mirar al frente—. La gran mayoría de los Nomos trabajan para buscar, encontrar y cuidar tesoros valiosos que provengan de minas. En cambio, yo prefiero buscarlos realizando viajes a cada rincón del mundo.