Boonie:
Mami trajo unos conejos del mundo humano a casa. Me dejó jugar con ellos. Así que salí por el patio trasero a perseguirlos. Bajan la colina, sin dificultad, pero yo prefiero hacerlo por las escaleras para no tropezarme. Una vez que llegamos al nivel inferior, aún estando a buena altura, corro detrás de los cuatro por toda la zona de casa. La gente se sorprende cuando paso muy cerca, intentando evadirlos.
—¡Boonie! ¡Ten más cuidado! —advierte un hombre que cargaba botellones de agua con la magia de su varita.
—Esa es la hija de Carla. —informa una mujer, desde la entrada de su casa.
—Se ve bastante alegre como de costumbre. No sé de qué tanto te quejas si es normal que suela hacer eso. —comenta otro hombre, caminando cerca de ellos.
Consigo atrapar a uno de los conejos, y sigo corriendo detrás del resto. Me deslizo por debajo de las piernas de un señor, y a este se le baja el short que llevaba puesto. Luego mis pequeños amiguitos entran a una casa por la ventana. No pienso dejarlos escapar con facilidad, así que lo hago de igual forma. Me encuentro a una mujer realizando limpieza por varias partes, encantando varios objetos con su varita mágica. Estos hacen las labores del hogar mientras ella canta.
—¡AAh! ¡Boonie! —exclama la mujer, sorprendida—. ¿Que estás tramando, niña traviesa?
Como el piso está resbaladizo, me caigo y deslizo por el mismo. «Esto no será un obstáculo para mí» pienso y lo uso a mi favor para acercarme más rápido, pero choco con el coleto. Este se expresa sorprendido y realiza movimientos chistosos que me hacen reír. Dejo la distracción a un lado para luego llegar al otro extremo de la casa y salir por la otra ventana. Estoy mojada y llena de jabón al igual que los conejos. ¡Tengo un bigote de espumas! ¡Qué cool!
—¡Boonie! ¡Estás toda empapada! —me informa una vecina, viniendo de compras al verme.
Otro vecino de mayor edad, a unos metros enfrente mío, se percata de mí e intenta atraparme, pero no lo consigue. —Vaya, esa niña es más imperativa que los demás. —opina, con una sonrisa.
De repente veo que papi se baja de una carroza y comienza a caminar hacia mi dirección. Intento seguir de largo para no dejar de perseguir a mis pequeños amigos, pero consigue atraparme con un solo brazo. El conejo que tenía cargado se me escapa.
—Joye, joye, ¿a dónde crees que vas, señorita? —pregunta con una sonrisa.
—¡Se están escapando! —le informo, extendiendo mi mano hacia donde van.
—Tranquila, mi pequeña princesa, ellos no irán a ningún lado, a menos que quieran. —me dice y comienza a silbar.
Con su silbido atrajo a los cuatro conejos de una manera muy alegre y divertida. Él se va caminando mientras me carga, y cada uno de ellos lo siguen a su ritmo con mucho ánimo. Voy observando cómo se comportan, y luego me separo de su hombro para mirarlo a los ojos.
—¿Eso lo puedes hacer porque eres hechicero?
—Sí, mi princesa. Los animales quedan encantados por convertirme en su amigo. —me responde, y saluda a las personas de su alrededor—. Además, a ellos les gusta como silbo.
Unos minutos después...
—Estupendo el hecho de que hayan llegado, tengo preparado el almuerzo. —informa mami, apenas entramos—. Los vecinos me contaron que estuvo haciendo estragos por la zona. —confiesa, y nos mira a los dos, papi sorprendido y yo hecha un desastre.
—Ehh, bueno, creo que estuvo recorriendo todo Bagres para perseguir a sus nuevos amigos. —comenta, papi con expresión de sorprendido aún mientras me baja.
—La colina no es tan grande, pero sí muy empinada. —opino.
—Charlie, necesito que la bañes mientras sirvo la comida, está empapada y sucia. —confiesa, algo alterada. —Hija, por favor, dime que no entraste a la casa de algún vecino o que rompiste algo en el camino.
—No rompí nada en el camino. —respondo, con las manos detrás de la espalda mientras la veo con una mirada de inocencia.
Papi usó su magia de hechicería para bañarme. Se siente como si estuviese aquí conmigo lavándome, pero está en la sala con mamá. Después de terminar, salgo del baño y me encuentro con uno de los conejos sentado frente mío. Doy pasos cortos y silenciosos mientras él observa lo que hago. En eso, intento atraparlo, pero se escapa de nuevo. De repente escucho a mami hablar preocupada.
—Esta es la realidad, Charlie. Tenemos que hacer algo por nuestra hija. —dice mami, desde la cocina. Me asomo un poco para verlos mejor.
—Todo lo que están buscando debe ser algo relacionado con poder. —Supone él, apoyándose de la mesa con ambas manos—. Pero, ¿cómo supieron del don que tiene ella, si ni siquiera se ha descubierto aún?
—No tengo ni la más mínima idea. —responde ella, mientras sirve el almuerzo—. La carta me llegó esta mañana. Si no la entregamos, vendrán a la fuerza por ella.
—Pues, entonces que vengan, pero no la conseguirán.
—Debemos irnos de acá y buscar un lugar menos conocido y más seguro para nuestra pequeña.
—Eso implicaría dejar a las pocas pero bonitas amistades que tiene acá. Solo es una pequeña de seis años. Ella nació aquí, en Bagres.